Thanksgiving: receta de pavo para cinco días

Cuando se acercaba la grandiosa fecha de Acción de Gracias en Canadá (si, hace más de dos meses, pero he estado liado), me enteré de diversas cosas, como que el día en cuestión se celebra un mes antes en Canadá que en Estados Unidos. Me sorprendió bastante, y pensé que lo mismo el buen rollito con los indios se consiguió antes en Canadá o algo así… pero hay una explicación mucho más sencilla que os daré tal y como me la dieron a mí: ¿qué cuernos celebración de la cosecha vas a hacer en Canadá a finales de noviembre con el frío qué hace?

Así que esto me permitió celebrar a finales de octubre el Acción de Gracias canadiense y un mes después el Acción de Gracias estadounidense. Básicamente lo mismo, salvo que en vez de un pavo enorme como todos los españoles pensamos que es obligatorio, en Canadá se limitaron a hacer un par de pollos… con los que comimos 17 personas (y un calcetín) y más de uno repetimos. Por lo demás, nada extraordinario si se tiene en cuenta que esta familia ama el buen comer y el buen beber, dos razones por las que los españoles nos llevaríamos genial con los quebequeses si no fuese porque hablan francés.

Pero un mes después tocaba ir a Estados Unidos a probar el verdadero pavo gigante que todos conocemos. Mi persistencia y ganas de ir superaron las mil trabas que un coche y las compañías de seguros pusieron por el camino, y que acabaron haciendo que mi cacho-carne y yo fuésemos en autobús, gastándonos doscientos dólares y permaneciendo un total de 15 horas dentro de los autocares (con una interesante y jocosa parada en la aduana que ya he comentado).

En cualquier caso, tras disfrutar de la cena de Acción de Gracias, la comida y cena del día después y la comida de dos días después, dejando aún en la nevera los muslos del pavo, un bol lleno de relleno y un poco de salsa, quería compartir con el mundo la receta del pavo porque, por muy made in USA y yankee que sea, está que te cangas y deberíamos haberlo importado siglos antes que el kétchup. Así que aquí va.

Stuffing

Lo primero es, aunque parezca coña, poner el despertador. Quieras que no, cuando vas a cocinar un pavo de dimensiones bíblicas tienes que echarle tiempo en el horno. Una vez despierto y bien desayunado, toca empezar con el relleno del pavo, llamado “stuffing”, y que en mi docta a la par que jocosa y pedante opinión es lo mejor de todo el concepto de Acción de Gracias. Probablemente, el motivo por el que los peregrinos dejaron vivos a algunos indios es esta receta, porque obviamente algo tan rico no ha salido de la cocina de un inglés, y un francés nunca haría algo con aspecto tan poco pijo.

Preparando el Stuffing
Preparando el stuffing

Para hacer un buen stuffing, necesitas: dos cebollas, tres apios, ajo, tres manzanas, una taza de caldo, especias (salvia, albahaca, tomillo), pan (viejuno, cortado en dados) y dos salchichas. Sí, dentro del pavo se meten salchichas. Y de hecho hay una receta que se llama “Turducken” que consiste en un pollo dentro de un pato dentro de un pavo (cuando la novia de mi cacho-carne supo de esta receta su primer comentario fue: ¿por qué no rellenan el pollo con una codorniz?). Por al desafío a la física y a la salud que supone, está claro que este calcetín probará el Turducken, pero ya he dicho alguna vez que las primeras veces me gusta optar por lo sencillo. En cualquier caso y volviendo a la receta, la cosa es pochar cebolla e ir añadiendo los ingredientes. Lo único que se hace aparte es la salchicha, que se desmigaja y se pasa por la sartén antes de añadirla al mejunje. Y ojo, que cuando digo “una taza de caldo” me refiero al sistema métrico cocinístico anglosajón, sobre el que ya profundizaré, pero que implica una medida exacta de mililitros.

Sin duda la mejor parte de toda la macro-cena.
Sin duda la mejor parte de toda la macro-cena.

Un SPA para el pavo

Cuando ya tienes el relleno listo, puedes preparar el pavo. Pese a que en este lado del mundo intentan venderte que las cosas están listas para zampar, no viene mal darle un lavadito al susodicho bicho, y tratar de quitar todas las plumillas que se les hayan podido pasar a esos hombres y mujeres cuyo trabajo consiste en desplumar aves grotescamente grandes. Y si no quieres lavarlo, probablemete la siguiente foto te haga cambiar de idea.

¡Sorpresa!
¡Sorpresa!

Con tu pavo te dan todas las viscerillas para que te hagas caldo si quieres. Porque ¿qué problema hay en hacer caldo con órganos de pavo que vienen en una bolsa de plástico que le sacas del culo al susodicho animal? Además, si el pavo es grotescamente puedes hacer cantidades ingentes de caldo con un riñón.

Volviendo una vez más a la receta, una vez le hemos dado al pavo unos baños relajantes llega el momento, no menos grotesco (seguramente por eso yo me lo pasé tan bien cocinando), de darle unos masajes. Primero, le das un masaje con mantequilla, para que quede bien grasientito. Después, sigues masajeando con una salsa hecha a base de mostaza, azúcar moreno y bourbon (que, a poco graciosillo o meticuloso que seas, será Wild Turkey). Siento no recordar las cantidades para esta salsa, pero seguro que se pueden encontrar por algún lado. El caso es que masajeas al pavo dos veces (más de lo que me masajean a mí en todo un mes), con tanta pasión que le masajeas incluso entre la piel y la carne, para que la piel se separe y quede mejor y las salsas penetren más en la carne.

Fotos grotescas pero muy ilustrativas.

