Viajar a tu propio país con extranjeros guiris significa hacer cosas que nunca se te habían pasado por la cabeza, descubrir sitios nuevos en tu propia casa y darte cuenta de las peculiaridades que te han rodeado toda la vida. Por ejemplo, en nuestra última visita a la tierra patria con dos amigos torontonianos nos hemos quedado ojipláticos al ver lo difícil que puede llegar a ser pedir una cerveza en España. Al menos si quieres sonar como uno de los nuestros….
La primera gran diferencia es que en España, salvo que estemos en un bar de cervezas, no pedimos una marca específica ni un tipo de cerveza en particular. Simplemente pedimos «una cerveza», y la que tengan nos vale. Hasta ahí fácil, porque no hay que aprenderse las marcas locales ni cómo decir lager o pilsner. El problema es que en realidad en España casi nunca pedimos «una cerveza» tal cual, sino que usamos distintos términos según el recipiente en el que nos la sirvan, la cantidad que queramos o si queremos mezclarla con algo.
Como empezamos el viaje en Madrid, lo primero que enseñamos a nuestros guiris es a pedir «una caña» en vez de «una cerveza». Diréis que con eso lo tenían todo controlado, pero nada más lejos de la realidad. El truco de pedir una caña les duró una mañana, porque esa misma noche salimos de tapas y la cosa empezó a complicarse. En el primer bar no había cañas sino «tubos» y «jarras». En el segundo no había tubos ni jarras, sino «cañas» y «dobles». Y a eso hay que sumarle que también estábamos pidiendo «claras» y «cañas con limón», que es algo que en Canadá no conocen (en parte porque, atención, aquí la Fanta de Limón… ¡no existe!).
La primera noche entre el jetlag y el aprender a pedir cañas, tubos, jarras, dobles y claras nos fuimos a dormir pronto, y encantados de estar en Madrid. Además pensábamos que para el segundo día teníamos mucho avanzado… pero en España hay tantos tipos de bares como personas. En la primera parada nuestros guiris aprendieron a pedir «tercios» y directamente «una Alhambra 1925» o «una Mahou» (como digo eso les gustó, porque en Canadá siempre especifícas la marca hasta en el lugar más cutre). Pero en la segunda parada volvimos a liarles, porque fuimos a uno de esos sitios que te ponen «cubos» de cerveza donde no es que tengas que beber de un barreño de cerveza sino que te ponen un cubo con «botellines» o «botijos», que además también puedes pedir de uno en uno.
Así que en dos noches y cinco bares ya habíamos repasado nueve formas de pedir una cerveza, todas ellas sin usar la palabra «cerveza» en ningún momento. Por cierto, que de paso también tuvieron que aprender a decir menos «por favor» y usar más el imperativo: dame, ponme, me traes… pero lo importante es que parecía que ya tenían controlado cómo pedir una cerveza en cualquier bar y en cualquier tipo de recipiente.
Pero a la mañana siguiente cogimos el coche y empezamos nuestro viaje, adentrándonos en una España más rural. Y ahí nos salió al paso otro término: los «cortos» de cerveza. Con nuestros guiris ya un poco hasta los pelos dimos un repaso a todas las formas de pedir cerveza que habían aprendido, y una última pero importante lección…
Guiris: Entonces el «corto» es este vaso pequeño ¿no?
Mi Cacho-Carne: Sí, pero acuerdate de que si lo que hay en el vaso es vino entonces no es un «corto», es un «chato».
G: Pero para la cerveza ya no quedan más nombres….
MCC: No. Bueno, aún nos falta uno que no hemos pedido en ningún sitio: un «mini».
G: ¿Y el «mini» es más pequeño que el «corto»?
MCC: Todo lo contrario, el mini es el más grande de todos. Somos todo ironía.
G: Qué lío.
MCC: Pero cuidado, que en media España no lo llaman «mini» sino «cachi»…
G: ¡¡¡AAAAAAAAARG!!!
Ahí dejamos el curso «Cómo pedir cerveza en España 101». Para el año que viene quedan los diferentes idiomas de cada región, y la jerga común tipo «birras», «frescas», «zumo de cebada» o «rubias». Si se os ocurren más dejádmelas en los comentarios para que se las cuente.
Y no sé vosotros, pero yo nunca me había dado cuenta de lo complicado que puede ser pedir una cerveza en España para alguien que ha aprendido español a cinco mil kilómetros del primer bar de tapas decente. Y recuerdo con mucho cariño lo sencillo que fue en Holanda aprenderse el twee biertjes alstublieft!, y hasta el fin del mundo que llegábamos con él…
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