Semana Santa: me quedo con la chocolatáctica versión hereje

Terminados los exámenes del Term 3 y casi todos sus trabajos, el cacho carne que me mecanografía el blog por fin ha tenido tiempo para sacarme del cajón, limpiar la casa (menos mal, ahora por la noche ya no se oyen rugidos en el baño) y ponerse a mis órdenes para escribir. Así que, aunque un poco tarde, quiero dejar un par de apuntes sobre la Semana Santa.

Tengo que reconocer que yo estoy acostumbrado a que Semana Santa sea una semana entera de vacaciones (o más, depende de la comunidad autónoma, así que juntando fines de semana llega a once días de hueveo), en la que hay procesiones por todas partes y, por si te quedas en casa dejando claro que el factor religioso de las fechas nada puede hacer contra estar nueve días tirado en el sofá jugando a la WII, las cadenas de televisión ponen películas religiosas como Los Diez Mandamientos, o en su defecto películas de romanos.

Pan, parrrapán, parrapapán, papán.
Pan, parrrapán, parrapapán, papán.

Esta versión de Semana Santa tiene de genial los diez días sin cole y las torrijas (dulce típico a la par que delicioso). Además, siendo primavera en España, el clima suele acompañar para hacer alguna merendola en el campo o simplemente tocarte los huevos en el parque poniéndote moreno. Pero claro, tiene el problema de que no hay nada que ver en la tele y que la mitad de las calles están cortadas porque hay gente vestida de Klu Klux Klan que lleva a hombros Cristos y Vírgenes de sopotocientos kilos. Eso cuando no hay alguno que va flagelándose.

Pero resulta que en países cuya tradición católica ha caído antes que en España (gracias a la falta de una dictadura de marcado carácter religioso) les enseñas fotos de las procesiones y, efectivamente, tienes que explicarles que no tiene nada que ver con el Klu Klux Klan pese a los capirotes, las túnicas y el fuego. Para la mayor parte del mundo occidental la Semana Santa tiene poco que ver con las peripecias de Jesús en el tema resurrección, y el término Pascua define unos cuantos días para ponerte hasta las cejas de huevos de chocolate.

Tengo un bote lleno, jejeje.
Tengo un bote lleno, jejeje.

Personalmente, prefiero ponerme hasta las cejas de huevos de chocolate que pasarme el domingo bajo la lluvia en la Plaza de San Pedro para oír al Papa decir cosas en latín, sobre todo cuando el Papa en cuestión es un carca fascistoide cuya opinión habría sido considerada retrógrada ya en la Baja Edad Media, como es el caso. Además, los huevos vienen envueltos en papel brillante y rellenos de cosas aún más dulces que el propio chocolate.

Pero volviendo al tema de los huevos de Pascua, resulta que es una representación del sepulcro de Cristo (para los Cristianos) y del corazón duro del Faraón que no dejaba al pueblo salir de Egipto (para los judíos). No deja de tener gracia que el mismo objeto signifique dos cosas tan distintas para unos y para otros, pero eso no viene al caso. Lo importante es que de ahí a alguien se le ocurrió que en vez de hacerlo para decorar, molaría más hacerlo de chocolate para zampárselo. Entre otras cosas te ahorras tener, al cabo de los años, la casa llena de huevos de madera pintados… aunque los religiosos ya pensaron en eso y la tradición es intercambiarlos, así que los que te regalan a ti un año los colocas tú al año siguiente.

Yo sabía de la existencia de las monas de pascua porque en España, sobre todo en Cataluña, es tradición que los padrinos y madrinas regalen monas de chocolate (figuras, no sólo huevos) a sus ahijados. Por desgracia mis padrinos debían estar poco informados del tema, así que yo sólo veía las monas de chocolate en los escaparates de las pastelerías. Pero este año mi concepto de Semana Santa ha cambiado totalmente, gracias a vivir en un país de herejes y a la adicción al chocolate de cierta canadiense con la que mantengo el contacto pese a la distancia y, sobre todo, pese a la mortal diferencia horaria.

