El safari en Sudáfrica ha sido no sólo el punto álgido de nuestro viaje, sino también una de las experiencias más impresionantes de toda mi vida. Como es el primero que he hecho no puedo compararlo con nada más, pero si alguien me pregunta diría que sólo el safari es motivo suficiente para ir a Sudáfrica. Así que desde ya aviso que este post, largo y lleno de fotazas, puede mataros de la envidia.
Primero un dato para que os hagáis a la idea de lo importante que era para nosotros el safari. Para ir a Sudáfrica en febrero de 2014 compramos los billetes de avión en agosto de 2013 (más antelación que cuando nos mudamos a vivir a Holanda o a Canadá). A partir de ese momento dedicamos un mes entero a escoger el safari perfecto, que acabamos reservando en octubre de 2013 (lo que también es más antelación que cuando nos mudamos a Holanda o a Canadá, ojo). Todo el resto del viaje no lo reservamos hasta dos semanas antes de plantarnos allí, como buenos malos españoles. Para los cagaprisas, tardarmos un mes en escoger safari porque es de esas cosas que no sabes cuándo vas a volver a hacer, si es que puedes repetir, y con esa presión es complicado decidirse. Hay cientos de páginas web y agencias, miles de ofertas, millones de «reviews» positivas y negativas… y tú que nunca has estado de safari o en Sudáfrica no tienes ni idea de quién tiene pinta de ser de fiar o quién se ha subido a la parra con el precio.
Al final nosotros nos decidimos por Africa on Foot y lo contratamos directamente a través de Sun Destinations. Lo escogimos en primer lugar porque es de los que podíamos permitirnos, pero la web y la información que encontramos daba bastante buen rollo. Que sí, que podía ser todo cartón piedra, Photoshop y trampa, pero al final tienes que decidirte. Y aceptamos de pleno, seguid leyendo y lo veréis. Y un buen punto: cuando se nos pasó pagar la segunda parte de la reserva y pensamos que estábamos jodidos, la gente de Sun Destination no puso ningún problema y salió todo de lujo. Preguntad a vuestro banco sobre transferencias con Sudáfrica y veréis como eso no es lo que se esperan.
Kruger National Park
El sítio típico para ir de safari en Sudáfrica es el Kruger National Park, un parque nacional inmenso (casi 20.000km2) en el noreste del país (justo en la otra punta que Ciudad del Cabo). Por supuesto nosotros fuimos para allá, pero otra de las cosas que nos gustaron de Africa on Foot es que no está dentro del propio parque sino en una de las reservas privadas que forman un anillo a su alrededor. Es lo que se llama Greater Kruger National Park. La diferencia entre estas reservas privadas y el parque en sí mismo es que no pertenecen al gobierno, pero no hay barreras físicas naturales o humanas que impidan a los animales moverse donde quieran dentro del Greater Kruger así que en, cuanto a bichos, vas a ver los mismos.
Además, por lo que investigamos parece que la parte gestionada por el gobierno está más llena de gente, tanto turistas como lo que nuestros guías describieron como «domingueros sudafricanos que se creen que lo saben todo sobre los animales». Dato importante: para ser guía de safari tienes que ir a la universidad y aprenderte todos los reinos de plantas, todas las especies de animales, cómo rastrear, cómo actuar con los animales y cómo disparar. Lo de disparar es muy extricto, porque sólo está permitido si el animal está cargando contra tí y sólo cuando se acerca a determinada distancia. Es normal dejar a los guías propinilla, pero probablemente si tienes la mala suerte de que tengan que disparar les das todo lo que tengas porque hay que tener los huevos cuadrados para ver un león o un búfalo venir a toda leche y esperar a que esté a cinco metros antes de apretar el gatillo.
