Como buena empresa norteamericana que es, en la oficina de mi cacho-carne hacen en Navidad un esfuercillo para ayudar a familias desfavorecidas en Toronto. La idea es bastante simple: se divide la oficina en equipos, cada equipo apadrina a una familia a través de una ONG y se trata de recaudar dinero para hacer el final de año más alegre a esas familias.
Además de ser una buena causa, la parte de recaudar dinero hace que durante mes y medio haya un porrón de eventos y buen rollo en la oficina. Un equipo vende tacos para comer un día, otro organiza una competición de dardos… lo que se le ocurra a cada uno. Y este año a un equipo se le ha ocurrido organizar un «Hot Ones».
El «Hot Ones» es un programa de entrevistas en YouTube en el que después de cada pregunta el entrevistador y el entrevistado se tienen que comer una alita de pollo con salsa picante, y cada vez la salsa es más y más picante. Sí, uno de esos conceptos que sólo tienen éxito en Internet. Pero tiene su gracia (ahí os dejo un vídeo).
Pues tan absurdo como que a la gente le entretenga ver este vídeo es que la gente pague por participar, pero eso es exactamente lo que mi cacho-carne y nueve compañeros suyos hicieron para ayudar al equipo «Saint Nicholas Cage» a recaudar fondos. Obviamente si hubiese una buena traducción al inglés para «no hay huevos» seguramente habría habido unas treinta personas, pero diez dispuestos a destrozarse el estómago por una buena causa tampoco está mal.
El juego se adaptó para que pudiese participar todo el mundo a la vez:
- cada ronda es una pregunta de cultura general
- si fallas te toca comerte una bolita de pollo frito con salsa picante, y cada vez que fallas una pregunta pasas al siguiente nivel de picante
- si aciertas, en vez de picante te dan un vaso de leche o ponche de huevo, o una cucharada de helado
- puedes abandonar en el momento que quieras (o cuando la gente vea que estás haciendo el berza por encima de tus posibilidades)
- la última persona en pie gana
Y fue un éxito rotundo, tanto que seguramente se habría recaudado más cobrando entrada para verlo que haciendo pagar a la gente por participar.
Pero vamos a hablar del picante.
La escala Scoville es lo más parecido que existe a un estándar para medir cómo de picante es una cosa. Como está hecha para pimientos, la base (cero picante) es el pimiento verde, y a partir de ahí puedes ver cuánto pican distintos pimientos y salsas. Cosas picantes que conoce todo el mundo, como un jalapeño o la salsa Tabasco, están en el nivel de 2.500 a 5.000 unidades Scoville. Los chipotles, habaneros y demás van subiendo de ahí hasta en torno a las 100.000 unidades Scoville. Al parecer el spray de pimienta anti-violadores está en el escalón de dos a cinco millones (así te deja, claro).
Para el evento se escogieron ocho salsas, con la más baja en 500 unidades Scoville y la más alta en las aterradoras 550.000 (es decir, 110 veces más picante que el Tabasco). En este enlace y la foto podéis ver el tipo de salsas de las que estamos hablando.
¿Y qué tal lo hizo mi cacho-carne? Pues relativamente bien. Es decir, está vivo, no tuvo sudores ni alucinaciones, y habla de ello con cierta alegría. Se sabía la primera pregunta (el mayor lago de agua dulce del mundo es el Lago Superior) y la séptima (a Al Capone le mandaron a la cárcel por evadir impuestos, no por todo lo demás). Entre medias se comió las salsas de la uno (500 unidades Scoville) a la cinco (34.000 unidades Scoville). Y aunque el nivel hasta ahí no era mortal, la acumulación se nota mucho y sí que agradeció la cucharada de helado regalo de Al Capone.
La siguiente pregunta la falló y tuvo que probar la salsa número seis (50.000 unidades Scoville), y por suerte o por desgracia justo en ese momento tuvo que retirarse de la competición porque tenía una llamada con un cliente. Pero imaginándose a los amigos españoles susurrando «no hay huevos», después de la llamada volvió para probar las salsas siete (357.000 unidades Scoville) y ocho (550.000 unidades Scoville).
Y esas dos salsas son las que de verdad hicieron la criba. Hasta ese nivel las bolitas de pollo iban bien empapadas de salsa, pero éstas eran las de poner una sola gota como bien indica el nombre de la última salsa, One F***ing Drop. Y aun así te pueden dar un susto, sobre todo la que se llama 357 (en honor a su posición en la escala Scoville), que con una gota empieza suave y crees que eres un machote… pero pronto empiezas a notar un picorcillo en la boca que no para de aumentar gradualmente hasta pasados diez minutos. La sensación es la de que un universo cada vez más picante que se va expandiendo en tu boca. Yo lo habría llamado Hot Bing-Bang.
Pero aparte de la heroicidad de mi cacho-carne volviendo, es digno mencionar que la competición siguió en marcha hasta la ronda dieciocho. Eso significa que los finalistas se pasaron DOCE rondas alternando las dos salsas más picantes hasta que se decidió un ganador, midiendo con la escala Scoville lo llena que está la empresa de buena gente dispuesta a todo para recaudar fondos para una buena causa.
Porque de lo que no vamos a hablar pero que todos sabemos es de que si pica al entrar, pica más al salir al día siguiente… y dieciocho rondas…
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