Últimamente mi cacho-carne me preocupa. Ser un tío abierto y deseoso de conocer cosas nuevas, aparte de culto, cultivado e inteligente, amén de a ratos un poco gafapasta y una pizca calzonazos, hacen que me le encuentre un viernes por la noche yendo al teatro para ver el ballet de Peter Pan en vez de estar de botellón en un parque como Dios manda. Y encima hacerlo en el mismo teatro donde ha visto una obra en inglés de Samuel Beckett y una representación india de Sueño de una noche de verano llena de bailes y con los diálogos en inglés y en siete dialectos hindúes. Vamos, que parece que en el teatro este no echan nada con pies, cabeza y un argumento/diálogos compresible.
El caso es que era la primera vez que mi cacho-carne, y por ende este calcetín, iba a ver ballet. Y tengo que reconocer que no es tan rosa/tutú/estoy-buscando-la-forma-de-decir-mariconcillo como siempre se ha hecho pensar al recio macho ibérico habitante de la península. Básicamente es como ir al teatro, pero la gente no habla y da muchos saltitos. Así que antes de mofarme de manera brutal de los tíos en leotardos, voy a decir que me gustó, aunque el desconocimiento del arte en cuestión no me permitiese apreciarlo en toda su supuesta grandeza.
Para empezar, yo soy un fan de la música orquestal. Y dado que en el ballet la música es en directo, sabía que al menos esa parte la iba a disfrutar. Pero hay un pequeño problema, y es que la música del ballet está compuesta para el ballet y eso se nota mucho. Donde un buen John Williams se habría dejado llevar creando algo tan brutal que con cerrar los ojos vieses a Peter Pan volando, esta gente tiene que cortarse y hacer una música con la que los actores puedan bailar y dar saltitos. Así que, aunque es buena, da la impresión de estar capada.
Para continuar, ayuda mucho saberse la historia de antes. Si, los actores gesticulan mucho y más o menos te enteras de lo que está pasando, pero hay momentos en que no queda claro que cuando un tío corretea, salta, estira una pierna y gira sobre sí mismo te está diciendo: “ven conmigo al País de Nunca Jamás, que es súper chachi piruli y no se envejece nunca”. Y también ayuda cuando una cosa marrón con un gorro gracioso está haciendo piruetas en el escenario, porque si no te sabes la historia no se te ocurre imaginar que es el cocodrilo que le comió la mano al Capitán Garfio.
Y hablando del Capitán Garfio, llegamos al principal problema del ballet. El Capitán Garfio es un tío chungo, que da mal rollo… jodo, que tiene un garfio en vez de mano. En resumidas cuentas, que acojona. Así que cuando apareció en escena un tío vestido de negro, con coleta, perilla y un garfio en la mano yo me dije a mí mismo que venía lo guachi, la parte chunga, el tío que da mal rollo. Pero claro, a los pocos segundos te das cuenta de que es un tío en leotardos dando saltitos… ¿qué cuernos de miedo me va a dar? Así no me extraña en absoluto que Peter Pan no le tuviese miedo alguno… lo que me sorprende es que los piratas le respetasen lo más mínimo (pero claro, los otros piratas estaban también dando saltitos por el escenario).
Además, la falta de conocimiento sobre cómo funcionan las cosas hace mucho. Del mismo modo que si no sabes de baloncesto no aprecias un buen base, yo no puedo saber qué bailarín es muy bueno y cual es un paquete. Así que cuando la novia de mi cacho-carne nos susurró “¿has visto –ella insiste en el singular, como si no fuésemos una persona y un calcetín sino sólo un tío raro- al calvo? Es claramente de la escuela rusa” yo lo que pensé es que era el único de toda la representación que era calvo y que no llevaba camiseta, así que asumí que es en eso en lo que consistía la escuela rusa (en realidad, según nos explicó luego, lo que pasa es que la escuela rusa es mucho más perfeccionista, por lo que el tío parece bailar con todos los músculos en tensión). Lo que quiero decir es que, si no sabes de ballet y has crecido entre recios hombres ibéricos peleando por ser más recio que el vecino, cuando oyes cosas del tipo “¿por qué ir corriendo cuando podemos ir bailando?” no puedes evitar pensar “pues porque queda sumamente ridículo, colega”.
Pero a veces, asumir que no conoces las cosas y decir lo que realmente piensas te hace quedar súper inteligente y culto. Por ejemplo, mi cacho-carne dijo que le había encantado el personaje de Campanilla, y su novia le respondió algo así como “¿verdad que era genial? Esa forma de actuar es muy poco común en ballet, hay que ser muy bueno para hacerlo y que quede bien.” Y a mi cacho-carne le había gustado porque andaba de forma graciosa y ponía caras divertidas, pero obviamente se lo calló para no quedar como el tío que no sabe nada de ballet que es.
Así que desde aquí quiero romper una lanza a favor del ballet, porque merece la pena darle una oportunidad y es entretenido (supongo que depende de la obra, claro). Y vuelvo a romper mil y una lanzas por las entradas a once dólares para el teatro y el ballet, por los museos gratuitos y por todo lo que signifique hacer la cultura y el arte accesibles a todo el mundo. Yo nunca habría pagado cien euros por ver el ballet, pero por once merecía la pena probarlo… y la próxima vez no me importará pagar veinte y así sucesivamente.
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