Hace unos cuantos meses me di cuenta de que los calcetines no podemos optar a las becas Erasmus, o al menos hacerlo sin inundarnos en montañas de papeleo y convalidaciones,así que maquiné un maquiavélico plan para mandar por ahí al esclavo que me escribe esto. Y ahora hace ya casi semana que vivimos en La Haya. Como lo primero que conocí de este país, aparte de su idioma incomprensiblemente lleno de jotas y uves-dobles, fue el pisito de soltero que la agencia de la universidad nos ha buscado es a lo que voy a dedicar esta entrada.
Para la gente que dice que escribo cosas demasiado largas y le da pereza leérselas aquí va un muy buen resumen de la casa: es un anuncio de IKEA. Yo lo dejo todo ordenado y la cama hecha porque estoy seguro de que va a aparecer en el catálogo de primavera y no molaría tener los gayumbos sucios por ahí en medio. Me explico: es una especie de loft, donde tengo mi habitación, una cocina y un pequeño cuarto de baño; y en ese espacio tengo el suelo de IKEA, la cama de IKEA con edredón y almohada de IKEA, una mesa de estudio de IKEA (es enorme, el otro día cenamos seis divinamente. Quiero decir que nos sentamos a cenar seis en ella, no que nos saciase el apetito a los seis), un flexo de IKEA, una lámpara de IKEA, un armarito de IKEA… creo que ya os iréis haciendo una idea. De todo ese mobiliario lo mejor es, junto a la megamesa, el sillón reclinable y cómodo de IKEA para echarse la siesta de IKEA.
Si alguien es bueno echando cálculos habrá imaginado que la habitación tiene que ser medianamente grande. Pues sí, lo es, pero no es tampoco de las más grandes que hay: en una residencia he visto una habitación más grande, y además no tiene ni cocina ni baño metidos con lo que es enorme. Lo malo es que comparte el baño, y lo bueno que tienen unas salas comunes donde hablar con la gente y comer tranquilamente en vez de tener que usar la mesa de estudio y llenar el ordenador de migas, kiwi, tomate…
Además, los de la universidad aprovecharon que estaban en el IKEA para comprar trescientas unidades de todo, y así tenemos cada uno un wok, un cuchillo de Norman Bates, vajilla y cubiertos para una persona y ropa de cama. Eso sí, se nota que han debido conocer muchos malos rollos, porque no es normal que si ponen a 4 personas a compartir una casa les pongan cuatro woks y cuatro ollas todas iguales.
Una de las cosas más divertidas que hemos hecho desde que estamos aquí es ir de compritas para completar la casa: vasos, platos, cubiertos, cubo de basura, cesto para la ropa, cositas para el baño y ese tipo de cosas. La verdad es que es muy divertido y debe ser genial poder decorar una casa escogiendo las jaboneras porque molen y no porque sean las más baratas. Aparte, también compré un insecticida para plantar cara a las mega-arañas-okupas que había en el piso. Aparte de que fui gritando lo de “puede que nos quiten la vida pero no nos quitarán la libertad” resulta que el insecticida al tocar las cosas se vuelve efervescente cual sangre de Alien y parece que me voy a quedar sin pared.
Así que de momento todo muy muy bien, como se puede ver la casa está mucho mejor de lo que esperaba, salvo por el vecino de al lado…. Un último apunte de la genialidad de este país: nada más llegar buscamos la forma de enchufar el ordenador a Internet, y lo conseguimos sin más dificultad que comprar el cable. Una gran inversión, viendo la velocidad a la que va esto…
P.D. Con esto queda inaugurada la sección “El calcetín errante: un Erasmus en La Haya”. Ya os imagináis de qué va.
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