El día de la hamburguesa

Las cervezas cuestan una pasta, no ponen tapas en los bares, no han oído hablar de la caña con el límón o el kalimotxo y nadie entiende que hay diferentes tipos de siesta; pero hay días que sale a cuenta vivir en Norteamérica. Por ejemplo, cuando un periódico local monta una barra libre de mini-hamburguesas gourmet preparadas por 51 restaurantes de moda de Toronto.

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Así entienden algunos lo de «mini» hamburguesas.

El Burger Day era el evento culminante de la no menos atractiva Burger Week. Durante una semana los restaurantes participantes ofrecían sus mejores hamburguesas por 5$, que hablando del nivel de hamburguesa del que estamos hablando es como para no comer otra cosa en toda la semana. Pero nosotros, más gochos, nos reservamos para la barra libre, que eran $30 pero juntaban a todos los restaurantes en el mismo sitio y con tarifa plana. No se me ocurren formas mucho mejores de pasar el domingo que yendo a un parque a comer hamburguesas hasta reventar, y menos mal que todas las hamburguesas ese día eran «mini» (lo que por alguna razón incompresinble aquí llaman sliders).

El evento estaba programado de 12.00 a 16.00. Nuestro equipo de estrategas decidió que lo mejor era plantarse allí en cuanto abriesen para pillar menos gente y tener más tiempo para cebarnos, y preparó una lista de restaurantes en los que centrarnos para esquivar las hamburguesas más «normales» y probar todas las interesantes. La primera parte del plan fue crucial, porque según avanzó la mañana se fue despertando toda la gente que se había pasado la noche de fiesta y a la que se le ocurrió que la barra libre de hamburguesas era el remedio ideal para la resaca. También hicimos dieta preparatoria: un desayuno escaso antes de ir y una ensalada para cenar la noche anterior. Pero, sinceramente, no hay forma de preparar el estómago para semejante exceso en tan poco tiempo.

Según cruzamos la entrada mi cacho-carne se paró en el primer puesto para probar la primera hamburguesa, y ahí empezó una hora de gula y glotonismo de proporciones bíblicas. Por una lado, íbamos haciendo cola en los sitios que queríamos probar. Por otro, mientras hacíamos cola alguien se descolgaba del grupo para traer avituallamiento de algún otro puesto cercano. Y por otro, cada vez que veía un puesto sin cola mi cacho-carne atacaba. Después de la décima ya empezó a ser más selectivo, aunque lo de «parar para descansar» no ayuda si incluye beberse una cerveza.

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Nuestras favoritas (de arriba a abajo e izquierda a derecha): Gladstone Hontel, Gangster Burger, Rock Lobster y Goods & Provisions.

No voy a mencionar todas las hamburguesas que había. Ni siquiera todas las que probamos, en parte porque de muchas no me acuerdo. Pero para que os hagáis una idea del nivel, aquí van las que más nos gustaron (los nombres hacen referencia al restaurante en cuestión):

  • Gladstone Hotel: costillas de vaca (carne picada, se entiende), cebolla roja en vinagre, lechuga y mostaza. Sin lugar a dudas mi favorita de todo el día, porque el sabor de la carne habría sido muy bueno como simples costillas pero en el panecillo con todo lo demás estaba sencillamente brutal.
  • Gangster Burger: carne de vaca, kimchi salteado, mayonesa con chiplote, huevo frito y salsa de la casa. Lo que no te dicen es que el huevo es de codorniz, y no está frito sino a la plancha (vaya, como «fríen» los huevos aquí). La mezcla de sabores es tan interesante como buena estaba la hamburguesa.
  • Rock Lobster: carne de vaca («ground chuck», que es mejor calidad), aliño Old Bay, mayonesa con ajo y limón y langosta. Fuck yeah, langosta en una hamburguesa. Compensa la larguísima cola que había para pillar una de estas, y la única pega es que yo habría puesto más langosta. Ni idea de qué es el aliño Old Bay, pero debe estar bueno.
  • Goods & Provisions: carne de vaca y tuétano con bacon ahumado, relish de tomate y chalotas, y mayonesa con cheddar. De sabor estaba muy buena, pero la carne era un poco grasienta… lo que no es un problema salvo cuando te estás planteando si puedes probar más de veinte hamburguesas.

Además de este póker también comimos hamburguesas con queso azul, con aritos de cebolla, «normales» pero hechas a la perfección… y la única que en mi opinión habría merecido probar y se nos quedó fuera es la que tenía ostras (tranquilos, que estaban cocinadas). Al salir de allí nos dimos un largo paseo para bajar comida, y como buenos expertos al llegar a casa nos echamos una siesta de campeonato. Esperemos que repitan el evento el año que viene. Y que se me descolapsen las arterias de aquí a entonces.


Comentarios

5 respuestas a «El día de la hamburguesa»

  1. Madre del amor hermoso, si me pillan ahí juro que me echan XD

  2. ¡Qué barbaridad! En un evento así creo que es crucial no hacer descansos porque entonces al cuerpo le da por ponerse a hacer la digestión y ya no hay manera de que te entre mucho más después. Mejor todo del tirón 🙂

    Besos!

    1. ¡Me gusta tu estrategia! ¿Te vienes el año que viene?

  3. Avatar de Pah-put-xee
    Pah-put-xee

    Podías hacer una gestión para juntar el dia de la hamburguesa con el oktoberfest…¡si lo consigues prometo acudir!

    1. Por no cambiar de país yo lo juntaría con el día de la poutine, que te quedaste sin probarla 🙂

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