Una de las cosas vitales para que un trabajo obtenga la nota de “chupi” es que te permita viajar a gastos pagados, y a ser posible a destinos muy raros o al menos que tú no hayas estado nunca. Es decir, a París mola pero está bastante visto, en cambio si no te manda el jefe probablemente nunca vayas a Sri Lanka. Mi primer destino ha sido Palma de Mallorca, desconocido para mí pero una parada de Metro para los alemanes.
Como uno aún es un becario (my bien tratado, pero becario), en vez de hacer el viaje en una horita de avión mi jefe organizó todo un fin de semana loco mandándonos a unos cuantos a una aventura de 12 horas: 3 en tren, 8 en barco y 1 de desplazamientos interurbanos. A mí, acostumbrado al Interrail y a viajar con los escasos recursos de un Erasmus, no se me hizo tan pesado. Mis compañeros de viaje, en cambio, no supieron sobreponerse a los mareos ni dormirse en el barco, así que mientras yo aprovechaba el haber llegado a Palma a tan intempestiva hora (las 7am) para ir a conocer la ciudad, ellos se quedaron en las tumbonas de la piscina del hotel esperando que alguien tuviese el detalle de conseguirles una habitación donde dormir antes de comer. Cosa que, por cierto, no pasó.
Pero, como he dicho, yo aposté por conocer mundo en vez de dormir, así que a las 9am estaba camino del centro dispuesto, junto a mi cacho carne, a sacarle jugo a 5 horas a solas en una ciudad nueva. Sí, tuve durante toda la mañana a un cacho carne llevándome de paseo por Palma y haciéndose un book de fotos con un calcetín en la mano vestido con bermudas, sandalias y camiseta de blanco ibicenco… por suerte hace tiempo que superó la vergüenza y el qué dirán.
En primer lugar, eso de que “el centro está muy lejos, cógete un taxi” es una tontada. Yo llegué a la zona del centro en una media hora de plácido paseo pachorro por las callejuelas, que paseos marítimos he visto muchos. Así que nos plantamos en la Catedral de Palma en seguida, y la catedral es una de esas cosas de Palma que todo el mundo conoce. Y como todo el mundo la conoce, te ves obligado a pagar los 4 euros que cuesta la entrada para verla por dentro. No me parece demasiado caro, pero la chorrada de incluir en el precio la visita al “museo” (cuatro vitrinas con artilugios religiosos) y al “claustro” (un patio sin mucho misterio) se la podían haber ahorrado. Por lo demás, la Catedral por dentro no destaca entre otras que he visto (aunque sí es muy grande y medievalosa), pero es verdad que por fuera sí mola y sí es raruna: está en lo alto de una colinilla, con vistas al mar y entre palmeras. Por cierto, oí un rumor de que si se diese actividad sísmica por la zona, la Catedral de Palma se iba por el desagüe lo primerito de todo, pero está sin contrastar.
La siguiente visita interesante, leyendo el mapa turístico del hotel, eran los baños árabes. Así que dando de nuevo toda la vuelta posible para ver más callejuelas y recovecos de la ciudad, allí nos plantamos. Básicamente, estos baños árabes consisten en un jardincillo la mar de chulo en medio del casco antiguo, con un par de “habitaciones” de estilo árabe que se supone que son los baños en sí mismos, pero que lo mismo vas a tu pueblo y es como el salón de casa de tu abuela con una vasija en medio. El sitio está bien, sobre todo si te lo planeas para que te toque hacer un descanso o comer en el jardincillo, pero no le veo el más absoluto sentido a que te cobren 2 euros por ello. Vamos, o cincuenta céntimos, eso debería ser un parque sin más o estar incluido en la entrada de algún otro monumento de más enjundia, como la Catedral o el Palacio de la Almudaina.
Al Palacio entre para completar la mañana monumental, ya que además está al lado de la Catedral (si haces la foto de uno de los pórticos echándote mucho para atrás para coger ángulo entras en el patio del Palacio). Según entré me gusto el hecho de que por fin me hacían un descuento por estudiante, o por carnet joven o por algo (en los otros dos sitios nanai). Y la verdad es que no hay mucho que decir del Palacio, ni te enseñan gran cosa (calculo que bastante menos de la mitad) ni lo que te enseñan es muy sorprendente para alguien que ya ha visto varios castillos y palacios medievalillos. Vamos, que está chulo pero no es nada del otro mundo. Además, una Guardia Civil muy tonta vino a decirme que no podía sentarme en un escalón, cuando se notaba que lo que estaba intentando era ganar ángulo para hacer una foto.
Después de tanta actividad cultural ya pude por fin dedicarme a lo que me había tenido salivando desde que supe que iba a ir a Palma: sobrasada. Porque la sobrasada está muy buena, pero no tiene nada que ver con la sobrasada que puedes encontrar en Baleares. Aún sabiendo que la sobrasada casera que una vez tuve la suerte de probar era difícilmente superable, me pateé las calles hasta encontrar una tiendecilla en plan local/delicatessen. Y vive Dios que la encontré. Además de comprarme tres sobrasadas que te cagas, recibí una buena clase sobre los tipos de carne y los diferentes grados de curación de la sobrasada, así que me fui tan contento.
Y ya poco más queda por contar… la parte del trabajo fue bien, ya puedo confirmar que en Palma se puede salir hasta las tantas un lunes y sí, la vuelta en avión se hizo mucho más llevadera que la ida al estilo Willy Fog.
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