Hace mucho que no hacía café, por aquello de que me salen bastante malos. Pero no hay nada que desayunar, así que me lanzo. Pongo una buena cantidad de agua y una buena cantidad de café. Lo dejo en el fuego hasta asegurarme que todo el agua había subido. Y sale suficiente café para llenar mi taza, aunque otra vez con el colorcillo tipo Nestea. Un poco hasta las narices de todo cojo el bote de leche condensada y pongo tal cantidad que, tras remover, tengo un brebaje de color parecido al té con leche. Eso sí, me lo bebo y está de muerte.
Efectos secundarios:
Ningún problema para dormir. Cierta hiperactividad durante todo el día por el subidón de azúcar. Ni rastro de las agujetas que me acechaban tras mi primera clase de capoeira.
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