Garden Route y Ruta 62: el «road trip» de Sudáfrica

Después del safari, la otra gran aventura que planeamos para nuestro viaje a Sudáfrica fue la Garden Route. Se trata de una carretera que va desde Ciudad del Cabo hasta Port Elizabeth entre el océano y las montañas, con unos paisajes de impresión y un sin fin de pueblecillos majos donde quedarse a comer como un marqués, disfrutar de la playa y hacer alguna que otra locura.

Como no teníamos más que cinco días, en vez de forzar para llegar hasta Port Elizabeth decidimos hacer un viaje más relajado, con menos coche y más disfrutar de la vida. El primer día condujimos hasta Wilderness tras pasar la mañana visitando Robben Island, así que no nos dio tiempo a hacer mucho más que buscar un buen sitio para cenar (encima de una gasolinera, pero la comida estaba estupenda) y disfrutar del pedazo de hostal mochilero que unos hippies se han montado en la ladera de la montaña mirando a la playa.

estuario knysna sudáfrica
El estuario de Knysna, como una postal.

Obviamente la mañana siguiente la dedicamos a la playa, pero con un ojo puesto en ir a comer a Knysna porque habíamos leído que las ostras ahí son de impresión. Y sí que lo son, sí: grandes como mi cabeza. Sólo por las ostras ya pondría Knysna en la lista de paradas obligatorias, pero además en un sitio de esos con paisajes de postal. Una pena que no nos pudiésemos quedar más, al menos para merendarnos otra ración de ostras gigantes.

Pero el deber de seguir conociendo el país nos llamaba, así que volvimos a subirnos al coche para ir hasta Plettenberg Bay. Y aquí es donde empiezan las aventuras. Lo primero es que el hostal, sin ser el mejor del viaje (ojo, el nivel era altísimo) está tan a pie de playa que casi podíamos desayunar con los pies en el agua. Y si no te gusta la arena, también tiene una piscinita bien maja. Pero lo mejor es que el dueño del hostal es un ex-campeón de sudáfrica de boxeo, y el recepcionista/cocinero/camarero un ex-boxeador más majo que las pesetas pero con pinta de haberse llevado un golpe de más en la cabeza… así que una noche nos regaló la aventura de «tengo que encontrar las llaves del hostal o mi jefe el campeón de boxeo me mata».

playa plettenberg bay
La foto desde la terracita del hostal de Plettenberg Bay.

Como no teníamos nada mejor que hacer (el ron que nos estábamos bebiendo en la terracita no se iba a escapar) le ayudamos a buscar por absolutamente todo el hostal hasta que entre todos nos paramos a pensar, le pedimos al buen hombre que nos contase qué estaba haciendo la última vez que había visto las llaves y las encontramos dentro de uno de los armarios de la cocina. Y si hasta ese momento había sido majete, a partir de ahí nos trató de héroes, aunque nos recordó varias veces que sería mejor para todos si nadie le contaba la historia a su jefe.

Pero las verdaderas aventuras de Plettenberg las vivimos fuera del hostal. Desde Plettenberg se llega en nada al Tsitsikamma National Park (parte del Garden Route National Park), que es famoso en el mundo entero por ser donde se encuentra el puente de Bloukrans, que es el salto de puenting más alto del mundo (obviamente esto merecía su propio post). Además del puenting tienen aventuras menos de mirar a la muerte a los ojos, como tirolina o rafting. Y vamos, que con la naturaleza del sitio simplemente un paseo y un picnic está muy bien.

parque tsitsikama tirolinas
Aventuras en el bosque de Tsitsikama para los que nos da miedo saltar al vacío.

Al final en Plettenberg dormimos dos noches, simplemente porque vimos la playa a la puerta del hostal y que nuestro siguiente hostal estaba prácticamente en el mismísimo desierto. Así que al día siguiente del puenting nos tiramos la mañana en la playa. Y por si no habéis visto un mapa, eso significa que me bañe en el Océano Índico, y lo disfruté como un enano. El agua estaba mucho más calentita que el Atlántico de Ciudad del Cabo y además había unas olazas perfectas para tres maromos con una tabla de surf y ganas de hacer el cafre.

Y después de la playa nos fuimos al desierto de Oudtshoorn. Tras de los paisajes verdes y las playas pradisiacas meterse en lo que es prácticamente el desierto es un poco duro, pero no por ello deja de merecer la pena. Simplemente ver que en una hora y media puedes ir del bosque más frondoso al sitio más seco ya es una experiencia, pero hay otras tres razones para volver a Ciudad del Cabo por el desierto en vez de por la misma Garden Route: un hostal como para quedarse a vivir, granjas de avestruces y la Ruta 62.

Del hostal poco puedo decir salvo que era como un rancho con habitaciones bien majas, ventanas y una terraza gigante para ver la puesta de sol, y una piscina con bar y barbacoa que de sólo pensarlo me da una envidia del copón. La visita a una granja de avestruces la he contado en otro post para hacer este más ligero y para poder hablar en profundidad de lo tontísimos que son estos animales. Además tuvimos la suerte de ver algo tan impresionante como una avestruz a medio nacer del huevo, a falta de mejor descripción.

avestruz saliendo del huevo
¡Que os digo que he visto nacer una avestruz!

En cuanto a la Ruta 62, es famosa mayormente porque cruza el desierto y eso, si te gusta conducir, tiene su punto. Además no es tan larga como para que te mueras de aburrimiento (algo normal en el desierto), y es la única forma de llegar a uno de los sitios más impresionantes y tontos del mundo: Ronnie’s Sex Shop.

El amigo Ronnie, por algún motivo difícil de entender pero claramente no relacionado con una buena visión de negocio, decidió abrir una bareto de carretera y tienda de recuerdos en mitad de la Ruta 62: Ronnie’s Shop. Seguramente pensó que siendo el único sitio donde parar en toda la carretera se iba a hacer de oro, pero calculó mal el número de gente que pasa por la carretera en cuestión. El caso es que no debía de parar ni Dios, hasta que unos colegas, imagino que después de varias cervezas, tuvieron la gloriosa idea de «hackear» el cartel para convertirlo en Ronnie’s Sex Shop. Esta historia no sólo está en las guías, resulta bastante obvia viendo el cartel en cuestión.

ronnies sex shup ruta 62 sudáfrica
Una idea de esas de genio del marketing. O borrachísimo.

El caso es que con la tontería del Sex Shop, la gente empezó a parar y ahora es un sitio de culto. No es, en abosluto, un sex shop, sino más bien un bar donde comprar una camiseta de recuerdo y tomarte un helado o comerte un bocatilla. Lo único un poco especial es que en algún momento alguien empezó la tradición de dejar ropa interior colgada de algún sitio en el bar, y el sitio da un poco de miedo. Sobre todo porque esa gente deben de ser todos mochileros que llevan varios días de viaje y las últimas tres horas en coche por el desierto, así que los calzoncillos que dejan deben de estar bien limpios.

Y este fue nuestro road trip por Sudáfrica. Para terminar un consejo: tanto la Garden Route como la Ruta 62 andan muy cortas de gasolineras, así que si ya tenéis menos de medio depósito y veis una gasolinera parad, porque si no vasi a pasarlo mal y os van a entrar los sudores fríos de «me voy a quedar tirado sin gasolina en medio de Sudáfrica». Si váis os acordaréis de mi consejo.

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