Hace ya quince años de mi primer Invierno Canadiense™ y mis primeras compras de ropa para sobrevivir temperaturas de hasta treinta grados bajo cero. Quince años en los que he aprendido mucho sobre lo que de verdad importa en la lucha contra el frostbite (que en español se dice»congelación» porque es lo que es, pero si lo digo en inglés suena que da menos miedo a mi madre), en qué merece la pena gastarse los dineros, y que las manoplas no son sólo para niños.
Y aunque no se me ha dado mal, sí ha habido momentos en los que he pensado que me volvía a casa con hipotermia o un dedo menos. Os dejo una conversación de allá por 2016 que no se me olvida:
Mi Cacho-Carne: Estábamos haciendo recados por el pueblo, y al volver al coche yo pensaba que me moría de frío.
Amigo Canadiense: ¿Por?
MCC: Porque estábamos ya dentro del coche, con la calefacción puesta, y yo con las manoplas puestas, y es que de verdad que me dolían las manos del frío que hacía. Brutal.
AC: Ah, ¿es que no has tenido frío nunca antes?
En aquel entonces ya tenía el abrigo que tengo ahora y que me compré en 2014 por $430 dólares. Uno de esos ejemplos que decía de haber aprendido dónde merece la pena gastarse los dineros: aquello fue toda una inversión, pero echando cuentas ahora llevo casi una década calentito por menos de $50 al año y usando el mismo abrigo para ir al trabajo, patinar, esquiar y poco más porque con treinta bajo cero adónde más vas a ir.
Las botas que salen en esa entrada de 2014 también salieron buenas, pero el año pasado los «descosidos que no pasa nada que les saco otro invierno» empezaron a pintar mal porque empecé a llegar a casa con marcas de agua en los calcetines. Que normalmente no es el fin del mundo, pero el agua a menos treinta grados tocando el pie es el principio de una triste historia. Así que me puse a buscar botas nuevas.
El problema de las botas es que no hay una solución que sirva para todo como con el abrigo. Los años anteriores tiré por la opción de botas más estilo «paseo por la montaña», que es lo más cercano a valer para todo: no desentonan mucho en la ciudad, pero son suficientemente resitentes para ponerlas en las raquetas de nieve y salir de paseo. Pero claro, esa versatilidad significa que tienen inconvenientes por los dos extremos: aunque por la ciudad van bien, no te las puedes poner para estar en la oficina todo el día (por elegancia y porque pesan lo suyo); y aunque te las puedes poner con las raquetas de nieve sólo llegan hasta el tobillo y si vas por algún sitio donde la nieve llega hasta la rodilla (algo bastante normal) te va a entrar nieve y vas a sufrir.
Así que el año pasado, con la perspectiva que dan los años y la seguridad que da una década más de ahorros en el banco, hice un cambio radical de estrategia y me lancé al paraíso botil del Invierno Canadiense™: dos pares de botas para distintos usos.
Las botas gordas ($180)
Las primeras que cayeron fueron las de «para cuando hay nieve hasta la rodilla». Son unas botas enormes que pesan como tres sandías cada una, pero tienes el pie calentito y seco a un nivel superior. Éstas en particular (Helly Hansen Lockdown IceFX) tienen además suelas especiales para evitar los resbalones en el hielo (eso es el IceFX), lo que se agradece cuando sales a hacer recados. De momento el mayor problema que les veo es que si tienes que conducir con ellas es incomodísimo, porque entre el tamaño y lo que pesan es difícil saber si estás pisando el pedal del freno o tu otro pie.
Este tipo de bota es cara, aunque si eres de pies frioleros en seguida se te olvida. Yo aproveché las ofertas de Boxing Day (el 26 de Diciembre es festivo en Canadá y empiezan las rebajas) y pagué $180, que me pareció bastante bien teniendo en cuenta que el precio normal era $240.
Y sí, aquí el ojo experto habrá visto que este es el tipo de bota en el que domina la marca Sorel, y la verdad es que todo el mundo que tiene Sorels está bien contento. Hay gente que yo creo que se las pone el uno de diciembre y no se las quita hasta el quince de marzo, que me parece una exageración con el tiempo y la nieve de Toronto.
Las botas elegantes ($160)
Lo que no conseguí el invierno pasado fue comprar también las botas de ciudad, porque Boxing Day está muy bien pero como llega después del subidón comprador de Navidad hay muchas veces que lo que quieres comprar está agotado. Sobre todo en cosas de ropa donde hay tallas mucho más populares que otras. Así que aunque yo había encontrado tres buenas opciones, cuando quise comprarlas me comí los mocos. Por suerte, habiendo asegurado las botas gordas y trabajando desde casa, tenía suficiente para aguantar hasta el final del invierno.
Y por supuesto, con los deberes bien hechos, he pasado todo 2022 esperando pacientemente las temporadas de rebajas canadienses, y cuando llegó Black Friday yo ya tenía cargada la página web y tenía la tarjeta de crédito en la mano para lanzarme a por la que, para mí, es la bota de invierno más chula que te puedes comprar: Kodiak Dundonald. Es casi igual a los zapatos altos que uso el resto del año para ir a la oficina cuando hay que ir, pero con el añadido de protección contra el frío y también con suela especial anti-resbalones. Y una cremallera ahí en plan malote porque yo lo valgo.
De precio prácticamente igual que las botas gordas ($230), con prácticamente el mismo descuento (yo pagué $160). Me las estoy poniendo todos los días desde que empezó a caer nieve por aquí, pero espero que me duren tanto como las últimas.
Y hasta aquí esta edición de ropa para el Invierno Canadiense™, especial botas. Si os quedáis con una sola cosa de esta entrada, que sea visitar la web de Rate my Treads para saber qué botas tienen suelas antideslizantes y cuáles no.
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