Bueno, pues aquí va la primera entrada sobre una ciudad canadiense. Ya iba siendo hora, la verdad, disculpen mi dejadez. A cambio, esta entrada va además con el título más absurdo que jamás he puesto en una entrada, todo sea dicho y para demostrar que este calcetín asume sus responsabilidades y no oculta la cara. Pero vamos a hablar de una de las ciudades más grandes de Canadá: Toronto.
Si, como es mi caso, con quien te relacionas en Canadá resulta ser gente de Montreal, te dirán que Toronto es una caca de la vaca y que Montreal mola más. Si coincides en una cena con gente de Montreal y de Ottawa, discutirán entre ellos por qué ciudad se lleva peor con Toronto, y sólo estarán de acuerdo en que Toronto es una caca de la vaca. Y yo, que vivo en Ottawa en casa de una Montraelí, voy a Toronto… y va y me encanta la ciudad.
Para empezar, me encantó la familia con la que estuve. Reconozco que eché en falta al padre de familia ya que mi cacho-carne y yo fuimos, durante todo el fin de semana, el único referente masculino presente. Y eso cuando eres el extranjero, aún no tienes la fluidez lingüística que requiere una conversación entre mujeres y llevas un calcetín en la mano se hace duro. Sobre todo si, como era el caso, una de las mujeres presentes le está contando a su madre que se ha echado un novio medio italiano y medio rico. Es una experiencia estar ahí presente, y es realmente agobiante pensar de qué hablaran cuando tú te vas al baño.
Pero volviendo a la ciudad en sí, Toronto es muy parecida a lo que uno ha visto en las pelis y en las series americanas. Ojo, que esto es Canadá y no Estados Unidos, pero el feeling que transmite la ciudad es muy similar. Además, hay que tener en cuenta que Toronto es uno de los centros neurálgicos y económicos de Canadá, con lo que se convierte en una gran ciudad llena de edificios enormes, calles muy anchas, gente hablando inglés, coches automáticos y un estadio de beisbol… vamos, estereotipo yankee donde los haya.
De las cosas que más me gustaron, sin duda el mercado de St. Lawrence, que para los que vivimos en Madrid es una mezcla entre centro de restaurantes, mercadillo y mercado antíguo de barrio. Para los que viven en Barcelona, por lo que sé, es del tipo Mercado de la Boquería. Y es que en este sitio puedes encontrar de todo lo que quieras papear, fresco, orgánico, cultivado de forma responsable con el medio ambiente, sostenible y en definitiva bastante hippie-moderno (sin colores estridentes ni porros por todas partes).
Y lo mejor de todo es que la mayor parte de los puestos tienen muestras para catar: queso, pan, salchicha, algo que ellos creen que es chorizo pero ya se lo explicaré algún día, salsas picantes, mostazas, carne a la parrilla, miel, polen de abeja (ya he dicho que son unos hippies… esto es una especie de arenilla que te metes en la boca y sabe como a miel muy intensa), dulces… vamos, que si te empeñas sales bien comido por la filosera.
Otro punto clave de la ciudad, desde mi punto de vista, es la zona de los barrios inmigrantes. Entre calle y calle pasas por China, Italia, África y Latinoamérica, cada uno con sus tiendas y restaurantes. A mí eso me encanta, la verdad. Principalmente porque huele todo a comidaca estupenda, pero también porque te encuentras viejos amigos…
Pero si hay algo en Toronto de lo que la gente habla es la famosa CN Tower. Y yo estaba ahí todo emocionado pensando que me iba a subir a la CN Tower, y hacerme fotos chulas desde arriba con toda la ciudad a mis pies. Pero tuve la mala suerte de que estaba nublado de narices pese al calor (lo que, al igual que en el viejo continente, derivó en tormentaza por la noche) y Toronto tuvo la mala suerte de que mi pensamiento sobre su gran símbolo fuese “cagondiez, si esto no es más que un pirulí pero en grotescamente grande”. En cualquier caso en un día despejado tiene que haber ahí arriba unas vistas geniales, y yo me subiría sin dudarlo.
Por lo demás, Toronto es una ciudad muy urbana, y eso me ha gustado. Y tiene toda esa vidilla cultural y festivales y cosas “going on”, eso que siempre se dice que Barcelona tiene un montón y de lo que Madrid anda escasa. En definitiva: una ciudad que hay que visitar, y que parece muy apetecible para vivir si eres urbanita.
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