Seguro que vosotros también habéis visto la noticia del gato que predice la muerte, y si no como siempre ahí os dejo el enlace. En resumen, es un gato que vive en un geriátrico, y resulta que cuando va a una habitación y se queda con el que duerme ahí al poco rato (unas cuatro horas) el elegido la espicha, supongo que porque producimos algún olor que él nota y nosotros no. Ya ves tú, qué mono el gato.
Tengo que empezar siendo un calcetín sincero diciendo que los gatos no me gustan. Además, por experiencia cercana (del pringaillo que tengo escribiendo) sé que la alergia puede ser motivo más que suficiente para que alguien muera si está en una habitación con un gato durante tanto tiempo. Pero puede que sea cierto tal y como lo cuentan, y en mi opinión hay diversas razones por las que esto puede pasar.
La primera es que ciertamente el gato se lo huele y le mola ir a ver morir a la gente, porque no te creas que aprovecha para llamar al 112, darte electroshoks o cosas de esas. Maldad que no sería de extrañar en la raza gatuna y que demuestra que éste en particular es un mamonazo y un morboso, atributos que posiblemente le hagan triunfar en la televisión de hoy en día. En la versión extrema de esta teoría el gato, cuando falla en su predicción, desenchufa al enfermo mientras maulla “show must go ooooooon”.
La segunda es que el gato no predice la muerte, sino que es un gato House. Vamos a ver, lleva dos años viviendo ahí en el geriátrico viendo morir gente y viendo a los médicos trabajar, tiene acceso a las historias de los pacientes y conoce el funcionamiento de las máquinas que los mantienen con vida. No es que tenga poderes, es que es mejor médico que los del geriátrico.
En cualquier caso, esta noticia aumenta mi mal rollo sobre los gatos, y da sentido a lo que siempre he dicho de que forman parte del ejército del infierno. Eso sí, yo les imaginaba un papel más mortífero que el de cartero con telegrama urgente. Hago notar que ambas teorías son igualmente científicas y se basan en la idea de que llega el gato y el enfermo muere.
Y sí, yo creo que los perros son más cariñosos, más fieles, más achuchables, más divertidos y más simpáticos. Los gatos te miran con aire de superioridad y con chulería; aunque ahora puedo entenderlo al saber que la mirada del gato significa “hola pringao, vas a palmar en cuatro horas y vengo a verlo, a pasar el rato”.
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