Canada’s Wonderland, o cómo aprender a disfrutar de las montañas rusas

Cuando a principios de agosto recogimos en el aeropuerto de Toronto a Begoña y Javier hacía sólo un par de semanas que teníamos decidido el plan de las vacaciones, pero Javier se había asegurado meses antes de que fuera cual fuese la idea íbamos a tener un día reservado para Canada’s Wonderland, el parque de atracciones más grande de Canadá y el sitio donde este calcetín ha aprendido a disfrutar de las montañas rusas.

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¡Bienvenidos a Canada’s Wonderland!

Como buenos plebeyos nos levantamos temprano para ir al parque en autobús, pero cometimos el error de dejarnos aconsejar por los trabajadores de la infame comisión de transportes de Toronto (TTC) de la que ya despotricaré otro día. Gracias a sus consejos tardamos cerca de hora y media en llegar a un punto de la autopista desde el que tuvimos que andar (sí, por la misma autopista) hasta llegar al parque, cuando hay un autobús de otra empresa (GObus) que tarda media horita y te deja en la puerta.

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“El autobús más lento del mundo”, primera atracción de Canada’s Wonderland (patrocinada por TTC). Como véis Javier ya lo estaba disfrutando…

Aunque por momentos parecía imposible al final llegamos al parque, y lo primero que nos encontramos fue una fila enorme de vigilantes de seguridad investigando cada mochila para asegurarse de que ningún terrorista internacional entraba con un bocata, un plátano o incluso una botella de agua (aunque eso es un poco tonto, porque hay fuentes dentro…). Por suerte nosotros somos más avispados que el norteamericano medio y el norteamericano medio más pudoroso que nosotros: si llevas la comida dentro de la mochila, en una bolsa de tela rodeada de bragas y sujetadores se lo piensan antes de meter mano. A nosotros nos funcionó, y no es una tontería, porque el sablazo de comprar la comida dentro del parque te deja seco.

Una vez entramos al parque empezamos a correr como niños pequeños para montarnos en nuestra primera atracción, que tuvo la gracia de averiarse mientras estábamos en la cola. No es que sea la mejor forma de empezar una visita al parque de atracciones, pero tampoco lo fue nuestro plan B de arrancar con la montaña rusa más nueva y acojonante de todo el parque: el Leviathan. Veréis, mi cacho-carne y yo nos hemos subido a todas las atracciones a las que nos hemos visto obligados por la presión de grupo (donde “grupo” se puede sustituir por “esa chica que no queremos que piense que soy un cobarde”), y hay veces que al final lo hemos disfrutado y otras que… bueno, una imagen vale más que mil palabras.

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No es más valiente el que no tiene miedo, sino el que tiene un miedo de cagarse y aun así se sube. ¡Bravo por mi cacho-carne!

Insisto en que no fue buena idea empezar por ahí, sin calentar ni nada. Pero lo peor es que eso pasó cuando aún nos quedaban nuestras buenas nueve horazas en el parque montándonos en ese tipo de cosas. Begoña, más hábil, se había llevado un libro de 1.000 páginas que irse leyendo mientras la gente valiente se tragaba hora y media de cola para disfrutar de 3 minutos de atracción, pero mi cacho-carne no había sido tan previsor. Así que más nos valía pillarle el punto, o al menos aprender a disimular para no hacer el ridículo en todas las fotos.

Por suerte la ilusión es contagiosa, y Javier se llena de ilusión en un parque de atracciones. Es capaz de amenizarte la cola con datos sobre altura, velocidad y sensación de la montaña rusa en la que te vas a subir, de instruirte en el mundo de la construcción de montañas rusas y sus principales empresas, y de darte confianza sobre lo seguras que son. Es un tío que disfruta las montañas rusas como un enano, así que para salir mejor en las fotos decidí imitar lo que hacía el: abrir los ojos, levantar los brazos y sonreír. Y el caso es que en cuanto conseguí mantener los ojos abiertos y soltar las manos la sonrisa vino sola, porque esos son precisamente los dos puntos clave para disfrutar de una montaña rusa:

  1. Si vas con los ojos abiertos el recorrido no te pilla de sorpresa, así que el cuerpo va menos tenso porque sabe lo que le espera. Además, está científicamente demostrado que si estás viendo cosas tienes menos tiempo para visualizar tu propia muerte. Y como bonus puedes mirar a tu alrededor y ver a gente que se lo está pasando genial (y te contagian su entusiasmo) o que lo está pasando peor que tú (y te puedes reír de ellos).
  2. Si sueltas las manos notas que los sistemas de sujeción te tienen muy bien agarrado, y eso te da confianza para relajar el cuerpo y no pensar en que vas a salir volando.
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Y este es el resultado del “método Xavi” para disfrutar de las montañas rusas.

