Mi experiencia es que una de las cosas que más cuesta a los cachos-carne españoles que se vienen a vivir a Canadá o Estados Unidos es acostumbrarse al sistema de propinas. Al poco de venirnos a vivir a Toronto escribí un artículo más sesudo sobre el tema propinas, y aunque mi opinión en cuanto al sistema en sí no ha cambiado mucho lo cierto es que, como profetizaba en aquel entonces, mi actitud sí ha cambiado.
Para empezar, ya tengo más que asumido que a los precios de la carta hay que sumarles al menos un 15% de propina. Digo al menos porque rara vez me han tratado tan mal como para dejar menos, y de hecho ya me estoy acostumbrando a dejar entre un 16% y un 18% de forma normal. ¿Y por qué dejo más propina de la «obligatoria»? En primer lugar porque ahora reconozco el trabajo bien hecho del camarero, en segundo lugar porque reconozco que el camarero vive de esa propina, y en tercer lugar porque normalmente cuando me traen la cuenta es suficientemente pequeña para que un 2% suponga calderilla (los centimillos que dejamos en España de propina) pero quedo como un señor.
Reconozco que me influye tener amigos camareros y que la familia de la novia de mi cacho-carne tuviese un restaurante hace años, pero me alegra poder decir que me he adaptado. Y vamos, la semana pasada alcancé un nivel que me hace más canadiense que los canadienses en cuanto a ser majo y dejar propina. Y no es porque dejase un dineral precisamente.
Salí a cenar con unos amigos y fuimos a un restaurante que está al lado de casa. Pese a que el sitio es muy, muy, muy hipster nos gusta mucho, sobre todo para el brunch. Si tuviésemos dinero para comer fuera más a menudo se nos podría considerar hasta regulares (de este y de otros sitios, pero claro, ahora tenemos que repartirnos).
El caso es que a la hora de pagar nos trajeron la cuenta y, como cada uno habíamos pedido cosas algo distintas y por tanto nos tocaba pagar distinto, nos la dividimos entre nosotros. Mi fallo fue que al calcular lo que yo tenía que pagar sumé las cosas que había pedido pero me olvidé completamente de que los impuestos (un 13%) se incluyen al final, justo antes del total. Así que al pagar con la tarjeta y poner la propina (un 17%) básicamente estaba pagando el 13% de impuestos y dejando un ridículo 4% de propina.
En el momento de pagar se me quedó algo detrás de la oreja pero no me dí cuenta de que era, pero cuando llegamos a casa cinco minutos después me dí cuenta de mi error. Y hasta me sentí mal (ya digo que estoy muy canadiense).
Podía haberme callado y ahorrarme unos dolarcillos, y prometerme que la próxima vez dejaría una propina enorme. Eso es lo que habría hecho hace un par de años. Y luego se me habría olvidado lo de la propina enorme, claro. Pero en vez de eso calculé la propina que tenía que haber dejado y me fui al restaurante, hablé con la camarera para explicarle que la había liado al pagar y le di la propina.
¿El resultado? Por $6 (que tenía que haber pagado desde el principio) me he ganado a una camarera que ahora sí que se va a acordar de mí siempre en un sitio al que voy habitualmente, y hasta mis amigos canadienses me consideran el no va más de la honestidad y el buen personismo.
Y hasta me siento bien.
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