El que dijo aquello de «a la tercera va la vencida» no sabe la suerte que tuvo de fallar sólo dos veces antes de tener éxito. Pensando que lo que falló la última vez fue que la cafetera estuviese mal cerrada, me disloco los hombros para que el aparato quede sellado como tumba de faraón. El café sale, pero mosqueado me quemo todos y cada uno de los dedos hasta que consigo abrir la cafetera y comprobar qué ha pasado con el agua. Prácticamente no queda agua, lo que es buena señal y supone que me he quemado los dedos para nada. Sin embargo, el café sigue estando bastante malo, pese al azúcar moreno que le pongo. O por culpa del azúcar moreno, ya no me fío de nada.
Efectos Secundarios:
Ningún efecto secundario. Ni siquiera consigo eliminar el sabor a esparto que me dejó el Oraldine la noche anterior, y eso sí que me joroba.
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