Los que me tenéis por el Facebook habéis estado viendo todos estos meses mis primeros pasos como panadero. Algunos incluso habéis tenido la suerte de probar algunos de los panes que he hecho, y de ver cómo he ido mejorando desde aquel primer pan soso y sin cocer con el que empecé. Pues bien, como parece que el tema de inmigración va para largo he decidido tomarme el tema panadero un poco más en serio, y con una pequeñísima inversión (menos de $50, que por mucha ilusión que me haga sigo siendo un parásito social sin sueldo) ya puedo dármelas de aprendiz en casa.
Lo primero fueron los paños de cocina. No tienen nada de especial, salvo que están dedicados en exclusiva a tareas panificadoras como cubrir la masa o servir de molde donde dejarla crecer una vez le has dado la forma. Ahora están bastante nuevos pero con el tiempo se pondrán más recios en plan panadería de pueblo, pues al parecer uno de los consejos de los expertos es no lavar estos paños regularmente (una vez cada seis meses, aproximadamente).
Después encontré el molde para cocer baguettes. Al contrario de lo que se piensa, ese molde no sirve para darle forma a la masa (eso se hace a mano) sino para cocer las baguettes y que no se deformen, ya que al cocer el pan suele crecer un poco más. Lo gracioso es que este molde, que lo compré en una tienda de cosas de cocina del mercado de St. Lawrence de Toronto, está hecho en España. Y sirve también para hacer tejas, así que habrá que probarlo.
Más por comodidad que por necesidad, compré el bote enorme para la harina (ojo, los hay más grandes). Cuando tienes que tratar mucho con la harina el paquete de papel en el que suelen venir es un tostonazo y se pone todo perdido. Si lo haces con cuidado para no desparramar nada la báscula electrónica se aburre y se pone a cero en mitad de la operación, haciéndote una faena importante.
Y hoy ha llegado por correo la última compra, The Bread Baker’s Apprentice: mastering the art of extraordinary bread. No se ha escrito título más sugerente y descriptivo desde el de la Playboy. La gracia de este libro es que no sólo trae recetas para hacer todo tipo de panes (desde baguettes y chapatas hasta bagels, ahí es nada), sino que casi la mitad está dedicado a «teoría»: técnicas de amasado y cocción, tipos de harina, masas madre, hornos… a primera vista todo lo que se puede aprender de panes leyendo un libro.
Aún podría hacerme con un par de cosas más, pero con esto tengo para varios meses de preparar panes a destajo hasta dominar la técnica. Creo que, aparte de estudiar francés, es una de las mejores cosas que puedo hacer con todo este tiempo libre que Dios la burocracia me ha dado. Ahora sólo me queda una duda, ¿empiezo un blog nuevo dedicado en exclusiva a mis hazañas panaderas? ¿Creo una categoría nueva en este blog para hablar de pan? ¿O me lo guardo en secreto hasta que me veáis en persona y entonces impresionaros?
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