«Y si tus amigos se tiran por un puente, ¿tú también te tiras?». Si no has oído esta frase nunca es porque no has estado lo suficientemente rápido echándole la culpa de algo a cualquiera de tus amigos, porque es una de esas lecciones que vienen subrayadas en el libro de padres. Es una frase incontestable porque presenta un escenario tan absurdo e inversímil que te rompe cualquier argumentación: obviamente no vas a tirarte de un puente sólo porque tus amigos lo hagan, así que tampoco vas a hacer lo que sea que tus padres no quieren que hagas.
El problema es que quien fuera que regalase esta frase al mundo nunca se imaginó que un día alguien pudiese contestar: «Pues mira, sí, cuando fuí a Sufáfrica todos mis amigos saltaron de un puente y yo también, y fue la hostia». A la porra el escenario absurdo e inverosímil, y a la porra el ganar discusiones.
El puente de Bloukrans se encuentra en el Tsitsikama National Park, que está dentro del Garden Route National Park y por tanto pilla de paso en cualquier road trip por Sudáfrica que se precie. Es un puente bastante impresionante, con un paisaje precioso, pero por lo que es famoso es por ser el salto de puenting más alto del mundo: 216 metros de caída libre, todos para abajo. Y desde que abrieron en 1997 se ha convertido en una de las grandes atracciones del turismo en Sudáfrica. Se ve que son muy de «no hay huevos» los sudafricanos, porque otras actividades estrella incluyen nadar con tiburones, montar en avestruz, tirolina, rafting…
Pero mi cacho-carne está hecho de otra pasta. Desde que todo el mundo empezó a comernos el tarro con eso de que había que saltar el dijo que no tenía el más mínimo interés en saltar al vacío, por más que fuese el vacío más grande del mundo, y aguantó como un jabato hasta el final.
Todo hay que decirlo, habría sido mucho más fácil y cobarde saltar que aguantar el chaparrón entonces y por el resto de nuestras vidas, pero mi cacho-carne y yo los tenemos así de cuadrados. Si todos los cobardes del mundo le echasen tantos huevos no habría tanto bullying y presión de grupo.
Por suerte para vosotros su novia es mucho más valiente y se empeño en saltar, y como valor para acompañarla hasta el borde un par de metros del borde nos sobra os puedo contar la experiencia y compartir unas cuantas fotos.
Ojo, que ir hasta el borde tiene ya mucho mérito. Después de pagar para saltar, o para ir hasta el borde sin saltar (mucho más barato y tranquilo) tienes que andar hasta el centro del puente por una pasarela que también está a 216 metros de altura y que tiene el suelo de rejilla para que veas bien por dónde vas. De hecho algunos de los que saltan pasan muy mal rato en este paseíto, que ya tiene guasa.
Eso sí, una vez llegas al centro del puente, desde donde se salta, la cosa cambia. Lo tienen todo muy buen montado y entre la musiquita, el buen rollo de la gente trabajando ahí y tal la verdad es que hasta casi dan ganas de saltar. Sobretodo porque ves que quienes saltan sobreviven y vuelven diciendo que la sensación es increíble y que «madre mía, madre mía tienes que saltar, buff, qué subidón cómo mola, buuuuuuuuuuf madre míaaaaaaaa». Es lo que tiene la adrenalina.
Y los muy puercos del puenting lo saben, saben que una vez ahí a la gente le entra el reconcome y quieren saltar, así que si cambias de opinión simplemente lo dices, firmas un papel, te ponen el arnés y saltas. Ya lo pagas luego (que por cierto tiene mucho más sentido, pagar una vez ves que no te has muerto). A mi cacho-carne tampoco le convencieron con eso, ni con la gente diciendo «es que es como volar».
No, amigo. Volar se vuela hacia arriba, o al menos paralelo al suelo. Esto es caer.
Para los que no tenéis vértigo, aquí va el vídeo de la cacho-novia.
http://youtu.be/a2Zkj_iVAk8
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