A base de acompañar a mi cacho-carne me he dado cuenta de que los baños de los chicos son un excelente punto de análisis de la humanidad. La culpa de todo la tienen los urinarios, que aunque representan un gran avance en términos de ahorro de espacio y velocidad de uso tienen, entre otros pequeños inconvenientes, una gran pega: la visibilidad.
Por alguna razón incomprensible, el inventor del urinario optó por poner paneles que ocultasen de la visión la herramienta humana involucrada en el uso del urinario, pero es obvio que lo que esos paneles deberían ocultar es la cara del cacho-carne que realiza la acción. No existe una normativa clara sobre hacia dónde debe mirar un nombre mientras utiliza el urinario, salvo que nunca debe mirar a los lados, y lo que sí tenemos es tres corrientes o tipos de orinadores principales:
El obsesivo: Hay quien mira hacia abajo, como si ahí estuviese el centro del mundo. Puede tener sentido si el objetivo es evitar una situación incómoda con la persona que está al lado, pero si se tarda mucho queda muy raro e invita a los demás a alejarse de ti.
El despistado: Otros prefieren mirar hacia arriba, como si la cosa no fuera con ellos, a veces incluso silbando o canturreando. El problema es que quieras que no el uso del urinario requiere cierta puntería y por tanto un mínimo de concentración, no vaya a ser que en vez de incomodar al vecino por mirarle la herramienta le molestes por mojarle los zapatos (o algo peor, si lleva sandalias).
El militar: Y por último están los que miran al frente como si no hubiera mañana, con todo el cuerpo en tensión y mirando de vez en cuando hacia abajo lo más rápido posible para que nadie piense nada raro. Técnicamente esta es la opción que menos problemas acarrea con tus vecinos de urinario, aunque puede que te quedes bizco de mirar a la pared. Aparte de que mirar fíjamente a una pared no es ni interesante ni inteligente, aunque en algunos bares han empezado a poner publicidad para entretener a este tipo de orinador.
Quizá a esta lista habría que añadir al borracho, que no se preocupa ni por la puntería ni por evitar incomodar al vecino, pero cada uno reacciona de una manera a los efluvios etílicos y los hay que acaban en un árbol en vez de en un urinario. También habría que mencionar que en algunas discotecas de Holanda este problema de los urinarios se agrava porque en vez de haber varios urinarios el orinador se enfrenta a algo más parecido a un abrevador de ganado del que todos los tíos hacen uso a la vez, sin paneles de separación ni nada.
Así que la próxima vez que vayáis al baño y os toque usar un urinario no os olvidéis de clasificaros en el tipo de usuario que os corresponda. Mientras, podéis buscar en Google fotos de urinarios, merece la pena.
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