En Canadá, en invierno, hace frío. Para ser más exactos, hace un frío que te cagas. Eso para un calcetín mediterráneo puede hacer que pasar allí las navidades sea algo complicado, pero a cambio tiene algunas cosas por las que sí merece la pena ir y arriesgarse a que tengan que amputarte los dedos de los pies. Una de esas cosas es la comida, porque con la excusa de que hace un frío que te cagas puedes comer grasaza y carnaza sin mesura. No es sólo que la gente lo vea normal, es que parece que el país entero te incita a cebarte. Hoy voy a repasar cuatro de mis comidas favoritas del otro lado del Atlántico para sobrevivir al invierno.
Diners
Los diners son un tipo de “comedero” donde sirven algo intermedio entre la comida rápida y la comida de restaurantes, aunque generalmente tienden a ser cosas muy calóricas: hamburguesas, batidos, burritos, pollo frito, aros de cebolla, etc. Cada vez que un guiri critique nuestros bares de fritanga podemos contraatacar con estos sitios. Lo mejor es que uno come como una bestia por 15 dólares, y algunos de estos sitios están abiertos 24 horas para saciar el apetito cuando haga falta.
Pavo
Ya lo conocimos hace un par de años cuando viví mi primera cena de Acción de Gracias. La gracia no es sólo el pavo en sí, sino todo lo que acompaña al gigantesco animal: relleno, salsa (ojo, que hablo de gravy, que no es cualquier cosa), puré, verduras, otro tipo de salsa, otro tipo de puré, pastel de manzana, pastel de calabaza, sandwich de sobras al día siguiente… Un sin fin de alegrías para el cuerpo. Pues bien, en muchos hogares el pavo es también una comida tradicional de las fechas navideñas, y eso son buenas noticias.
Brunch
Hay gente que prefiere el desayuno. Hay gente que prefiere el almuerzo. Los anglosajones lo saben e inventaron algo para satisfacernos a todos: el brunch. Textualmente es una mezcla entre el desayuno (breakfast) y el almuerzo (lunch), y eso significa que puedes comer lo que te apetezca sin atenerte a convenciones sociales. Magdalenas y tortitas con café, revuelto de setas con gambas, fruta, queso, zumo, tostadas… lo que quieras. Y no he dicho que tengas que elegir entre una cosa u otra, porque al fin y al cabo son dos comidas a la vez. Lo único que me sigue causando cierto recelo es que en Canadá ponen judías cocidas en el brunch, aunque mi secreto es mentalizarme de que forman parte del almuerzo y no del desayuno. Ojalá en España tuviésemos restaurantes de brunch
Poutine
Pero hoy os voy a hablar de un plato que lleva el concepto de comer grasaza y carnaza a un nuevo nivel de deliciosidad a cualquier hora de cualquier día del año. Señores, descúbranse ante la poutine.
Por la propia complejidad del plato, la foto no es suficientemente descriptiva: patatas fritas, cagarrutas de queso (textualmente) y gravy (la misma densa y deliciosa salsa que se le pone al pavo). A partir de ahí, la imaginación al poder. Puedes añadir cualquier ingrediente, o varios, de una lista casi infinita: salchichas, bacón, carne picada, cebolla, jalapeños, guacamole, champiñones, pimiento, pepperoni, maíz, jamón y piña (¡malditos hawaianos!)… lo que quieras, que todo queda bien.
Atendiendo a la Wikipedia y no sólo a la opinión de la novia de mi cacho-carne, la poutine es un plato original de Quebec y el motivo por el que no se ha extendido al resto del mundo es que el queso es un tipo muy especial que básicamente no sirve para otra cosa. Alrededor de este plato existe una verdadera religión, hasta el punto de que McDonald’s, Burger King o Kentucky Fried Chicken la incluyen en los menús de sus restaurantes en Canadá. Se sobreentiende que es un plato más que asequible, sobre todo teniendo en cuenta la excelente contrapartida.
¿Cuándo se come poutine? Pues aunque también existen restaurantes 24 horas, y hace una cena estupenda, la poutine es la reina de las comidas de borracho. Si crees que volver a casa de fiesta y encontrarte una tortilla de patatas hecha es lo mejor que te puede ocurrir es que nunca has pasado por delante de un restaurante de poutine con su prometedor olor a grasaza invitándote a entrar, beberte un vaso de agua y comer como si no hubiese mañana. Los expertos recomiendan el restaurante La Banquise en Montreal para entender la pasión por la poutine. Yo también.
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