Ya estamos a finales de Enero, pero quería contaros que este año los Reyes nos han traído un aniversario: el cinco de enero de 2012 nos vinimos a vivir a Toronto, así que acabamos de cumplir diez años aquí.
Es un hito importante, pero la verdad es que hemos llegado casi sin darnos cuenta. Siempre pensamos que Toronto era una parada temporal, que era el sitio fácil para empezar nuestra vida en Canadá pero que antes o después acabaríamos en otro lado. Yo creo que todos apostábamos por Montréal: es donde vive casi toda nuestra familia canadiense, y como dicen aquí «tiene una cultura más europea» (que es la forma torontoniana de decir que en Montréal se pone la vida por delante del trabajo y los bares abren hasta una hora más tarde por las noches). Ottawa también tenía muchos puntos, sobretodo porque ya habiámos vivido allí, y hasta lo hemos hablado alguna que otra vez con nuestros amigos. Se ve que lo vendíamos muy bien, porque un par nos han copiado el plan y allí se han mudado.
Pero eso, mientras repetíamos como un mantra que Toronto no es una ciudad para nosotros, que tiene un rollito que no nos pega mucho, que es muy cara para vivir y que qué sentido tiene quedarse con tanto mapache… han pasado diez años y aquí seguimos. Y es que hay que reconocer que aunque reneguemos mucho de esta ciudad, Toronto se ha portado muy bien con nosotros y nos ha ayudado a crecer en todos los sentidos.
Para empezar por lo que más le gusta a Toronto (la vida profesional), aterrizamos aquí porque fue el primer sitio donde la cacho-wife encontró trabajo cuando decidimos venir desde España, y desde entonces, salvo por algún mal jefe, en lo que a curro se refiere nos ha ido muy bien: trabajos interesantes, equipos en los que hemos hecho buenos amigos, y sueldos para permitirnos tener una buena vida.
Y en lo personal nos ha ido incluso mejor. Por poner unos ejemplos, Toronto será para siempre la ciudad en la que mi cacho-carne se convirtió en Canadiense, nos casamos y nació el cachito-carne. Aquí hemos dado clases de panadería y pastelería (dos cosas que si nos conoces sabes que son muy importantes), aprendido a arreglar bicicletas y a patinar sobre hielo (incluso a hacer las dos cosas a la vez), y jugado al curling por primera vez. Gracias a los trabajos que nos ha dado Toronto hemos podido ir a España unas cuantas veces a disfrutar de la familia, recargar el españolismo y llenarnos de jamón; pero también hemos hecho viajes increíbles a otros once países en tres continentes distintos y comido en restaurantes increíbles.
Vamos, que Toronto tendrá un rollito que no nos pega mucho, pero ojalá los próximos diez años sean igual de buenos.
Así que tiene sentido que hayamos cerrado esta década celebrando uno de los grandes hitos del sueño americano y de hacerse adulto en esta ciudad: nuestra primera Navidad en nuestra primera casa. Sí, amigos y calcetines, en septiembre de 2021 nos convertimos en homeowners. Porque el argumento de «para que vamos a meternos en una hipoteca si cualquier día cogemos y nos vamos de Toronto» ya no se sostenía, porque con un poco de suerte es una buena inversión, y porque por una alineación de planetas increíble hemos encontrado una casa estupenda con un jardín que no me habría imaginado jamás.
Y ahora veréis como después de arrodillarme de esta manera y abrir mi corazón a Toronto nos vamos en unos meses, que la vida es así.
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