A finales de octubre hicimos nuestra primera cerveza casera, y como os conté pensábamos que la habíamos liado en algún punto. Para confirmar las sospechas, el jefe de mi cacho-carne abrió la primera botella hace unas semanas (por cumplir con los tiempos de las instrucciones y porque para eso estaban fermentando en su sótano) y por lo que nos contó fue bastante decepcionante: buen sabor aunque un poco fuerte, cero burbujas y muchos posos. Vamos, que no se la terminó.
El caso es que yo no me podía quedar sin probarla, así que ayer que estuvimos en su casa de fiesta lo primero que hice fue pedir una de las botellas. Hasta tres personas me preguntaron si estaba seguro de querer pasar por semejante experiencia… ¡por supuesto! No es sólo mi primera cerveza, es también la responsabilidad que tengo con los lectores de este blog que llevan dos meses sin ir al baño preocupados por el desenlace de esta historia. Así que vamos al ajo.
Por dármelas de entendido, pedí un vaso para servir la cerveza y poder examinar la espuma, el color y todas esas cosas. La primera sorpresa fue que había suficientes burbujas como para crear una espuma bastante decente, aunque es verdad que en la boca eché de menos unas burbujas más fuertes. Pero nada que ver con el caldo que nos habían descrito, así que muy contento en este aspecto.
Nada más servirla la cerveza se veía bastante turbia, pero al cabo de un par de minutillos reposando los posos se fueron casi todos al fondo. Cierto que la cerveza seguía siendo bastante más densa de lo normal, aunque con un color marroncillo que no es el más atractivo, sobre todo porque la receta era para hacer una «amber ale»). El caso, perfectamente bebible salvo el fondo del vaso, que eso sí que daba un poco de miedillo.
En cuanto al sabor, la verdad es que ahí lo clavamos si lo que te gusta es la cerveza fuerte. La contrapartida es que también salió bastante alcohólica, de esto que lo notas ya en el sabor y no te cuento cuánto a los cinco minutos de terminarte una pinta, pero mucha gente lo consideraría un punto a favor. El caso es que yo me la bebí enterita (excepto el culo, para no masticarme los posos) y me pareció muy decente para ser nuestro primer intento.
Pero ahí no acaba la cosa. Sorprendido de que yo me hubiese bebido toda la cerveza en vez de tirarla por la pila, el jefe de mi cacho-carne abrió otra botella, que resultó estar al mismo nivel que la mía. Además estábamos hablando con uno de nuestros amiguetes, que es un experto cervecero (destila cerveza en casa una vez a la semana… y su novia se lo permite, no digo más), y como para nuestra cerveza reciclamos botellas comerciales al probarla nos llegó a poner en duda que fuese una de las nuestras en vez de una de la tienda, aunque le convencimo gracias a los posos
Después de eso se nos subió la gloria (y nuestra cerveza, que insisto que era fuerte) a la cabeza y abrimos la cuarta y última botella. La buena noticia es que aquí encontramos todo el gas que les faltaba a las otras. La mala es que también tenía bastantes posos (lo uno va con lo otro), y la combinación creó un brebaje bastante turbio y masticable con el que no se atrevió nadie.
En resumen, que el resultado de nuestro primer intento, sin ser ninguna maravilla, ha sido suficientemente decente como para que hablemos de él como nuestro primer intento y no como nuestro único intento. Sobre todo porque nuestro amiguete experto se ha ofrecido a ser nuestro sensei y compartir su conocimiento con nosotros, así que que tiemble la Mahou.
Deja una respuesta