Una de las bellísimas personas que hace casi un mes vio cómo se acababa su vida Erasmus y tenía que volverse a su nice-but-damn-so-cold-country me dejó un regalo envenenado: todo lo necesario para hacer sushi. En realidad nos dejó todo lo que había en su casa, desde sartenes hasta té rojo, pero yo fui el único con valor suficiente como para prometer hacer algo con las algas, la esterilla y el vinagre especial… y aquí tenéis el resultado y mis consejos sobre cómo hacer sushi.
Para empezar, y dado que uno no tiene huevos para empezar con el pescado crudo, hay que escoger el relleno-no-arrocil que le vas a poner. Desde mi experiencia como reconocido chef-calcetín me decidí por gambas, palitos de pescado y aguacate. No sólo por el convencimiento de que estaría bueno sino por la combinación de colores resultona y segura (cosa que los daltónicos apreciamos). Una vez decidido esto, hay que volver a casa, limpiar toda la porquería acumulada en la pila (por higiene, por espacio de trabajo y porque si no tienes más que una cazuela, un cuchillo y un plato tendrás que lavarlos para usarlos) y ponerse manos a la obra. Y cuando digo obra me refiero a esa que incluye una carrera de arquitectura.
Una vez todo está limpio, lees las instrucciones que vienen en la bolsita de las algas y resulta que también tienes que lavar el arroz. Tal como suena y como se ve en la foto de arriba. Como se ve, el resultado de lavar el arroz es un caldillo blanco bastante asquerosillo, pero que se va aclarando según lo lavas más veces. De hecho, las instrucciones dicen que hay que lavarlo hasta que el agua salga clara… cosa que yo conseguí añadiendo más agua para aclarar la mezcla. Después hay que ponerlo a hervir, tapado y con muy poco agua (una taza de arroz=una de agua) durante un montón de tiempo (12 minutos, y luego otros tantos de dejarlo reposar).Por todas partes dice que es vital no destapar el arroz mientras se hace, pero yo eché un par de ojeaditas y no ha venido ninguna de las siete plagas.
Pero bueno, el arroz quedó bien, en un punto muy parecido al sushi de restaurante japonés. Y es entonces cuando llega la parte difícil. Para empezar, yo todavía no he entendido qué cuernos hay que hacer con el vinagre, si mezclarlo con el arroz o usarlo para desinfectar el suelo del baño. El caso es que dado que el alga sale de la bolsa bastante acartonada y con un sabor bastante infumable, mi ayudante y yo decidimos untar el vinagre en el alga para evitar que se rompiese al intentar hacer el rollo. Al menos, para evitar que al romperse se desmoronase tanto como en el primer intento.
El problema es que es realmente jodido enrollar el alga con todo el contenido dentro. Por ejemplo, hay que medir bien cuánto arroz poner en el alga. El truco es dejar mucho sitio sin arroz, para tener luego alga de sobra y no tener que estirar el alga para envolver todo. En esta parte del proceso hay que señalar una cosa: las instrucciones vienen a decir que hagas esto rapidito, según esté el arroz. Supongo que esa es la forma de conseguir que el arroz no sea una masa imposible de untar (sí, he dicho untar) y sea sólo una masa típica de sushi… en mi caso hubo que esperar el tiempo suficiente para hacer un guacamole (si, me dio por lucirme esa noche), con lo que colocar el arroz fue aún más difícil. Después, hay que colocar los otros ingredientes centrados dentro del arroz, de forma que luego se conviertan en el centro del rollito. Ojo, que eso te obliga a tener en cuenta el sentido en que se dobla la esterilla.
Y bueno, una vez tienes colocados los ingredientes en el centro del arroz y colocado en el sentido correcto de la esterilla, teniendo el alga (untadita con el vinagre) entre el arroz y la esterilla, viene la parte realmente chunga, el quid de la cuestión, lo que distingue a los niños de los senseis cuarto dan: enrollar el sushi. Quizá de haber dedicado estos meses de vida en Holanda al arte de enrollar cosas habría podido salir mejor del paso, pero no es el caso. Hacer un cilindro de alga rellena de arroz y cerrarlo es una de las cosas más complicadas que he hecho en una cocina, porque hay que tener en cuenta un último detalle: ese cilindro tiene que poder cortarse sin deshacerse del todo.
Dada la poca habilidad demostrada en la parte de enrollar, tuve que sacar toda mi habilidad de cirujano para cortar los rollitos y convertirlos en auténticas piezas de sushi. Hicimos un total de cinco rollitos, de los cuales uno se desmontó del todo (el primero) y uno y medio resultaron imposibles de cortar (por lo que los servimos enteros). Sin embargo, el resultado final obtuvo el aprobado general. Incluso el notable general. Así que ya sabéis, al cuerno los miedos y a probar cosas nuevas, como aprender a jugar al backgammon.
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