De camino al safari nos dimos el mayor lujo de todo el viaje. En vez de volar barato a Johannesburgo y chuparnos seis horas de carretera (lo mismo para la vuelta) nos gastamos los cuartos en volar desde Ciudad del Cabo hasta Hoedspruit, un aeropuerto en mitad de Kruger. Lujo porque ese billete salió más caro que el Toronto – Ciudad del Cabo, aunque también es cierto que el vuelo a Sudáfrica nos salió ridículamente barato por la suerte que tuvimos volviendo de Honduras. El caso es que ya imaginaréis que el resto de pasajeros del avión no eran mochileros con camisetas guarras como nosotros, pero al final nos valió mucho la pena y no sólo por la comodidad: con el retraso de un día entero que tuvimos desde Toronto si el plan hubiese sido volar a Johanessburgo habríamos perdido el safari.
Al llegar a Hoedspruit tuvimos un momento de tensión. Todos los demás safaris habían mandado jeeps molones para recoger a sus visitantes, y nosotros teníamos una furgonetilla vieja y algo destartalada. Fue una falsa alarma: a medio camino cambiamos a nuestro jeep molón y entonces la magia hizo su aparición.
En cuestión de minutos empezamos a cruzarnos con monos, antílopes, jirafas y una buena lista de animales que, pese a nuestro escaso conocimiento, el guía supo describir a la perfección usando personajes de El Rey León: «esos son los que matan a Mufasa», «ese es Pumba» o «ese es lo más parecido a Timón que hay en esta zona». Personalmente la sensación que recuerdo de ese viaje en jeep es la de sentirme como si estuviésemos entrando a Parque Jurásico en la primera peli, cuando todo te deja ojiplático. Si, fue tan impresionante.
Nuestro Campamento
Una vez llegamos al campamento nos contaron las normas y me sentí más como cuando en Parque Jurásico las cosas se tuercen. Para empezar tienes que firmar la descarga de responsabilidad donde admites que estás en mitad de la nada viendo bichos salvajes y lo mismo te pica un mosquito que te muerde un león o te embiste un elefante, por mucho que el guía haga su trabajo a la perfección. Además, como una de las cosas que molan de Africa on Foot es que el campamento no está vallado, los animales pueden pasear libremente por debajo de tu ventana.
Esto de que no haya vallas tiene una consecuencia interesante: una vez dan la hora de meterse en tu cabaña no puedes salir, por si acaso hay un león fuera. Si pasa algo tienes una bocina para llamar a los guías para que vengan a rescatarte o a traerte un vasito de agua. Por supuesto no nos pasó absolutamente nada, salvo oir mil ruidos de vida salvaje por la noche que es algo que si no te cagas de miedo mola bastante. Y además las habitaciones están geniales y salvo que te bebas todo el agua que te dejan preparada no deberías necesitar nada. De hecho no da tiempo a necesitar nada, que hay que levantarse muy temprano.
La otra cosa molona de Africa on Foot, y que le da nombre, es que los paseos no son sólo en jeep sino que también vas andando. Obviamente es más complicado (y menos recomendable) ver leones cuando vas a pie, pero a cambio aprendes mil cosas sobre las plantas, las huellas de los animales y cómo moverte… y nosotros estuvimos paseando al lado de un grupo de jirafas.
Un día en África on Foot
Teniendo las fotos no creo que haga falta que os cuente todo lo demás, así que voy a limitarme a describir el horario del safari y un par de aventuras y cosas que aprendimos que merecen la pena. Empezamos con el horario:
4:30am – Uno de los guías viene a despertarte, fuera todavía es noche cerrada. Te vistes rápido y vas a tomerte un café y una galletilla, y de ahí directamente al jeep para ir de paseo mientras amanece. Cuando ya hay suficiente luz es momento de bajarse del coche y dar una vuelta andando. Tanto desde el jeep como andando ves a los animales despertándose o masticando el desayuno.
