Como bien sabéis por las redes sociales, mi cacho-carne se ha pasado dos semanas de vacaciones en Toronto ayudando con la mudanza y puesta a punto de la futura residencia de los Duhamel-Gravel De Rojas, a día de hoy residencia de la Duhamel-Gravel a secas. Para compensar las infinitas horas dedicadas a limpiar y pintar, la novia de mi cacho-carne organizó un día parejil de turismo para conocer lo mejor de Ontario fuera de la CN Tower, a saber: bodegas, restaurantes de lujo y las Cataratas del Niágara.
Como del vino de Ontario ya tendré tiempo de quejarme y el tema de la gastronomía de alto nivel merece una entrada aparte (y si el dinero lo permite, más de una), hoy toca hablar de las Cataratas del Niágara, una maravilla de la naturaleza en la frontera (literalmente) entre Estados Unidos y Canadá y que según se puede leer en internet son las que vierten más agua por segundo en todo el mundo. Vaya que el sitio merece una mención.
Las cataratas en cuestión se ven mejor desde el lado canadiense. No lo digo yo, está científicamente demostrado y es una cuestión de lógica: desde el lado estadounidense puedes ver las cataratas desde arriba, mientras desde el lado canadiense las ves de frente y en todo su esplendor. Pero tampoco es un tema tan importante, porque lo que mola es subirse al barco y meterse debajo del aluvión de agua.
El barco encargado de llevarte al pie de las Cataratas es el famosísimo Maid of the Mist. Da un poco de mal rollo que a día de hoy el servicio lo den el Maid of the Mist VI y el Maid of the Mist VII, porque no sabes qué ha pasado exactamente con los cinco primeros, pero la experiencia merece la pena y la mayor parte de los turistas sobreviven para contarlo. Y si además de sobrevivir quieres sacarle el máximo partido a los 16 dólares que cuesta la visita, mis recomendaciones son:
- Ve un día laborable y fuera de temporada (tampoco muy fuera, que en invierno cierran). La estructura que tienen montada hace pensar que en un día bueno puedes estarte fácilmente más de dos horas esperando. Que a lo mejor te mola hacer cola, yo ahí no me meto, pero es tonto ir un día de llenazon porque ¿qué más te da si llueve?
- Ponte sandalias (sin calcetines, aunque seas guiri) o katiuskas. Con tanta agua lo mejor es apostar todo o nada. Y yo creo que las sandalias y una toalla en el coche son la opción ganadora.
- Al menos a la ida, haz el esfuerzo y ponte en el piso de arriba para vivirlo a tope. No te arrepentirás. En cambio si vas abajo siempre te quedará ese resquemor hasta el fin de tus días.
- Según subas al barco, pégate a babor (a la izquierda, vaya) para ver la parte de las Cataratas de Estados Unidos. Después, pegate a estribor (a la derecha) para mojarte un poco menos pero lo suficiente como vivir las Cataratas del Niágara a lo bestia y con los ojos abiertos.
- Aprovecha a sacar fotos cuando vas de una catarata a otra, salvo que no le tengas mucho aprecio a tu cámara o quieras hacerle un homenaje póstumo en toda regla con una última foto gloriosa. También puedes comprar una cámara desechable en la cola para subir al barco.
Lo malo de la visita es que probablemente tengas que pasar en algún momento por el pueblo en sí mismo, que es básicamente como Las Vegas diseñada para niños de siete años: luces, neones, música de feria, minigolf con dinosaurios, una tienda de Hersey’s, aparcamientos, hoteles… Es como si entrases en Disneylandia sin pasar por el torniquete de entrada, y no sé cómo se verá lleno de gente en verano pero en un día gris y lluvioso de otoño Niágara es un pueblo triste como el final de Toy Story 3.
Pero no quiero dejaros con el mal sabor de boca que me dejó a mí la parte habitada. Las Cataratas del Niágara son seguramente la mejor visita típica de guiris que he hecho al oeste del Atlántico, y para completarlo con una visita urbana puedes subirte al coche corriendo y conducir unos minutillos hasta Niagara on the Lake, un pueblo típicamente norteamericano que vive de parecer una encantadora postal. Además, está científicamente probado que por el camino puedes descalzarte en el coche y poner los calcetines a secarse en la salida del aire acondicionado, salvo que no te guste el olor del queso de Gruyère.
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