Charles de Gaulle-Orly: el transfer del infierno

Como veo que las quejas que mi cacho-carne ha dejado en Facebook han provocado más de una ironía entre los perros de sus amigos (seguramente tú, que estás leyendo esto), voy a explicar por qué el viaje de vuelta de las vacaciones de Navidad (nos fuimos a Canadá a ver a la familia de la novia de mi cacho-carne) ha dado asquete.

El viaje de ida lo hicimos con KLM y fue excelente. Todos los vuelos salieron en hora, los aviones eran muy cómodos, el trato del personal excelente y la comida bastante buena (para ser un avión, que tampoco es que sea el Echaurren). Además, en KLM tienen una estupenda política sobre las bebidas alcohólicas digna de un país donde se pueden consumir estupefacientes en las cafeterías: cóctel o cerveza antes de comer, vino en la comida y un licor para ayudar con la digestión. ¿Quieres más? Pues te levantas, vas al carrito y lo coges. Cómo me gusta KLM. Sería perfecta si su teléfono de atención al cliente no fuese tan lento y, además, de pago… que si ya ganan 1.000 euros con el billete no tienen que exprimirme 5 euros cada vez que les llamo.

Volar con KLM es como ir a la playa: relax y cachondeo.

Pero el viaje de vuelta fue totalmente distinto. Todo empieza con el proceso de compra: cuando compras tu billete en Internet, KLM-AirFrance ofrece varias opciones para cada vuelo con diferentes precios, horarios y trayectos (es decir, pasando por un aeropuerto o por otro cuando no hay vuelo directo). Como todas las compañías. Salvo que en este caso una de las opciones incluye cambiar no sólo de avión, sino de aeropuerto, dejando que tú te cruces la ciudad de París cargando con todo tu equipaje como Dios te de a entender.

Tras enterarnos de que nuestra tarifa era de esas que no se puede cambiar nada de nada ni pagando, y para mostrar nuestro desacuerdo, preguntamos en el teléfono de KLM y en el mostrador de AirFrance en Montreal sobre la incongruencia de esta idea de viaje. La respuesta es que AirFrance tiene vuelos con Europa que no salen desde el Charles de Gaulle, y que además suele sarlir más barato y por eso hay gente que lo compra (además de los verdaderos usuarios de este billete: giliberzas que, como mi cacho-carne, se equivocan al seleccionar el vuelo).

Toda la razón: a nosotros nos salió el billete de avión cinco euros más barato por persona. Un argumento incontestable, como demuestra este sencillo análisis: teniendo en cuenta que el autobús que la misma AirFrance pone para ir de un aeropuerto a otro cuesta 20 euros, calculando un sueldo mileurista de 6.25 euros por cada una de las seis horas perdidas tontamente en aeropuertos y sumando al menos 10 euros en comida por persona porque no se puede estar tanto tiempo aburrido sin comer, el billete es exactamente -62.5 euros más barato.

El transbordo de aeropuertos. La zona azul es el París que mola. La zona blanca es lo feo.

En cualquier caso, dejando el dinero a parte como si nos sobrase, tú llegas a París Charles de Gaulle a las 8 de la mañana hora local, que para tu cuerpo son las 2 de la mañana, y tras haber maldormido cuatro horas en el mejor de los casos. Entonces en vez de ir hasta otra puerta de embarque y esperar una horita a tu siguiente avión tienes que recoger tu equipaje y buscar dónde se coge el autobús. Y ahí es donde empieza el tour de una hora recorriendo las zonas más industriales y feas de París hasta que por fín llegas al aeropuerto de Orly donde una amable azafata de tierra te dice que no puedes facturar tus maletas hasta dos horas antes del vuelo: ¿pero entonces tenemos que cargar con todo el equipaje -56 kilos- otras 6 horas? Pues sí.

Venga, despierta que te tienes que cambiar de aeropuerto y estar ocho horas tirado con tu maleta a cuestas. ¡Vamos!

¿Y qué pasa dos horas antes del vuelo? Pues que hay una cola que te cagas en el mostrador de facturación, porque no olvidemos que es un avión lleno de españoles. Después pasas por el control de seguridad y buscas la puerta de embarque. Pero parece que los franceses se saben lo que le gusta a un español hacer cola y mantienen en secreto la puerta de embarque hasta el último momento, provocando tensión y estrés en los viajeros. Bueno, en realidad no es el último momento porque alguien, para compensar, se encarga de retrasar el vuelo para que todos los españoles puedan hacer su cola. Alabado sea el Señor.

Pero aún hay más. Resulta que el vuelo desde París hasta Madrid ni siquiera lo hicimos en un avión de KLM o de AirFrance, sino en uno de AirEuropa. Y eso es algo que no mola, porque mientras en KLM te dan de comer y beber generosamente en AirEuropa no te tratan mejor que en una línea de bajo coste: vuelo con retraso, toda la comida y la bebida (menos los vasos de agua) hay que pagarlos, asientos más incómodos… Volviendo al análisis económico, los cinco euros de ahorro en el billete de avión no dan para comprar un sandwichito y un refresco de los que KLM te da gratis para merendar.

Así que os recomiendo dos cosas: la primera es que siempre que podáis voléis con KLM, y la segunda es que os leáis mil veces los trayectos y condiciones del billete antes de pagar, por muy seguros que estéis de haber pinchado en el vuelo correcto. Desde luego a mi cacho-carne no le vuelven a vender semejante perro. Y si lo hacen me sé de una canadiense que le cruje a collejas.


Comentarios

Una respuesta a «Charles de Gaulle-Orly: el transfer del infierno»

  1. Es indignante lo de contratar con una compañia y gracias a la alianza OneWorld y cosas así acabas metido en otra compañia que no se acerca a las condiciones que esperabas. Lamentable. Pero nosotros como borricos por ahorrarnos 3€ acabamos tragando.

    Ya que tenemos que sufrir tantos controles con las medidas de seguridad y demás mierdas, sería justo que a ciertas compañias las hicieran inspecciones de vez en cuando.

    Esta visto y apruebo, que como KLM, nada

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