Una vez tenemos al pavo bien pringado, se rellena con el relleno que para algo lo hemos hecho y llamado relleno; cerramos la parte del cuello con un palillo y haciendo un burruño con la piel, mientras para la parte del culo hacemos un puertecilla con papel de plata; y se mete al horno, donde se va a pasar unas cinco horazas (si es un pavo pequeño…) a unos 170 grados.

Ahora, aunque sea similar, lo que ellos llaman “gravy” no es lo que nosotros en el día a día llamamos salsa. Para nosotros la salsa seria el jugo que sale del pavo cuando lo asas. Pues bien, esa es la base del gravy, pero lo que hay que hacer es coger esos caldillos, añadir un poco de harina o maicena, y añadir si quieres alguna hierbecilla o especia más. Hay que currarselo más, pero es como la versión 2.0 de la salsa y está mucho mejor. Eso sí, ten en cuenta que necesitas MUCHA salsa para hacer suficiente gravy. Y si no, en este lado del mundo puedes comprar el gravy hecho.

Y a mí el tema del gravy me genera dos dudas principales. La primera es, si lo compras, de dónde cuernos ha salido. Es decir, ¿venden también el pavo sin la salsa? ¿Asan pavos para obtener la salsa y luego los tiran? Y si esta duda es poca… ¿porqué cuernos en este lado del mundo se preocupan tanto por hacer una salsa brutal si luego no mojan pan?

Platos aledaños

Pero, como buenas abuelas y madres ante una cena importante, los peregrinos y los indios no estaban convencidos de que el pavo, por muy grotescamente grande que fuese, saciase el apetito de todos los comensales. Así que para acompañar al pavo se cocinan varias cosas, que cada uno puede hacer las que quiera pero yo voy a contar mi experiencia personal.

Para empezar, es vital la salsa de arándanos: dos tazas de agua, dos tazas de azúcar (dejar hervir cinco minutos) y cuatro tazas de arándanos. Si tras un rato hirviendo y un rato de reposo esto no espesa un poco (debería ser un poco mermeladoso) tendrás que comprar la salsa en algún lado (he dicho que iba a hablar de mi experiencia y eso hago).

Pavo asándose mientras cocinamos lo demás. Obviamente, no se me ocurrió sacar fotos de lo demás…
Pavo asándose mientras cocinamos lo demás. Obviamente, no se me ocurrió sacar fotos de "lo demás"…

Un plato sorprendentemente rico que formó parte de la cena (y de los días sucesivos) fueron judías verdes con cebollas crujientes y crema de champiñones. Parece superjodío pero está tirado, porque los americanos tienen todo previsto. Coges las judías verdes, las pones en la bandeja del horno, abres una lata de Crema de Champiñones de Campbell’s y la viertes, y lo mezclas todo un poco, abres el bote de cebolla crujiente (tal como suena) y la pones por encima. Luego lo metes todo al horno un rato y queda estupendo.

Otro elemento esencial de la cena es el puré de patata. Esto todos sabemos como hacerlo: se hierven las patatas, se machacan y se le pone sal y lo que más te apetezca. Es necesario poner algo tipo mantequilla para que quede más cremosillo y dos horas después no sea una masa fría, dura y seca.

Pero comer tantísimo no es sano. Así que conviene preparar también algo vegetaloso como zanahorias o coles de bruselas hervidas para completar el plato de una forma sana y ligera, que no se trata de reventar.

Al final de todo el proceso, acabas sentado delante de un plato lleno de comida de diversos tipos, toda ella estupenda y deliciosa. Pero si hay algo que de verdad tengo que destacar, es la conjunción de stufing con gravy. Es una de las cosas que Dios tiene apuntadas en la lista de respuestas a cuál es el sentido de la vida. Y es obvio que hay alguna divinidad involucrada cuando descubres que puedes hacer un sándwich de stuffing y gravy.

Y tras siete horas de cocina, parando sólo para hacer un pequeño picoteo, toca afrontar semejante cantidad de comida. ¡A disfrutar!
Y tras siete horas de cocina, parando sólo para hacer un pequeño picoteo, toca afrontar semejante cantidad de comida. ¡A disfrutar!

Comentarios

8 respuestas a «Thanksgiving: receta de pavo para cinco días»

  1. Se te ha olvidado tarta de calabaza y batatas al horno

  2. @Pah-put-xee: Mi padre me enseñó que hasta que no me terminnase lo que hubiese en el plato no me levantaba de la mesa.

    @Marina: No, mujer, haz con ello un sandwich cuando menos 😛

  3. Amén a tu trascendental reflexión sobre el stuffing y el gravy. De hecho, sospecho que por estos lares cocinan pavo no tanto por el bicharraco en sí, sino por la necesidad de tener gravy y stuffing. Para serte sincera, mi mayor sueño erótico de un tiempo acá es poder tener una cena de Thanksgiving con sólo estas dos comidas… Hmmm….

  4. Avatar de Pah-put-xee

    ¡Las coles de bruselas no son comestibles! ¡Se ponen sólo para adornar el plato! Ya sabes… por aquello de la presentación. Es como el cardo, las acelgas y el broculi que le dan un toque de color al plato pero son solo alimento para rumiantes.

    ¡Además provocan enormes flatulencias muy inapropiadas para el supuesto de estar en casa ajena porque lo gasestóxicos se prohibieron tras la Gran Guerra.
    Tus actividades culinarias amenazan el equilibrio de la pirámide ecológica que tanto prestigió Felix Rodríguez de la Fuente: arriba el ser humano, en el escalón inferior los animale, más abajo los vegetales. ¿Es que no te enseñó nada tu padre?

  5. La madre que te parió, me has puesto cachondo. Son las 8.58 (hora de la península ibérica española), y ya quiero irme a casa a comer.

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