¡Viva el autobús del cole!

Hace un par de semanas se le acabaron al cachito-carne sus primeras vacaciones de verano. Han sido las primeras porque la guardería a la que iba cuando era todavía más pequeño no cerraba en verano, así que o estábamos de vacaciones todos o la rutina era exactamente la misma en marzo que en julio. Pero ahora que va a pre-escolar la cosa es distinta, porque (igual que en España) aquí el colegio cierra de junio a septiembre y tienes que buscarte la vida para seguir apareciendo por el trabajo sin que el niño se pase tres meses en casa sin hacer ni el huevo. Que si pudiese no hacer ni el huevo él sólo tendría un pasar, pero la realidad es que como es una persona y no un ficus necesita cierto nivel de atención que no es compatible con estar dando el callo ocho horas al día.

Es precisamente por eso que existe el negociazo torontoniano de los campamentos de verano. Se aprovechan de la necesidad para encargarse ellos de tu ficus por un módico precio, que deja de ser tan módico cuando te das cuenta de que es el coste por cada semana, no incluye la comida, y si quieres que lo rieguen antes de las nueve o después de las cinco tienes que pagar extra por «before and after care». Esto último es especialmente doloroso, porque pasa lo mismo con el horario del colegio: los responsables no se han enterado todavía de que en 2024 la mayor parte de las familias tienen a los dos padres trabajando y no hay nadie libre durante el horario de oficina (que por eso se llama horario de oficina) para cuidar de los niños en casa. Vamos, que el sistema está muy roto.

meme de Charlie Conspiracy
Un padre en Toronto planeando el verano.

Este año la verdad es que se nos ha dado la cosa bastante bien, porque la cacho-wife es muy organizada y para Navidades ya habíamos empezado a planear el verano y los diferentes campamentos para poder apuntarnos el día que abriesen. Que esa es otra, si vives en Toronto, como no estés al loro y lo dejes todo atado en abril, te quedas sin plaza. Pero eso, nosotros llegamos con los deberes hechos y pudimos apuntarle a todos los campamentos que queríamos las semanas que nos venían bien. Y creedme que ha tenido un verano glorioso entre campamentos, viajes, campings y abuelos de los dos lados del Atlántico.

Así que al llegar la vuelta al cole yo he tenido oleadas de sentimientos opuestos. Por un lado, habiendo sido niño y estudiante una gran parte de mi vida, la tristeza y melancolía de que se acaba lo bueno y quedan nueve meses por delante antes de poder volver a disfrutar de la vida a tope. Por otro, como padre, la alegría inconmensurable de volver a la rutina que conocemos y nos funciona, sin tener que mirar a ver dónde tenemos que llevar al cachito-carne la semana que viene, si tiene que llevar comida o toalla de playa o zapatillas de correr, a qué hora se puede quedar allí y a partir de qué hora nos cobran diez dólares por cada minuto que lleguemos tarde…. por no hablar de que el campamento del zoo es una experiencia estupendísima pero está a media hora en coche así que son dos horas al día conduciendo en hora punta.

Y me he dado cuenta de que una de las cosas que más echaba de menos es el autobús del cole. Eso que yo crecí viendo en los dibujos, series y pelis americanas, y que para el cachito-carne es ya la cosa más normal del mundo porque lo coge todas las mañanas desde que tenía cuatro años. Y además le gusta un montón.

Niño cogiendo autobús del colegio.
El cachito-carne cogiendo el autobús por primerísima vez.

Aquí hay varios consejos escolares del sistema público según el tipo de educación que prefieras dar a tu prole: inglés, francés, católico inglés y católico francés. Todos ellos con mucho miedo a los eclipses, pero también todos ellos con su sistema de autobuses. Básicamente si estás muy cerca del colegio te toca ir andando y si estás muy lejos te toca buscarte la vida, pero todo lo que pilla a media distancia tiene servicio de autobús. Cada año al empezar el curso te preguntan si tienen que recoger niños en tu casa, y cuando ya ven dónde está cada niño del barrio ponen las paradas para que puedas ir andando y te dicen a qué hora va a pasar el autobús por la mañana para ir a clase y por la tarde para volver. Ya he dicho que aquí no tenemos a nadie disponible para cuidar del cachito-carne a las tres que es cuando nos lo dejarían, así que nos toca ir a buscarle a la guardería en la que se queda (dentro del mismo colegio) cuando terminamos de trabajar.

Lo de las horas a las que pasa el autobús es un poco regulero. El nuestro suele pasar consistentemente unos diez minutos tarde, y no ha llegado antes de su hora ni una vez (que se agradece porque eso sí que daría problemas). Hay veces que se retrasa más que eso, o que lo cancelan por ejemplo si hay una nevada muy gorda para no ser responsables si hay un accidente, y entonces te avisan por teléfono y por una aplicación del móvil para que no te quedes esperando como un tonto a veinticinco bajo cero. Nosotros nos llevamos bien con los vecinos que van al mismo colegio, y cuando eso pasa hacemos turnos para llevar a todos los niños en un solo coche.

Yo cuando el autobús del cole funciona bien.

Pero centrándonos en lo bueno y el verdadero motivo por el que yo echaba esto de menos: cuando el autobús funciona, ganamos una hora de libertad al día. En vez de estar haciendo cosas con el cachito-carne o llevándole de un lado a otro, a las siete cuarenta y cinco se sube al autobús y nosotros, que todavía trabajamos desde casa la mayor parte del tiempo, tenemos una horaza entera para hacer lo que queramos antes de tener que encender el ordenador: meditación, yoga, lavadoras, escribir esta entrada para el blog, avanzar algo del trabajo que no te dio tiempo (o la gana) el día anterior, preparar la comida, arreglar bicicletas… hasta a la compra puedes ir si quieres, porque el supermercado abre a las ocho.

Vamos, que el autobús del cole es de las mejores cosas que me han pasado desde que vivo en Canadá: cinco horas a la semana y veinte horas al mes de volver a ser un adulto sin la responsabilidad de ser padre a la vez.


Comentarios

2 respuestas a «¡Viva el autobús del cole!»

  1. Permíteme una cita: ¡Yo soy tu padre! ¡Qué me vas a contar! Incluso hoy, cumplida la edad de jubilación, aún recuerdo el primer día que mis hijos se quedaron en el colegio a las 9 h. y no hubo que recogerlos hasta las 12 h. (Nosotros no teníamos autobus amarillo) ¡3 horas enteras seguidas para decidir tú mismo qué haces con tu vida! ¡Un mundo!

    1. Hace que me vengan a la cabeza todos los tópicos de que el tiempo es oro y demás.

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