Así que, como tenemos una cafetera en casa, he bajado a La Mexicana a por un paquete de descafeinado (como bebo poco café puedo permitirme el lujo) y me he puesto manos a la obra a hacerme mis propios cafés en casa. Pero me he dado cuenta que, de todas las veces que mis padres me han encargado hacerlo en casa, ni una sola vez lo he conseguido sin preguntar “¿cuánta agua para cuánto café, papá?”.
Como el primer día mi café resultó ser lo que los expertos y adictos llaman una mierda (y el segundo también), he tomado la decisión de dejando por escrito cómo me van saliendo los cafés cada vez que lo intente. Así cuando vengáis a casa y os ofrezca un café sabréis a qué os estáis exponiendo. Hoy os traigo la primera experiencia.
Primer día en mi vida que me hago café en mi casa para desayunar, sólo ante el peligro. Como es sólo para mí, pongo la cafetera italiana por la mitad (de agua) y dos cucharadas de ese descafeinado bueno en el depósito, y lo pongo en el fuego.Cuando el agua ha terminado de subir, me pongo un poco en mi taza y lo pruebo: está un poco flojo. Puede que sea por el hecho de ser descafeinado, pero con afán científico pongo otro poco en un vaso de cristal y lo miro a contraluz: me estoy bebiendo un buen aguachirri poco más oscuro que el Nestea. Como no soy de tirar nada, me pongo lo que queda de café en la taza, pongo mucha leche y me lo bebo. Ojalá me hubiese hecho un Cola-Cao.Efectos secundarios:
Ninguno. Lo que no es de extrañar, ya que entre la mucha leche y el aguachirri lo que es café había muy poco.
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