A principios de mes la Toronto Transit Commission (la «Empresa Municipal de Transportes»), más conocida como TTC, anunció el fichaje de un jefazo del metro de Nueva York como nuevo líder supremo. Suena a puestazo, pero el señor tiene trabajo por delante. Porque si hay algo realmente roto en Toronto, es el transporte público.
Sí, estoy seguro que en Nueva York la gente también se queja mucho. Pero se quejarán de que el transporte público funciona mal, mientras en Toronto nos quejamos de que directamente no funciona. El otro día por ejemplo tenía que ir al médico al centro, y GoogleMaps me decía que iba a tardar cincuenta minutos. Faltaba más de una hora para la cita y estaba listo para salir, así que en una ciudad normal habría salido por la puerta. Pero no en Toronto. Aquí lo que pasó es esta conversación:
- Mi Cacho-Carne: Tengo más de una hora para llegar y esto dice que son cincuenta minutos. Bien, ¿no?
- La Cacho-Wife: Mmmm no sé eh, si tienes un poco de mala suerte llegas tarde, es muy arriesgado.
- MCC: Uff, tienes razón, tengo que coger un Uber… arg ¡me va a costar treinta dólares! Bueno es lo que hay.
Ese es el nivel de confianza que tenemos los torontonianos en nuestro transporte público: vas con un treinta por ciento de tiempo de sobra, pero el riesgo de no llegar sigue siendo tan alto que propones gastarte diez veces más para asegurar y tu cerebro ya lo asimila sin protestar. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Pues primero porque la realidad es la que es: salvo en el centro centrísimo, la densidad de población de Toronto es muy baja. La mayor parte de los barrios son de casas unifamiliares con su jardín y su garaje. Que aunque para vivir está muy bien (pese a la lucha contra los mapaches), a la hora de montar una red de transporte complica la cosa porque para dar servicio al mismo número de gente tienes que cubrir mucho más terreno.
Pero a eso hay que juntarle muchos años de políticas centradas en ganar votos a base de bajar impuestos. Hay mucha gente que viene a Toronto a trabajar desde los municipios de alrededor (lo que se conoce como el Greater Toronto Area, o GTA), y eso crea un conflicto de intereses muy grande: los torontonianos no vamos a pagar impuestos para que el metro llegue a Brampton, así que los bramptonitas tienen que venir en coche de todas formas, y como los bramptonitas (y todo el resto del GTA) son muchos votos en las elecciones provinciales, al Gobierno de Ontario le sale más a cuenta gastarse los dineros en hacer felices a quienes cogen el coche bajando impuestos en vez de recaudando y arreglando el TTC. Como dentro de Toronto mucha gente también pasa del transporte público porque tal y como está no les sirve de mucho, al final pasa lo mismo en todos los niveles: no funciona bien así que la gente no lo usa así que no se invierte así que no funciona.

Los autobuses pasan cuando les da la gana, y para recochineo después de esperar un rato largo te llegan dos juntos (tenemos hasta un término para eso: bunching). Mientras, el tranvía está bien hasta que toda la línea queda bloqueada por una avería o un coche mal aparcado. Así que sólo queda el metro, que no tiene más que tres líneas (¡en la cuarta ciudad más grande de Norteamérica!) y tiene que ir despacito porque están cambiando el sistema de señales o hay una investigación de incendio, o no para en tu parada por una emergencia. Para colmo, mucha gente ya ni siquiera se siente segura en el transporte público porque se ha disparado la población sin hogar y con problemas de salud mental, que no es culpa del TTC pero es en las estaciones y los vagones donde hay peleas cada dos por tres.
Que el transporte público sea insuficiente, poco confiable, y poco seguro provoca que mucha gente piense en el coche como primera (o única) opción, así que siempre hay muchos coches por todas partes. Entre las obras y que tienes que condenar carriles para que los coches aparquen (porque los carriles bici son muy malos para el tráfico, pero se ve que los coches parados hacen que todo fluya), Toronto es un cuello de botella que no acaba nunca y el atascazo es constante con lo que el autobús y el tranvía tardan una vida en llegar. La broma que ya ha dejado hasta de hacer gracia es que «Toronto está a una hora de Toronto».
Así que este nuevo jefe del TTC se va a encontrar con años de retraso en inversiones de mejora y mantenimiento, una cantidad exagerada de gente que piensa que el transporte público debería pagar por sí mismo a través del precio de los billetes, y un nivel tan grande de decepción y frustración que la gente ya pasa. Pero yo le deseo lo mejor, porque un transporte público confiable, asequible, seguro y efectivo es una base fundamental para una ciudad próspera y más vivible. Si por mi fuera lo haría completamente gratis para que fuese la opción por defecto para más gente, quitando coches de las calles y ayudando a que las familias que tienen menos recursos tengan más facilidad para ir de un lado a otro.
A ver si puede hacer algo antes del verano que viene, porque tal y como están las cosas lo mismo en los partidos del Mundial de Fútbol que se juegan en Toronto se bate el récord de gente que llega tarde por culpa del autobús.
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