Creo que se nota el cambio, ¿no? Y no penséis que es que esa montaña rusa era más blandita, que el parque le pone un cinco sobre cinco en su escala de acojone (lo mismo que el Leviathan o el Behemoth). Nosotros también la vimos más ligerita, y por eso convencimos a Begoña de que se subiese con nosotros para luego descubrir con horror que el parque tiene bastante controlado lo de la escala de acojone. En cualquier caso me alegro de haber salido bien en esta foto, porque ahí donde la veis esa es y será siempre la imagen de Begoña subida en su primera montaña rusa, y cuando llegue a ministra o presidenta de un banco seguro que sale a la luz (y sí, ella en su primera montaña rusa sale mucho mejor que mi cacho-carne en la foto de antes).

El caso es que gracias al “método Xavi para disfrutar de una montaña rusa” a partir de ese momento me monté en todo lo que Wonderland nos puso delante, y lo disfruté como nunca he disfrutado un parque de atracciones: el Behemoth, otra montaña rusa como el Leviathan; el Sky Rider y el Time Warp donde vas de pie y tumbado respectivamente (lo de ir tumbado no es muy agradable, ojo); el Minebuster, una de esas de estilo antiguo, construidas en madera que traquetean y parece que se van a desmoronar (de largo mi favorita), Backlot Stunt (el de la segunda foto), las atracciones de agua… todo.

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El mundo es injusto con los calcetines… ¡menos mal que quepo en un bolsillo!

Y claro, tanto ir para arriba y para abajo (y para los lados, y boca-abajo…) hace que te entre el hambre. Coomo decía antes todo cuesta un ojo de la cara y es causa potencial de diabetes y colapso arterial, pero nosotros no aguantamos todo el día con un bocatilla por exquisito que sea, lo que significa que al final caímos en la tentación y nos pusimos bien gordacos con un funnel cake.

Como el 60% de las cosas que están muy buenas, el funnel cake consiste en masa frita. Nosotros lo pedimos “completo”, que significa que viene con helado, fresas en almíbar y azúcar glass, y como podéis ver en la foto el conjunto contiene la cantidad diaria recomendada de todas las cosas dañinas pero deliciosas que os podáis imaginar. Eso nos dio energía para aguantar un par de horas y una atracción o dos más, pero no fue suficiente contra la gula nocturna… porque hay un nuevo Dios en la ciudad:  el Icecream Cookie Sandwich, un bloque enorme de helado servido entre dos galletas americanas igualmente enormes.

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Recuperando energía Poniéndonos gordacos.

Imagino que ya habrá más de uno poniendo Canada’s Wonderland en la lista de imprescindibles cuando venga de visita. Yo encantado, pero quiero que tengáis en mente dos detalles: el primero que hay que ir en verano pero no en fin de semana. En verano porque con los inviernos de por aquí lo de la montaña rusa alcanza grado de tortura china; y en día laborable porque si nosotros fuimos un jueves y tuvimos colas de hasta dos horas, en un sábado también debe alcanzar grado de tortura china.

El segundo detalle a tener en cuenta es el precio. Sólo la entrada al parque son unos $50, aunque si te quieres dar un lujo y aprovechar todo el tiempo que pases en el parque puedes añadirle a eso unos $40 para comprar el “fast lane” y no hacer cola en ninguna atracción (medida que fomenta el clasismo social y el odio hacia las clases acomodadas, claro… qué mala es la envidia). Y a eso hay que sumarle el transporte (unos $10) y la comida que quieras comprar, que si no te dejan colar tus bocatas sale por otros $25 o $30 fácil.

Pero pese al precio fuera del alcance de cualquier parásito social y las muchas horas perdidas haciendo cola (menos mal que soy español), fue sin duda uno de los mejores días de todo el verano.


Comentarios

7 respuestas a «Canada’s Wonderland, o cómo aprender a disfrutar de las montañas rusas»

  1. Qué buena pinta tiene!! Yo voy la semana que viene, y después de ver las fotos y leer el post no puedo esperar!!

  2. @fernanrojo: sinceramente, creo que no es un mal trato. Pagando esos $40 más le ganas MUCHAS horas de parque de atracciones. Lo malo es que se pone el doble de caro, claro, jajaja.

    @Isa: todavía tenéis que cruzar el Atlántico, así que creo que puedo a riesgarme a daros envidia que al final no vendréis tantos. Y si no, pues eso que gano en mensajeros para los ibéricos que me faltan.

    @David: nunca he tenido miedo al parque de atracciones, sólo a las montañas rusas modernas. Pero parece que ya está superado… quedémonos con la segunda foto 😉 Y oye, tus planes eran la leche, ya me gustaría a mí meterme esos viajes (y me debes un ñu).

  3. Ey! Pues no sabía de tu miedo al parque de atracciones!! Jo, tío, menuda foto! jeje. Me alegro de que lo pasárais tan bien por allí, y me habría gustado estar también allí. Ya me ha contado Bego el viajecito. Pero, bueno, tenía otros planes…!

  4. No lo has pensado bien al publicarlo en el blog, estoy echando cuentas de lo que tengo que ahorrar para ir a verte… ¡y a disfrutar de ese país de las maravillas! 😀

    Y me imagino que no seré la única.

  5. Quiero esas fotos para enmarcarlas y habrá que ahorrar porque yo paso de perder todo el día en colas TAKE MY MONEY!!!!!!!!!!!!!!!

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