<–Lee todo sobre la noche sueca en el Vol1
Vida Diurna Sueca
Bien, ahora toca hablar de cómo es el día en Suecia. Para empezar, en nuestro fin de semana los días eran larguísimos, por eso de que el sol estaba saliendo a las 3:00 y poniéndose a las 0:00. Eso permite que aproveches mucho el día, porque aunque las cosas que ver cierren a horarios normales siempre puedes verlas y luego pasearte la ciudad sin preocuparte de que se te acabe la luz del sol. Tranquilidad, que eso ya te digo que no va a pasar, sino que tendrás la sensación de que el sol no se mueve (que ya sabemos todos que lo que se mueve es la Tierra, pero se me entiende).
Lo que sí te puede pasar es que te quedes totalmente ciego por las mañanas. Resulta que los suecos, aparte de mujeres de buen ver y muebles desmontables, hacen unas cortinas perfectas, que parecen folios de chichinabo. Yo creo que deberían poner un cartel, y así se salvarían muchas corneas: la primera mañana mi habitación pasó de la oscuridad total al blanco nuclear en una milésima de segundo.
Una vez en la calle, para moverse hasta el centro de Estacolomo yo recomiendo el metro. Como todas las ciudades más o menos modernas, o que van de modernas, o que quieren ganarse al turista, hay tarjetas de metro para dos días. A poco que te muevas te sale mejor de precio que ir comprando el ticket cada vez que entras y resulta más cómodo. El metro de Estocolmo es chachi, limpio, rápido, no se para en los túneles… quizá porque parte del tiempo no va por túneles, sino al aire libre, con lo que tiene unas vistas preciosas que te amenizan el viaje.
Y es que, como ya he dicho, Estocolmo es una de las ciudades más bonitas en las que nunca he estado. Seguro que la luz hace mucho, pero también los ríos, las islas, todos los árboles, las calles cuidadas y limpias, la gente paseando tranquilamente, el poco tráfico, más árboles, los parques, el verde de la hierba, los edificios, más árboles… precioso. Pero hay ciertos puntos clave que ver, aparte de patearte la ciudad hasta que te salgan callos o reptarla hasta que se te caiga la tripa a tiras.
Cosas que ver
El sitio donde entregan los premios Nobel. No estuve. Los dan en el Teatro, y no en el Ayuntamiento como nosotros pensábamos. Tras una estupenda visita guiada sé que lo que montan en el Ayuntamiento es la cena y el baile de después, y que para ello tienen un par de salas enormes en las que sigue sin caberles toda la gente que se apunta al sarao. Y una de ellas está hecha con un mosaico de piedrucas doradas, y parece que la habitación es toda de oro. Mola, aunque no compensó la decepción de que no estar donde dan el Nobel. Lo que quizá si lo compensó fue que, en el mismo edificio del Ayuntamiento, te puedes subir a la torre y ver la ciudad desde lo alto. Siguiendo la tradición de los calcetines, yo me subí e hice unas cuantas fotos mientras muchos se quedaban abajo metiendo los pies en el agua (cosa que, de haber tenido pies, me habría importado más).
Nota: mientras escribía este párrafo anterior he recibido mi última nota, y me he convertido en Licenciado… ahí lo dejo.
Además, los guías del Ayuntamiento son supergraciosos. Al comprar la entrada te ponen una pegatinita de “visitor” para tenerte controlado y que no vayas a donde no debes diciendo “no, si yo soy el alcalde”. Pero al acabar la visita la guía te dice “recuerden quitarse la pegatinita, que si no los cacos van a saber que son turistas”. Bien, lo gracioso del tema es que se lo estaba diciendo a un japonés vestido de explorador, con cámara de fotos por un lado y la funda de ésta por el otro, gafas de sol, sandalias con calcetines y gorro de paja. Creo sinceramente que quitarse la pegatinita no era camuflaje suficiente.
El Palacio Real. En realidad está compuesto por varios edificios y dependencias, y puedes pillar la entrada para cada sitio o pillar la conjunta que, como es lógico, sale mejor de precio. Vuelvo a recordar que se paga en coronas, así que ochenta coronas son alrededor de siete euros, lo que no es caro como entrada a este tipo de cosas. La verdad es que por dentro las dependencias reales no son gran cosa, aparte de palaciegas. Lo suyo es ir haciendo chistes como “pues lo que no dice el folleto pero yo sí sé es que este pasillo tan largo sirve para jugar al curling, porque en invierno echan agua y abren las ventanas para hacer la pista de hielo”.
Pero lo mejor del Palacio Real es su correspondiente Guardia Real. Como debe de ser, se compone de apuestos mozos del país vestidos de una forma que equilibre lo ridículo con lo más incómodo posible para pasar de pie al sol cuatro horas. La sueca gana en incomodidad pero, como todas, pierde en ridículo comparada con la obra maestra de diseño a este respecto de la Guardia Suiza Pontificia. Al contrario que los Beefeaters en Buckingham Palace, estos sí que se pueden mover, y algunos posan para las fotos y hay mujeres y negros entre la guardia. Ya digo que los suecos sí que son abiertos…. No admiten mujeres ni negros en la Guardia Suiza Pontificia ni de coña, y no me digan que es que los suizos no son negros porque los suecos tampoco se caracterizan por ello.
Además, si tienes un poco de suerte o eres tan inteligente como para preguntar en la oficina de turismo los horarios, te encontrarás con el cambio de guardia en el Palacio Real. Este evento es cuando los apuestos mozos del país vestidos de una forma que equilibre lo ridículo con lo más incómodo posible para pasar de pie al sol cuatro horas se dedican a moverse de forma graciosa e interactuar entre ellos. En este caso cuentan con caballos y una banda de música a caballo, y mola un montón. Nosotros además tuvimos la suerte de encontrárnoslos luego de desfile por la calle, con sus caballos y su música.
http://youtu.be/MHG7F_i08Xs&hl=es&fs=1
Y de los muchos museos y monumentos que quedan en Estocolmo, incluidas las calles y puentes y parques y demás cosas que ya habéis visto en las fotos, está el bar de hielo, dentro del hotel de hielo. El hotel no lo sé, pero el bar es una gilichorrada de esas que mola y no te puedes perder a poco amante de las gilichorradas que seas. Yo soy un gran amante de las gilichorradas y no me importó nada pagar las 180 coronazas que cuesta la entrada para poder ponerme un poncho psicodélico, guantes de esquiador y beber en un vaso de hielo. En el bar en cuestión puedes beber vodka de la marca que patrocina el bar o zumos o cualquiera de las cosas que tienen allí porque sirven para mezclar con el vodka, y la primera bebida está incluida en el precio de la entrada.
El suelo es de metal y las paredes de plasticorro, pero los vasos, sillones y demás sí que son de hielo. La gracia del vaso es que se derrite un poco según bebes y puedes hacerle formita, y la gracia de los sillones es que… cuernos, son de hielo, ¿qué más quieres?Lo malo es que en el bar no hay mucho que hacer, y aguantas una media hora. Eso sí, media hora puede ser muy larga si vas en pantalones cortos y estás en un sitio cuya temperatura permite la existencia de sillones de hielo.
Y el viaje no nos dio para más. La mayor parte del tiempo lo dedicamos a dar vueltas y vueltas por la ciudad, pero así cuando vaya en invierno a ver eso de la noche constante puedo pasearme por los museos que se me quedaron colgados. Conclusión: ciudad más que recomendable, tanto por lo bonita que es como por lo simpática que es la gente y el buen rollo generalizado. Un gran colofón a los viajes Erasmus.
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