El día de cocinar manjares para todo el año

En cuanto dejas de vivir con papá y mamá aprendes las bondades de cocinar en grandes cantidades. Simplemente porque ya que te pones tardas lo mismo en hacer una ración que seis, y así te ahorras cocinar y fregar los cacharros varias veces. Pues bien, en la famila de la cacho-novia, donde hay cocineros profesionales y una cultura gastronómica que supera lo imaginable, esta estrategia ha alcanzado un nivel de eficiencia y calidad que me río yo del fordismo y la revolución industrial.

pato confitado
Sí, hacemos cosas como esta.

Para la mayor parte de la gente esto de cocinar en grandes cantidades es:

Ya que me pongo, en vez de hacer lentejas sólo para hoy hago lentejas para toda la semana.

Pero eso es para principiantes. En esta familia el razonamiento es más bien:

Ya que me pongo, en vez de hacer pato confitado para hoy hago pato confitado para todo el invierno y para toda mi familia y mis amigos.

Así que se planifica un día (preferiblemente en el primer o segundo fin de semana de diciembre) en el que se junta toda la familia (padre, madre, hija, cacho-carne, calcetín, primos, tías…) para hacer cinco delicatessen en cantidad suficiente para no tener que volver a cocinar hasta el año siguiente: rosquillas (receta secreto de la familia), pasteles de carne, pato confitado, ragût boulet y foie grass.

El secreto para que esto sea posible es tener un auténtico Chef en la familia. No sólo por la parte culinaria de saber cómo hacer pato confitado y foie grass, sino por algo mucho más complicado: la organización de tanta gente en la misma cocina. Esto lo intentas con una familia española y acaba la mitad de la gente gritándose y la otra mitad en el hospital con quemaduras de aceite y dedos cortados. Aquí hay un jefe a quien todo el mundo hace caso y va todo como la seda, te lo pasas bien y aprendes más que viendo a Arguiñano cinco años.

pastel de carne
Pasteles de carne de los de dejar enfriándose en el balcón. Estos están listos para el horno.

Para empezar hay que comprar toda la materia prima, y cuando ves las cajas parece que han dejado el Merkamadrid vacío: diez kilos de carne picada, 26 muslos de pato, diez hígados de pato, litros y litros de aceite, leche, harina… obviamente eso requiere planificación aunque sólo sea para llevar un coche suficientemente grande, pero también para llevar la cuenta de todo lo que se compra y que al final cada uno pague en función de la comida que se lleva a casa. Ojo, siendo la comida que es el precio que sale al final es una ganga, básicamente porque no pagas el trabajo de los diez cocineros.

Para continuar, no vale el «pues me paso por tu casa el sábado por la mañana». Aquí a las nueve de la mañana clavadas está todo el mundo en la cocina con las manos lavadas, el delantal puesto y cafeinado para aguantar trabajando a ritmo frenético el tiempo que haga falta, con un descanso para comer a la hora que cuadre con las recetas.

Pero lo más importante de todo es saber cuál es tu función y hacerlo a la perfección: hacer la masa de los pasteles de carne o de las rosquillas, cocinar la carne del ragût, freir las rosquillas, cocer los pasteles, envasar al vacío las cosas que están listas… la mayor parte de los miembros de la familia tienen su función asignada desde hace años, pero sin la jefa de cocina los nuevos estaríamos perdidos.

dali mirando la carne
Dalí también quiere ayudar. En el departamento de carnaza, concretamente.

Recuerdo que el primer año que participé, que sería la tercera vez en mi vida que veía a la familia política, según llegamos por la mañana me pusieron a cortar cebollas y pelar patatas que me acordé de las historias de mi padre sobre la mili. Luego pasé a recortar el agujero del centro de los pasteles de carne antes de cocerlos, pero ahí duré poco porque no los hacía del tamaño adecuado (el nivel de exigencia de gente tan organizada y capaz de hacer foie grass en casa no es precisamente bajo). Entre mi inexperiencia, la novedad de la aventura y que todavía nos conocíamos poco la verdad es que aquel año no hice mucho.

Pero no os preocupéis que he subido rápidamente en el escalafón y este año, que ha sido sólo mi tercera participación, he estado al pie del cañón todo el rato y en puestos de responsabilidad. En parte porque gracias a los panes que hago me he ganado el respeto culinario de la familia, pero también porque nos han acompañado dos amigas a las que les ha tocado empezar desde cero: cortar cebolla, pelar patatas y amasar las albóndigas. Y si yo fallé en el tamaño del agujero de los pasteles ellas han tenido que rehacer las albóndigas dos veces porque estaban saliendo demasiado grandes. Ya digo que aquí te lo pasas muy bien, pero tienes que darlo todo.

haciendo rosqullas
El departamento de formación de rosquillas.

Al final este año me ha tocado engargarme del pato confitado (lavar los muslos del marinado en el que estaban, secarlos, colocarlos correctamente en las bandejas y cubrirlos de la grasa de pato en la que se cocinan) y preparar la mezcla de carne picada para las albóndigas. Además he prestado atención al departamento del foie grass (que sólo hay una persona, así que veo futuro) y del envasado al vacío. Lo mismo el año que viene pido un ascenso.

Por si todo esto fuera poco, en un descanso fuimos con el cacho-suegro al bosque a cortar árboles de Navidad. Es el segundo año que lo hacemos en el mismo día de la cocina así que para mí ya cuenta como parte de la tradición. Y tengo que reconocer que cuando estoy andando por los bosques de Quebec con una sierra en la mano, hundiéndome hasta la rodilla en la nieve mientras buscamos el árbol perfecto para traer a casa, es uno de los momentos de del año en que me siento más integrado en Canadá.


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