7:30am – Vuelta al campamento para desayunar. No sé en otros safaris, pero en Africa on Foot se come bien y abundante. Después del desayuno puedes hacer lo que te venga en gana (dentro del campamento) hasta la hora de comer. Nosotros optamos por tumbarnos a echar la siesta, bañarnos en la piscina y tomarnos un par de cervezas. Ojo con el sol porque a esas horas el calor es brutal. Las cervezas, por cierto, no están incluídas en el precio del safari pero el precio es como para no cortarse mucho.
2:30pm – Hora de comer otra vez, para ponerse las botas. Las comidas molan porque se reune toda la gente del campamento y los guías, así que la conversación es muy entretenida. Como decía nuestros guías eran geniales y les bombardeamos a preguntas sobre animales, safaris y Sudáfrica. Después de comer, como mandan los cánones, hay un rato de siesta, que nosotros aprovechamos para leer alguno de los libros que tienen sobre animales y subir fotos al Facebook (sí, tienen WiFi y enchufes en mitad de la nada… ya he dicho que acertamos de pleno con el sitio).
4:30pm – segundo paseo del día, esta vez todo el rato en el jeep. Aquí ves más animales, y además al final del paseo es de noche y la sensación es brutal. Así vimos nuestros primeros leones, al lado del jeep, con los ojos brillando a la luz de los faros. La otra cosa molona de este paseo es la parada para el «sundowners». Antes de salir te preguntan qué vas a querer beber (cerveza, refresco, gin-tonic, ron-cola…), y a la puesta de sol paran el jeep y te montan un picnic con tu bebida que para mí es la guinda al resto del safari y al lujo de ir en avión a Hoedspruit para hacerte sentir como un explorador británico ricachón de 1925.
7:30pm – Vuelta al campamento, donde te esperan con un chupito y una toalla humeda para limpiarte el polvo del viaje (eso es que ni en Downton Abbey), y directamente a cenar. Después de la cena encienden una hoguera y todo el mundo se sienta alrededor a tomar una copilla, ver las estrellas (que están del revés, porque es el hemisferio sur) y charlar un rato antes de irse a la cama.
Aventuras y Lecciones
Sobre las cosas que aprendimos de los animales destaco dos: la primera es que las jirafas son animales extremadamente curiosos y en cuanto te sienten cerca te miran direcatemente a ver qué andas haciendo, lo que mola en sí mismo y además hace que salgan unas fotos muy chulas. La segunda es más impresionante: los elefantes son ninjas. Pese a pesar toneladas se mueven sin hacer el más mínimo ruido y lo mismo vas tan tranquilo que al darte la vuelta te encuentras con una manada de diez elefantes. Eso nos pasó a nosotros, y aprovecho para decir que fue mi momento favorito del safari porque vimos a toda una manada con su matriarca, sus bebés y su «pasamos de tu jeep».
Aventuras también voy a destacar sólo dos por acabar este post algún día. La primera, cuando encontramos una leona que estaba dando un paseo y la seguimos con el jeep durante una media hora, metiéndonos por entre los arbustos. No parecía importarle mucho el jeep e iba andando tan tranquila, pero cuando decidió darnos esquinazo simplemente desapareció. Sin correr ni nada, simplemente se volvió invisible y silenciosa y la perdimos de vista.
La segunda aventura tiene más acción. Estábamos disfrutando de nuestro picnic de exploradores británicos cuando de repente los guías nos hicieron subir «ahora mismo» al jeep, con una sequedad muy seria. Resulta que un búfalo solitario, una de las cosas más peligrosas que te puedes encontrar por el safari, había decidido ir a beber agua al mismo sitio donde estábamos nosotros, así que tuvimos que recoger todo y salir de allí. Luego estuvimos siguiéndole un rato, todo hay que decirlo, pero por lo tensos que se pusieron los guías la cosa no era ninguna broma.
Y con esto ya lo dejo, aunque creo que está claro que podría seguir hablando del safari días enteros. Sólo diré que me quedé sin ver hipopótamos, así que algún día habrá que volver a ir de safari. Dentro fotos.
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