Otra vez toca entrega de crítica de una peli. Es lo que tiene acabar las clases dos semanas antes que todos tus amigos, que pasas mucho tiempo en casa y, cuando te aburres de tocarte las narices, descubres que es más divertido tocarte las narices mientras ves una buena peli; y por eso tengo tantas acumuladas. Aparte, iba a publicar otra cosa, pero prefiero esperar y rematarla que no terminaba de convencerme.
Como bien sabéis, o al menos deberíais saber, “Four Rooms” es una película sobre la primera noche de un botones en un hotel venido a menos. La gracia es que te cuenta cuatro historias diferentes correspondientes a cuatro habitaciones del hotel por las que pasa este botones, de forma que al final queda una película con cuatro historias totalmente independientes que sólo tienen en común al botones, pese a algún personaje que aparece en dos habitaciones y una llamada telefónica.
Pero lo mejor de esta peli es que cada una de las cuatro habitaciones (es decir, cada una de las historias) está dirigida por un director distinto, todos amiguetes. Seamos claros, si veo que una película está dirigida por Garci y tres colegas de Garci sé que tipo de peli puedo esperarme y precisamente por eso no se me ocurre ir a verla. Pero si en vez de ser Garci y tres colegas, es Quentin Tarantino con tres colegas de Quentin Tarantino (Allison Anders, Alexandre Rockwell y su supercolega Robert Rodríguez) la cosa cambia, y mucho.
Todas las habitaciones tienen ese humor especial a la par que genial que Tarantino deja en todas las películas que dirige, y las habitaciones van de la más corta y menos violentilla a la más larga y más violenta de todas, con la gracia de que además ninguna de las historias queda realmente cerrada. Y todo ello con actores como Bruce Willis o Madonna en el reparto, acompañando a un Tim Roth que borda el papel del botones.
Así que, después de ver las “Four Rooms” te quedas preguntándote porqué no harían las cuatrocientas habitaciones que puede tener un hotel.
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