A día de hoy trabajo con ordenadores, dedico parte de mi tiempo de ocio al ordenador (desde juegos hasta este mismo blog) e incluso dependo del ordenador para ver y hablar con mi novia (aunque dentro de poco será para ver y hablar con mis padres). Así que de vez en cuando me entran neuras en las que me planteo qué haría yo si no tuviese un ordenador delante, como por ejemplo si hay un holocausto zombi. Al principio podría escribir un blog sobre el tema, como en Apocalipsis Z (pedazo de libro), pero cuando nos quedásemos sin electricidad, ¿qué podría aportar yo a la sociedad aparte de unos cuantos chistes? ¿De qué me serviría saber cómo conseguir más retweets o cómo montar una página de empresa en Facebook?

Es un tema que me preocupa, y que además creo que afecta a una gran parte de la población. Hemos perdido la sabiduría que ha traído a la civilización hasta donde está. ¿Quién sabría hacer un queso sin mirarlo en la Wikipedia? ¿Y hacer un botijo para llevar agua de un sitio a otro? Piensa en tus amigos y mira cuántos saben algo de mecánica, artesanía, pintura, cocina, bricolage, construcción, cultivo, ganadería… el número es pequeño. Si el año que viene el calendario maya nos da una sorpresa vamos a tener que ponernos las pilas en todas estas cosas.

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Mi ópera prima panadera

Por eso yo, tras mucho buscar, he encontrado mi vía de escape para apagar el ordenador y mi futura utilidad en caso de colapso de la civilización (lo que, viendo cómo están los mercados, tampoco sería muy sorprendente): hacer pan. Es una tarea suficientemente sencilla como para que hasta el más zote de los seres humanos haya comido con pan desde la prehistoria, pero al mismo tiempo es un campo donde las posibilidades son infinitas. Desde una simple barra de pan hasta una empanada de ostras la base es la misma, y entre medias te puedes hacer más de un bollo preñao de chorizo. Además, en caso de holocausto zombi puedes ganarte el favor de los no-muertos haciéndoles molletes para que se coman los cerebros humanos en bocata… y dentro de un escenario algo más probable, tanto en mi familia como en la de mi novia el hacer pan es bien recibido porque se trata de comida, y de una comida que gusta a todos y que puede acompañar al queso, a la sobrasada, al foie, al jamón, al chocolate y a la mayonesa: ¡qué más se le puede pedir!

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Cocción y degustación del pan. Nota: a la 1.00 am vuelves a casa y te preparas pan recién hecho con sobrasada, y flipas.

En las fotos podéis ver el resultado de mi primera experiencia panificadora, siguiendo la receta del archiconocido Manual de Cocina de la Sección Femenina: un pan recio, con la corteza dura y al que le falta sal. Un pan que pensábamos que no iba a salir bien pero que al final está mejor que el del chino de la esquina y que sabe a «esto se me va a dar bien», sobre todo porque como el primer bocado me supo un poco soso el segundo lo acompañé con un pedacito de morcilla de Jaén y al tercerlo le unté una buena cantidad de sobrasada. Un éxito de crítica y público (yo mismo y mi madre que me quiere mucho) que me da la confianza necesaria para seguir aprendiendo e impresionar a las visitas cuando vengan a verme a Canadá.

Así que ya lo sabéis, la próxima vez que me veáis lo mismo huelo a pan recién hecho, pero eso a la mayoría de vosotros no os da permiso para morderme.


Comentarios

2 respuestas a «Mi primer pan»

  1. Pues la madre de Marta tiene una panificadora superguachis!

  2. Avatar de Belén Moreno Garrido (@BelenMoreno)
    Belén Moreno Garrido (@BelenMoreno)

    Jajajaja genial idea!! En cuanto pueda te hago la competencia… Tendremos que hacer un estudio de mercado para averiguar como les gusta el pan a los zombis (calentito?, tostado?, crujiente?, blando?)
    Tu madre estará tranquila, ya sabe que no vas a morir de hambre en el Canadá! 🙂

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