La noche del sábado al domingo la pasé en Pomfret, un pequeño pueblo del estado de Vermont en Estados Unidos. Sí, ya sé que dije que me iba a Canadá y que eso no es Canadá, pero está al ladito y uno no ha perdido el afán viajero ni piensa perderlo en mucho tiempo. Otra cosa es que el dinero dure poco tiempo, pero eso es otra historia.

El caso es que yo estaba durmiendo plácidamente a eso de la una de la madrugada, que es lo que corresponde hacer cuando se está en mitad de la montaña y la noche es tan oscura y de un negro tan inescrutable que ni siquiera se oye nada. Y de repente me desperté porque la persona que estaba a mi lado no dejaba de moverse, yo diría que de esa forma “no es que quiera despertarte pero casualmente te golpeo o te hablo en la oreja”, pero no puedo asegurarlo.

Pero esa persona tenía un buen motivo, aparte de ser mi novia: estaba enferma. Decía que tenía calor y al segundo siguiente mucho frío, que le dolían los músculos… vamos, que sí, que todo indicaba que estaba indudablemente pocha. Y yo hice ese gesto que todos hemos visto hacer a las madres en estos casos: le puse la mano en la frente. Es una cosa que hago siempre que alguien dice estar enfermo, porque es lo que durante toda la vida he visto hacer a mis padres segundos antes de emitir un veredicto del tipo “tienes unas décimas”, “uy, estás ardiendo” o “a tí no te pasa na’ de na’ y en cinco minutos te quiero ver tirando para el colegio”.

Diagnosticando: magia en proceso.
Diagnosticando: magia en proceso.

Y debe ser algún poder sobrenatural que te concede la paternidad, porque yo os juro que en mi vida he conseguido diagnosticar un proceso febril sin la ayuda de mi querido mercurio (ese metal molón porque es líquido y no molón porque contamina que te cagach). Pero a mí me da igual, yo pongo la mano en la frente y digo “sí, estás un poco caliente” o “ná, estás perfectamente”, dependiendo de lo que el escenario social pertinente requiera.

Pero eso cambió la noche del sábado. Con ese gesto de doctor experimentado que dan los años de experiencia tocando frentes, puse mi mano no-mágica en la frente de mi paciente y pensé “hostiach, está ardiendo”. En mi mente eso se tradujo en escenas de pandemias devorando el mundo y gente muriendo ante la mirada de médicos que no han sido capaces de actuar a tiempo. Así que por si acaso repetí el proceso de la mano, y volvió a dar positivo en frente, brazos, espalda y estómago.

Pues me atrevería a decir que SÍ tienes un poco de fiebre.
Pues me atrevería a decir que SÍ tienes un poco de fiebre.

Tras preguntar un par de millones de veces que qué tal estaba, que si necesitaba algo, traer agüita con hielo (hay que decir que tuve que bajar al piso de abajo y todo, lo que demuestra mi interés e implicación) y empapar una toalla en agua fresca para usarla como cataplasma (cosa que deduje por la descripción, no por las palabras en inglés), no pude evitar volver a posar mi mano en su frente y comprobar que si lo hubiese pensado desde el principio ya estaría lista una buena barbacoa. Entonces dije algo que nunca debe decir un médico a su paciente: «toy acojonao». Y mi paciente dijo algo que no hay que decirle a un médico acojonao: «yo también». En conclusión, llamamos al séptimo de caballería que viene a ser un adulto de más de 30 años que sabe dónde están las medicinas y, seguramente, tiene el superpoder para detectar fiebre con la mano.

Pero en este caso el séptimo de caballería, lleno de valor y capacidad de sacrificio para levantarse al primer toque de corneta a tan intempestiva hora, lleva mucho tiempo viviendo en el país de la alta tecnología. Ante mi descripción de los síntomas (está asustantemente caliente) no utilizó su mano mágica sino que me dio un termómetro digital para la oreja. Treinta segundos después le estaba tomando la temperatura a mi paciente (para ser sinceros se la tomaba ella, que a mí me dio mal rollo horadarle el tímpano a la pobre, que suficiente mal tenía ya) y, al ver el resultado, puse de nuevo voz de experimentado doctor y dije: Oye, ¿tú sabes si 103 grados farenheit son mucho?

¡No! ¡Mi orejita! ¡SOCORRO!
¡No! ¡Mi orejita! ¡SOCORRO!

Mi paciente, que no estaba para cálculos matemáticos, me hizo una estimación del tipo adiós, es muchísimo. Para entonces el séptimo de caballería ya venía (también del piso de abajo) con las medicinas, así que dada su naturaleza hispanoamericana le pedí la solución a la ecuación 103 grados farenheit = X grados Celcius. Y me la dio en la conversación tal como sigue:

-Oye, ¿cuánto es 103 farenheit en nuestro idioma?
-¿103? Bufff, eso es un montón.
-Sí, eso dice ella.

Así que corrimos a socorrer a la paciente, que sudaba cual pollo en el horno siendo deliciosamente asado con su chorrito de limón y su pizca de aceite de oliva. Había llegado el momento de la automedicación, otro superpoder médico de la raza humana. Una pastilleja ahora, a dormir y otra dentro de seis horas. Y listo, ya puedes meterte un viaje de seis horas en coche de vuelta a casa.

A día de escribir estas líneas (lunes siguiente) la paciente parece perfectamente recuperada. Y yo he resuelto la duda que me lleva carcomiendo 30 horas: 103 grados Farenheit son 39’4 grados Celsius. Y es una desilusión, porque mi mano mágica (influenciada por los “eso es un montón”) había calculado unos 41’5.


Comentarios

5 respuestas a «103 grados Farenheit»

  1. Coño, si te parecen pocos los 39.5º, tenlos tú un día, ya verás que gracieta.

    O sea, que te vas a Canadá y acabas haciendo de Doctor en Alaska, pero en Vermont, un estado con nombre de Martini y platito de aceitunas.

    Y yo aquí sentado, tan aburrido.

  2. Avatar de Atomic Aunt

    Me alegro de que la paciente se haya recuperado. Y sí: yo también le tuve que dar al Google para calcular la temperatura exacta, porque en Farenheit me apaño a ojo de buen cubero.

  3. Avatar de Pah-put-xee

    Eso pasa por viajar sin cvalcetines. ¡Todo el mundo sabe que el frio se coge por los pies!

  4. @Adolfo: por desgracia y fallo personal, el calcetín se quedó en Canadá, con lo que no pudimos contar con su inestimable colaboración médica, jajaj. Un saludo.

  5. Leyendote desde que te descubri a traves de Pi, pensaba que le ibas a poner el calcetin a modo de cataplasma! Cuidate, debe hacer frio por alli tambien. Un abrazo, Ado

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