Cuando vives una vida bilingüe (o trilingüe, como le va a tocar al cachito-carne), cada cierto tiempo te das de morros con una palabra que no tiene buena traducción pero que en uno de los idiomas define a la perfección un concepto. Tres buenos ejemplos:
- Facepalm: una palabra en inglés perfecta para describir una sensación universal, pero que en español no tenemos forma de decir. Al menos tenemos los gifs del capitán Picard.
- Puente (de vacaciones): será porque en Norteamérica prácticamente todas las fiestas se pasan a lunes, o por cualquier otro motivo, pero este término castellano no tiene traducción al inglés… y claro, la gente no hace puente y hay que cogerse el día de vacaciones. Mal, Norteamérica, mal.
- Commute: en español no nos debe gustar ir al trabajo todos los días, porque no nos hemos molestado en inventar una palabra para definir ese viaje que hacemos dos veces al día. En inglés sí la tienen, claro, seguramente por lo mismo que no tienen «bridges» para las fiestas…
Bueno, pues una palabra del inglés a la que no había prestado mucha atención antes es toddler. Siempre la había entendido como un intermedio entre baby (bebé) y kid/child (niño). Algo así como «niño pequeño». Pero la verdad es que no me había parado a mirar cuándo es correcto usar baby o toddler o child, y los he estado usando un poco al tuntún.
Nunca nadie me ha corregido, ojo, así que muy mal no lo he estado haciendo. Pero ahora que tengo motivos para repasar estas cosas he descubierto que toddler tiene una definición muy pero que muy concreta:
Toddler (noun) [/ˈtɑdlər/]: a child who has only recently learned to walk.
Oxford Advanced American Dictionary (traducido: «un niño/a que acaba de aprender a andar»).
¿Y a cuento de qué viene esto? Pues porque desde la semana pasada, en inglés oficialmente ya no tenemos un baby, ahora tenemos un toddler: el cachito-carne ha pasado en un mes de dar literalmente el primer paso de su vida a ya andar para ir de un sitio a otro. Y le encanta, porque va andando con una sonrisa enorme en la cara como diciendo «¡ahora no hay quien me pare!».
El cachito-carne anda a su manera, que es la manera de andar de los bebés (to toddle, concretamente): con los brazos arriba, no sé si para el equlibrio o por tener las manos preparadas para salvar la cara si se cae de bruces; cambiando de dirección para disimular los traspiés; y con un aire general de que se va a caer en cualquier momento.
Como padre, esta etapa añade una nueva capa a la cebolla de ansiedad de las multiples formas en las que tu hijo puede hacerse daño sin moverse del sitio estés mirando o no, porque parece que siempre se cae al lado de algo con lo que puede abrirse la cabeza.
Para que quede constancia para la historia, el cachito-carne tenía trece meses y medio cuando empezó a dar pasitos. Aunque para estas cosas y cuando nos interesa solemos recordar que nació con un mes de adelanto, así que podríamos echarle un poco de morro y decir que ha cumplido el objetivo de aprender a andar a los doce meses y medio. Por si luego lo preguntan en el formulario para entrar en la universidad, o algo así.
En cualquier caso, a la velocidad que va dentro de nada va a estar corriendo, y vamos a tener que aumentar la dosis diaria de cafeína para seguirle el ritmo.
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