Acción de Gracias es, de largo, mi tradición guiri favorita. Es fácil de entender: el pavo asado con relleno y gravy está entre las mejores comidas que te pueden poner por delante, tienes el menú hecho para toda la semana, las comilonas con amigos y familia son siempre bienvenidas, y para colmo es un fin de semana largo que aquí en norteamérica no abundan. Vamos, que lo primero que hay que hacer el día de Acción de Gracias es dar gracias porque exista el día de Acción de Gracias. Y lo segundo (y más importante) por el relleno del pavo, que es lo que se come cuando vas de boda y el menú lo ha compuesto Dios.
Como no tenemos familia en Toronto, y muchos de nuestros amigos aquí tampoco la tienen, el año pasado decidimos organizar nuestro propio Acción de Gracias para que nadie echase de menos su casa. Bueno, eso es lo que les contamos, que lo que necesitábamos era una excusa para asarnos un pavo de seis kilos y cocer mini-panes como para una boda. Este año el plan era el mismo, pero nuestros amigos debían de estar todavía empachados porque casi todos se habían buscado planes alternativos. Por suerte, parece que cuando se acercan fiestas familiares alguien acaba adoptándonos. Lo hicimos en Semana Santa y lo hemos hecho en este Acción de Gracias. Lo mismo es que somos muy simpáticos y a la gente le da penilla pensar que nos quedamos sólos en casa, pero también puede ser que todos quieren que la novia de mi cacho-carne lleve el postre. Que son guiris, pero no tontos. Y oye, que nosotros encantados con el intercambio.
El caso es que gracias a nuestra familia adoptiva el sábado nos pusimos hasta las trancas de pavo, relleno, gravy, acompañamientos (excepto las coles de bruselas, esas ni las toqué), salsa de arándanos y postres. También disfrutamos de una interesante conversación sobre cultura y política internacional, compartiendo historias y la visión del mundo desde el punto de vista español, indio (nuestros anfitriones), canadiense e iraní. En España si tienes en la misma mesa representación de tres países europeos ya te crees que estás en la ONU, pero aquí, como casi todo el mundo es inmigrante o lo fueron sus padres o abuelos, es bastante más normal.
De largo lo que más nos impresionó fue la forma de ver el mundo de la chica iraní. Lleva en Canadá menos de cuatro meses, y parece bastante descontenta. En parte es porque se esperaba la Canadá de naturaleza impresionante pero vive en Toronto, que no deja de ser una ciudad gigantesca rodeada de ciudades medianejas rodeada de ciudades pequeñas. Pero también es porque está acostumbrada a cosas distintas. Cito textualmente: «aquí todo es muy estresante: hay que saber comprar el pase para el metro y el tranvía, hay que saberse todas las estaciones para saber a dónde ir, todo el mundo va corriendo… en Irán no tienes nada de ese stress, y no te falta de nada salvo libertad». Tal cual. Como ha sido suficientemente inteligente como para querer salir de Irán en primer lugar parece que es más el choque cultural y que se le irá pasando. Eso esperamos todos, y seguramente el año que viene esté dando gracias por tener que sufrir los tokens del transporte público toronteño.
Volviendo a la comilona, no sólo nos pusimos las trancas el sábado sino que nos llenaron un tupper que nos cenamos el domingo (a cambio dejamos un tupper lleno de trufas de chocolate hechas en casa), y el lunes aprovechando que era fiesta nos hicimos una celebración íntima en casa guisando un conejo. Que os parecerá poco elegante, pero que al precio que está aquí el conejo y lo difícil que es encontrarlo no es precisamente algo que podamos comer todos los días.
En resumen un fin de semana mucho más interesante que un desfile militar y un beatificaciones a porrillo, se mire por donde se mire.
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