Una de las cosas más difíciles para el emigrante millennial español es la falta de acceso a guarriperías españolas de toda la vida. Porque los italianos, los franceses y los portugueses que viven fuera, o al menos los que han acabado en Canadá, se lo han montado muy bien y es fácil encontrar «sus cosas», pero los españoles nunca hemos sabido vendernos fuera de casa y eso lo pagamos los emigrantes.
Sí, ahora podemos encontrar aceite de oliva y jamón con relativa facilidad (aunque el jamón a cojón de pato), pero los que crecimos en los noventa echamos de menos otro montón de cosas. Para algunos son las Ruffles Jamón-Jamón, para otros los Huesitos o unos Triskis (un saludo a los amiguetes de Isabella St. y Marlow Ave.), y para la mayoría es el Turrón de Suchard. Una joya de nuestra gastronomía que se parece al turrón como un huevo a una castaña, pero a la que hasta nuestro guía espiritual José Andrés echa de menos y vuelve de España con maletas llenas.
Bueno pues tengo buenas noticias: he encontrado la digievolución del turrón de Suchard. Aún tengo que comerme el equivalente a unos diez años de chocolate para confirmar que, en efecto, está mejor; pero lo que está asegurado es que está es a la venta todo el año en Canadá y eso le da ya muchísimos puntos. Os presento el Ritter Sport con Cornflakes.
En realidad no es nuevo, parece que existe desde [año]. Lo mismo los alemanes en esto de promocionar lo suyo se parecen más a los españoles de lo que pensábamos. El caso es que yo esto no lo había visto ni en España ni en Canadá hasta hace un mes, y no es algo que creo que se me hubiese pasado desapercibido, por tres cosas:El nombre original es Knusperflakes que suena hasta navideño, por si os empeñáis en seguir la tradición.
- Es chocolate.
- Es chocolate en un paquete amarillo brillante.
- Ritter Sport es una marca con morriña: creo que a la madre de mi cacho-carne se lo llevaban de contrabando desde Alemania cuando era pequeña, y recuerdo de pequeño pensar que era un capricho especial. Así que siempre que la veo por el rabillo del ojo me paro a mirar.
¿Y por qué estoy enamoradísimo? Pues aparte de esos tres puntos de arriba, que no son poco motivo, porque está de muerte. El chocolate es mucho más chocolate que el de Suchard (sin ánimo de ofender, creo que todos sabemos que el éxito del Suchard no se debe a la calidad de los ingredientes), la textura de los Cornflakes dentro es tanto o más satisfactoria que la del arroz inflado, y el sabor del Cornflake mismo yo creo que queda mejor (pero ya he dicho que me queda mucho Knusperflakes que comerme antes de tomar la decisión final). Lo único que juega en su contra es el precio, pero sólo si no cuento el coste que decida cobrar el malvado algortimo por un billete de avión para ir a Madrid en Navidad a comprar turrón.
Ale, ya podéis ir a la despensa a ver qué chocolate encontráis que os podáis llevar a la boca.
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