Una semana en Florida

Imagináos que, después de tres meses de invierno canadiense y mientras lees en las noticias que aún te quedan otros dos meses de temperaturas bajo cero, llega tu jefe un día y te dice:

Oye, que a mí esto del invierno no me va mucho y me voy a ir una semana a trabajar desde la casa de mis abuelos en Florida. Si te quieres venir, hay sitio.

Pues resulta que es algo que puede pasar en Canadá. Vamos, que me ha pasado a mí mismo este invierno. Y claro, al principio te quedas un poco que no sabes qué contestar. Luego calculas que, como tu novia está de vacaciones en Tailandia, tus opciones son quedarte más sólo que la una en Toronto sufriendo el invierno o irte a trabajar a la playa a 25ºC. Y vamos, que en media hora tienes comprado el billete de avión. Y eso que no coló mi sugerencia de que si era un viaje de trabajo lo podía pagar la empresa.

vistas al campo de golf
Que si quieres trabajar desde aquí o coger el metro para ir a la oficina…

Dentro de Florida tampoco os penséis que nos fuimos a Disney World o a Miami. No, íbamos a trabajar a un sitio tranquilo: la casa de los abuelos del jefe, en Fort Myers. Se trata de una ciudad dedicada casi en exclusiva a jubilados y snowbirds, que es como llaman a los canadienses que no pueden con el invierno y se escapan una semana a Florida para tomar el sol. Por eso mismo, en realidad Fort Myers tiene poco de ciudad y se parece bastante a como pintan Marina d’Or en los anuncios, pero sin el cutrerío.

En vez de barrios, todo son colonias valladas en las que para entrar necesitas tu tarjeta electrónica (o saludar con la mano al guardia de la garita), y cada colonia tiene lo que necesita un jubilado o un vacacionista: casas, piscina, un restaurante y un campo de golf. Para cualquier otra cosa, desde comprar el pan hasta ir al centro especializado en cirugía del párpado (no me lo estoy inventando, y por el tamaño del sitio parece que les va muy bien) necesitas el coche.

señal de límite de velocidad: 19 y medio.
Las colonias privadas tienen hasta sus propios (y muy específicos) límites de velocidad.

Pero ojo, que resulta que en Fort Myers hay bastantes cosas que hacer incluso si aún te queda media vida para jubilarte. Lo que pasa es que como nosotros íbamos a trabajar, y sobre todo porque fuimos sin nuestras novias que son las que se encargan de estas cosas, la verdad es que preparamos muy poco el viaje y llegamos al aeropuerto sin tener mucha idea de qué hacer allí. Yo creo que si no es por la abuela del jefe, que nos trató como a reyes, ni siquiera comemos.

Menos mal que los dos somos muy de adaptarnos y reaccionar rápido e hicimos un plan de última hora muy práctico: ir viendo. Y nos salió muy bien, porque nos acoplamos al día a día del abuelo del jefe que, a sus 86 años, no se queda quieto ni un minuto. Así que, aparte de un par de escapadas por nuestra cuenta, sacamos provecho de la principal oferta de ocio de Fort Myers: jugar al golf e ir a pescar. Lo de jugar al golf además queda muy de «estamos en una importante reunión de negocios», que si te vas a los futbolines es más difícil venderlo.

Lo único que de verdad teníamos marcado como objetivo era ver caimanes. Porque en Fort Myers es todo muy tranquilo, pero tienen caimanes por la calle como en Toronto tenemos mapaches o en Madrid mierdas de perro. O eso es lo que te venden, porque yo no vi ningún caimán, y eso que me pasé la semana entera mirando a todas partes por si aparecía uno.

cartel caimán
Mucho decirte qué no hacer si ves un caimán, pero nadie te dice qué leches hacer si te cruzas con uno.

He elaborado la teoría de que lo mismo sí que hay caimanes, pero también son unos genios del marketing (como buenos americanos) y saben que si pones un cartel de «entrar a este parque cuesta $5, pero cuidado con los caimanes» la gente paga encantada. Yo el primero, el día que alquilamos unas bicicletas para ver las islas de Santibel y Captiva y llegamos hasta una reserva natural que muy bonita pero eso, los caimanes en el cartel. Lo que sí vimos ese día fue un par de tortugas, que siempre molan, y muchos pelícanos, que se han convertido en mi pájaro favorito porque molan bastante.

Pero volviendo a lo de los genios del marketing, son tan buenos que te están vendiendo una semana entera lo de que hay caimanes y tal, y luego un día te venden un tour en kayak por el manglar. Que está muy bien, pero te quedas con la mosca detrás de la oreja cuando el tío te dice que «casi nunca vemos caimanes» y que «normalmente un caimán si ve gente se va a esconderse»… porque entre «casi nunca» y «normalmente» cabe un buen mordiscazo. Yo en la parte del manglar, que por paisaje y tal fue la mejor, iba un tanto tenso con la idea del caimán, pero en cuanto salimos a la bahía me relajé bastante. Y vimos un manatí, que tiene menos dientes.

En cualquier caso, que creo que estoy sobradamente preparado para jubilarme en Florida ya mismo. O al menos para trabajar desde allí una semanita todos los años.

pues de sol en Fort Myers
Acabar con esta vista un duro día de trabajo es bien. Y si el día no es duro, también bien.

Comentarios

2 respuestas a «Una semana en Florida»

  1. Joder, vaya jefe!!! Planazo total, eh? 🙂

    1. «Work hard, play hard» que dicen por aquí.

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