¡Incluso en la Uni me han dado chocolate!
¡Incluso en la Uni me han dado chocolate!

Al vivir en un país de herejes, el tema de las procesiones se lo pasan por el forro, la programación de la tele no cambia y no hay pelis de romanos (gracias a Dios –nunca mejor dicho– ahí está el canal internacional de TVE para entretener a los españoles con su interesante programación). Y, al vivir en un país de herejes, el tema del chocolate tiene mucha más importancia que lo religioso. El único defecto es que aquí en vez de una semana de vacaciones te dan sólo dos días (a lo que se suma el finde). No sé si no habrán encontrado excusa para estar diez días comiendo sólo chocolate o si habrán calculado que más de cuatro días es peligroso para la salud.

El tema es tan grave que la universidad de aquí, siempre atenta a montar salaos y chorreces, puso a dos personas disfrazadas de conejo a repartir huevos de chocolate a los alumnos, y las chicas de ayuda al Erasmus nos dejaron en nuestros buzones caramelos. Pero no queda ahí la cosa: el mismo súper que en navidad me regaló una caja sorpresa con una vaca dentro (quiero decir, un llavero con forma de vaca) me obsequió con un huevo sorpresa.

Un huevo de plástico… con un huevo de misterio.
Un huevo de plástico… con un huevo de misterio.

Al principio pensé que para darme un huevo de chocolate se lo podían haber currado más. Pero luego llegué a casa, abrí el huevo y me encontré con dos avellanas pochas sobre una pastilla feusca. Poco a poco, y dado que este país de herejes es también país de las flores, entendí que se trataba de una plantita. Vale también vi las fotos en la tarjeta de instrucciones. Y por lo que yo entendí del holandés, no había más que poner la pastilla de tierra en agua y luego poner las semillas dentro y regarlo tres veces por semana.

Clases de jardinería en un huevo.
Clases de jardinería en un huevo.

Como podéis ver, lo de poner la pastilla en agua no era tan sencillo. Resulta que la jodía se empezó a inflar hasta salirse de los diferentes recipientes a los que la fui pasando. Además, luego tuve que colarla para que mis semillas estuviesen en tierra y no en una charca sucia. En cualquier caso, al final conseguí ponerlo tal y como salía en la foto, salvo por el hecho de que sólo tengo semillas y en la foto salen las florecillas enteras.

Resultado final de mi sesión de jardinería hereje.
Resultado final de mi sesión de jardinería hereje.

Ahora sólo tengo un problema, y es que mi paciencia para la jardinería es comparable con mi conocimiento de japonés, y cada diez minutos miro a ver si ha crecido ya algo. Lo que es seguro es que cuando salga mi plantita lo celebraré comiéndome un par de huevos de chocolate.


Comentarios

5 respuestas a «Semana Santa: me quedo con la chocolatáctica versión hereje»

  1. Jajajaja!!! La semana santa en España esta cambiando, la mayoria de la gente utiliza esa semana para irse a esquiar o a pasar unas buenas vacaciones, mientras que otros pringamos en Madrid y a lo contrario de otros años te aburres hasta la saciedad…pero oye, siempre quedaran las maravillosas torrijas y lo gordo que te pones en cuestion de dos dias…El chocolate siempre estará ahi(esperemos)…
    +1

  2. Yo siempre me pregunto en semana santa…. ¿por qué no podemos hacer torrijas tambien el resto del año?….. pues nada no hay manera…. habra que esperarse al año que viene para volver a hincharse de las de leche, vino, canela, miel, almibar…… que ricas!!!

  3. Jajajaja!!! La semana santa en España esta cambiando, la mayoria de la gente utiliza esa semana para irse a esquiar o a pasar unas buenas vacaciones, mientras que otros pringamos en Madrid y a lo contrario de otros años te aburres hasta la saciedad…pero oye, siempre quedaran las maravillosas torrijas y lo gordo que te pones en cuestion de dos dias…El chocolate siempre estará ahi(esperemos)…

  4. Oye, que ya han empezado a salir cositas de mi jardinería hereje!!!

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