Cualquier calcetín que haya pasado por Norteamérica se ha enfrentado al peliagudo tema de las propinas, aquí llamadas “tips” o “gratuity”. Al guiri-ibérico no le resulta fácil, cuando pone sus pies en este lado del Atlántico, cambiar el concepto de gratificación pequeña con que se recompensa un servicio eventual (eso según la RAE, que a pie de calle es más colocar la calderilla que no quieres llevarte quedando bien) por el de la propina como algo cuantioso y casi obligatorio.
En realidad parece una duda importante de la humanidad en el siglo XXI, a juzgar por la cantidad de información que hay en la página de la Wikipedia dedicada a las propinas. Pero yo, que no he viajado poco, a día de hoy prefiero el sistema español. Creo que resulta más cómodo saber desde el principio cuánto te van a costar las cosas, y que es mejor para el trabajador saber cuánto va a ganar con su trabajo. Me gusta pensar en la propina como un pequeño extra, y que juntando los pequeños extras de todo un día salen unos euros para el camarero que sabe ganarse a la clientela.
Pero en Norteamérica, cuna de las cosas modernas y a la vez hogar de algunas de las ideologías más conservadoras, piensan distinto. Aquí la propina se considera una parte sustancial de la relación cliente-establecimiento. Por un lado, supone una parte importante del sueldo del camarero, cuyo salario base no da para vivir por estas tierras. Por otro, permite al cliente tomarse la justicia por su mano decidiendo el precio que está dispuesto a pagar por el servicio recibido en el mismo momento de recibirlo. Y ojo, que aunque a mí no me guste, el sistema funciona. Si el camarero va a cobrar lo mismo te trate bien o mal ¿para qué se va a esforzar? Los europeos nos conformamos con no verle cuando escupe en la comida, y en cambio aquí los camareros son todo atención, amabilidad y amor. A veces hasta el hartazgo y el mal rollo, pero con buena intención.
Entonces ¿cuál es el problema? Pues desde mi pedante punto de vista es algo estructural. Si la propina pone algo de manifiesto es que los sueldos de los camareros son muy bajos, y los norteamericanos, en vez de ir a la huelga y liarla parda para acabar con este problema social, lo compensan con la propina. Una actitud muy loable pero poco eficiente, ya que perpetúa el problema. Al final el empresario consigue camareros que trabajan muy duro porque les va el sueldo en ello pero no tiene que pagarles decentemente, mientras el camarero no tiene un sueldo estable y el cliente tiene que pagar de más. Un concepto bastante capitalista, todo sea dicho: sólo ganas un sueldo decente si te dejas los cuernos, y estás siendo constantemente evaluado.
De todas formas, los turistas solemos saber poco sobre cómo funciona realmente el sistema de propinas norteamericano, así que os dejo una guía básica para entenderlo y que no os metáis en problemas cuando vengáis a verme:
- No es obligatorio dejar propina, pero irse sin dejar propina porque no es obligatorio es un poco como robar al camarero que te ha atendido (salvo si te han atendido realmente mal).
- Por aquí la propina se ha estandarizado en torno al 15% (no hay que clavarlo). Si te han tratado muy bien, dejas más. Si no te atienden convenientemente, dejas menos. Y si quieres dejar claro que el servicio es malísimo, dejas una moneda en plan “no es que se me haya olvidado o sea un rata, es que creo que das pena”.
- Si pagas con tarjeta de crédito, unas veces te traen el recibo para que lo firmes y pongas ahí cuántos dólares dejas de propina y la suma total de la cuenta (lo que, todo sea dicho, da un poco de mal rollo porque significa que tienen tu número de tarjeta y añaden la cantidad después, y un español se equivocaría a su favor más de una vez al marcar), y otras veces te pasan la máquina y puedes poner el porcentaje (mucho más cómodo para los que hicimos la ESO) al tiempo que pagas.
- En mesas de muchos comensales el restaurante puede incluir la propina en la cuenta, aunque suele avisarlo en la carta. Lo pueden hacer de forma automática (siempre que la mesa supere el número X de comensales) o dejarlo a decisión del camarero, que tiene que juzgar si le interesa asegurar la propina impuesta por el restaurante o arriesgar a que los clientes le dejen una propina mejor. Un buen camarero opta por la segunda opción, salvo que los clientes sean muy guiris (sobre todo si son franceses).
- El sistema no se aplica sólo a camareros, sino a otros profesionales del sector servicios que te ofrecen un servicio dedicado y personalizado: taxistas, peluqueros, repartidores, etc. Creo que de hecho lo más difícil del sistema es saber quién merece propina y quién no: el camarero sí, el que te atiende en el McDonald’s no, el que te atiende en la barra de una discoteca sí, en una tienda no, en un taxi sí…
En cualquier caso, lo más importante es saber adaptarse a las convenciones sociales de cada país. Si aquí las cosas funcionan así, habrá que acostumbrarse, y seguro que al final le coges el truco e incluso tiene su aquél tener el poder. Ya nos gustaría en España decirle al camarero desagradable que te mira con asco cuando le pides un vaso limpio o al peluquero que ha pasado de tu culo cuando le has dicho “no-me-alises-el-pelo” (en serio, ¿tan difícil de entender es?) que les vas a pagar menos.
Aprendamos de los guiris que visitan nuestra madre patria, que en seguida se hacen a la siesta y a la tapa gratis.
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