Si eres friki, sabes lo que es el hidromiel: una bebida que gusta a hombres, elfos, enanos, magos, orcos, dioses y criaturas fantásticas por igual. Si además de friki eres un poco culto, sabrás que es una bebida real con la que ya se cogían sus buenas moñas griegos, romanos, celtas, normandos, sajones, vikingos y mayas.
Lo que a lo mejor no sabes es que de hecho el hidromiel se sigue fabricando, pero para eso está este blog. Para eso y para darte envidia, porque ya lo he probado gracias a esa maravilla de sitio que es Canadá, donde lo encuentras en las tiendas de vinos y licores y puedes convencer a los padres de tu novia de que sería un excelente regalo para tus padres, como hizo mi cacho-carne con los ojos como platos tras gritar «¿El hidromiel existe en Quebec?» y obtener como respuesta un tranquilo «mais oui».
Ha pasado casi un año desde que el hidromiel llegó a casa. Un año de poder decir a la gente «pues sí, en casa tenemos una botella de hidromiel para una ocasión especial: el fin de un asedio, la quema de herejes en la plaza pública o la vacuna contra la peste negra». Un año de preguntarnos si deberíamos dejarnos crecer la barba y matar un uro para usar sus cuernos como sofisticados vasos. Un año de molar que toca a su fin para dar paso a una vida entera de molar, porque nosotros ya hemos bebido hidromiel.
Y ahora vamos con la cata enológica. El hidromiel que teníamos nosotros se alejaba de su parecido con la cerveza y se acercaba más a un vino dulce, porque no tenía burbujas y era bastante denso en el paladar. Además era bastante fuerte para cualquier cerveza, pero gracias a la miel la sensación en la garganta es muy agradable. Vaya, que podrías estar bebiéndolo constantemente, aunque nosotros optamos por tomarlo con el aperitivo para acompañar unos canapés de foi (cuando abres una botella de hidromiel no vas a acompañarla con chopped… aunque un buen chopped pega con todo, las cosas como son).
Así que un nuevo punto para Canadá, que ya había conquistado nuestros paladares con el no menos místico vino de hielo del que ya os hablaré cuando pille las dos botellas que me esperan en Toronto.
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