Dado que vivo con un cacho de carne incapaz de desprenderse de sus seres queridos, estas Navidades hemos vuelto a Madrid para estar con la familia en vez de seguir de juerga aquí en Holanda (donde ya hemos regresado). Y la verdad es que me he dado cuenta que hay algunas cosas que sí que echo de menos… es decir, aparte de la familia y los amigos. Esta es una listilla:
1) La vida de bares. Es algo que ya comentaré más a fondo, pero ha sido una alegría reencontrarse con las tapas, las copas sin medidor, no pagar a la entrada, no pagar por el ropero, no pagar por ir al baño, no tener que darle propina al puerta al salir (tal como suena), pagar menos por las copas y cervezas y, sobre todo, no tener que disimular tu nacionalidad para que te dejen entrar. Releído el párrafo, es sobre todo una cuestión económica, pero no olvidemos que se debe a la cultura: en España el bar es vital y se pasa mucho tiempo en él.
2) La programación de la tele. Vale, se supone que uno está en Holanda mejorando su inglés e incluso aprendiendo algo de Dutch, pero lo único que se puede ver allí en la tele es el Canal Internacional de TVE, que para quien no lo haya catado nunca es un coñazo insufrible al que sólo ha salvado poder ver el capítulo de Cuéntame de la muerte de Franco. Y algún rato que he pillado Muchachada Nuí (pero su horario es demoledor). Así que venir aquí y poder ver El Hormiguero (yo amo a Trancas y Barrancas), Sé lo que Hicisteis, los constantes pases de Los Simpsons y Padre de Familia o tener varios telediarios para elegir da un gustazo enorme. Lo de que la mitad del telediario sea fútbol es algo que sigue reventándome, por cierto. Eso sí, me ha hecho mucha gracia que los cartelitos de “volvemos en…” vayan ya por siete minutos. Joder, en siete minutos da tiempo a echar un partido entero del PRO viendo la repetición de los goles y todo.
3) La política. Sí, sí, la política. Eso de que los unos mientan en lo que les conviene, los otros más y diciendo que no ha todo (genial lo del PP diciendo que “las medidas para evitar los muertos en accidentes de tráfico tomadas por este gobierno no han sido suficientes” tras conocer el dato de que por primera vez en 40 años hay menos de 3000 muertos), los demás sintiéndose ignorados… o esa Iglesia Católica diciendo que la laicidad del Estado lleva al fin de la Democracia… porque claro, pasar oficialmente de todas las religiones es mucho menos democrático que hacer a una “religión oficial” con privilegios.
4) Los churros y porras. Eso es un desayuno para cuando vuelves de una noche de fiesta y no las galletas estas llenas de caramelo. Y si encima puede ser con un chocolatillo bien espeso mejor que mejor. Así te vas a la cama con los deberes desayuniles hechos. En realidad uno hecha de menos toda la grasaza (jamón, chorizo, salchichón, lomo, butifarra, fuet, morcilla, cosas fritas en cubos de aceite…) pero queda feo decirlo así.
5) No tener meetings. Al día siguiente de llegar de España ya tuvimos una reunión de grupo para un trabajo de clase. Es verdad que molan por el rollo intercultural, conocer gente y demás, pero uno acaba hasta la coronilla (a mí no se me ve porque soy un calcetín de pelo precioso y fuerte) de tanta reunión en la que normalmente no se decide nada. En Madrid conseguí incluso aburrirme un par de tardes de tanto rascarme la barriga, cosa que aquí es imposible.
Pero ahora que ya hemos vuelto, hay cosas de la vida de aquí que la hacen mucho más interesante y divertida, como por ejemplo:
1) El idioma. Concho, que en Madrid el mundo habla lo mismo, qué cosa más sosa. Es mucho más divertido ir por la calle y no entender ni jota de lo que está hablando la gente, o intentar adivinar si será inglés, Dutch o árabe. Y lo digo al día siguiente de haber hecho el examen oral de Dutch, que junto con el escrito y la nota de clase darán mi nota final… y puedo decir que muy probablemente he aprobado Holandés. Jo, suena brutal: he aprobado holandés. Ik heet Xavi en ik kom uit Madrid!!!
2) La bici. Sobre todo por la noche, a la hora de volver a casa. ¿Qué es esto de tener que ir hasta la parada del autobús, esperar lo que le dé la gana tardar y tener que pagar para que no te deje en la mismísima puerta? Eso de que a las 5:30 pase el último búho y encima tengas que esperar a que abran el Metro. Prefiero quitarle el candado a la bici y llegar a casa en 15 minutillos de pedaleo. Ojo, que también es verdad que si el yonki de confianza de alguien te ha robado la bici es muchísimo peor.
3) Mi ventana. Desde la ventana de mi cuarto en Madrid no veo más que una calle peatonal desierta, los jardines de los vecinos también desiertos y la autopista M-30, que no suele estar desierta sino a reventar de coches. Desde los ventanales de mi casa en La Haya veo una calle animada, un canal con patos y cisnes por el que llega Papá Noel (Sinterklas) a la ciudad y un puente levadizo. Ojalá la calle peatonal en Madrid tuviese un puente levadizo.
4) Los viajes. Tengo que reconocer que me he acostumbrado a lo de vivir al lado de la estación de tren y poder decir según me levanto “pues me voy a conocer tal sitio”. A ver en qué resulta la propuesta de ir a conocer Alemania, y a ver si tengo tiempo un día de estos para sacar el resumen del viaje a Polonia.
5) Ser tu propio “chapuzas en casa”. En una semana he arreglado el flexo que me rompieron las visitas, he puesto una bombilla a la lámpara que llevaba fundida un mes cuando me fui (y la he puesto de 60w, en plan loco) y he comprado la cadena para la bici que también llevaba un mes rota, y se la he puesto no sin problemas. Todo esto no habría sido posible sin la existencia de mi querido amigo y salvavidas “Hugle Earth”. Y con las posibilidades que da haber recibido dinero fresquito y poder desactivar el modo supervivencia, que no admite locuras de 60w y coge la bici de emergencia de Diego sin rubor alguno. Aparte, mi excelso capitán trajo nuevos elementos decorativos, aunque reconoceremos que palidecen ante la aportación de Mr. Erasmus (a quien se echará mucho de menos en los meses que nos quedan en estas tierras por sus grandes fiestas en la residencia).
Como podéis ver ahora tengo la cosa más genial que ha hecho el hombre para decorar una casa. En principio era parte de un disfraz de Halloween, pero era un objeto buscando su utilidad real en el mundo. La verdad es que pegada como sale en la foto no ha aguantado ni un minuto, pero tengo seis meses enteros para ser mi propio chapuzas y descubrir cómo pegarla (el blue-tag parece no ser suficiente… ¡el blue-tag me ha fallado!)
En definitiva, que hay cosas buenas y malas en los dos sitios y no se puede tener todo junto. Pero sí se puede afirmar que la independencia le da muchos puntos a cualquier forma de vida, sea en el país que sea. Y si conoces a gente tan genial como la que he conocido estos seis meses y de la que me despido esta semana mejor: se os va a echar de menos a todos.
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