No empieces por el final: vol.1 y vol.2
Capítulo cuatro: La bien merecida fama de Brujas y la sorpresa de Gante.
Después de enamorarnos de Bruselas fuimos a Brujas, donde en contra de la costumbre sí teníamos hostal reservado. Lo que no sabíamos es que habíamos escogido un hostal de los que usan los pintores no-realistas para inspirarse: no es que pinten las paredes torcidas, es que han pasado muchas noches en sitios como éste. Nuestra habitación incumplía sistemáticamente todas y cada una de las leyes de la arquitectura, aunque con especial predilección incumplía la de las líneas rectas y ángulos de 90°.
Sólo con esas fotos ya podría demostrar que no es un chiste. Pero mis compañeros de viaje eran mucho más científicos de lo que cabe pensar de gente que usa una foto de una cerveza como prueba del ángulo de inclinación de una pared. Así pues, también se hicieron carreras de cervezas y mediciones de brazo, como demuestra el siguiente vídeo.
Aparte de esto, de Brujas hay poco que contar. Es tan bonita como se dice, tan medieval y tan espectacular cuando entras en el centro y ves todas las calles, casas, plazas e iglesias en perfecta harmonía, sin nada que desentone lo más mínimo de esa imagen de pueblo de la Edad Media. Quizá lo más sorprendente es que la foto más típicamente holandesa que me he hecho ha sido precisamente en Brujas.
Esto se debe a que, salvo la parte sur, Bélgica es muy muy muy Dutch (es decir: holandesa). Bueno, y en parte se debe a que vemos un molino y pensamos en Holanda salvo si alrededor del molino hay un secarral, que entonces pensamos en Don Quijote. El caso es que en Bélgica los carteles de las calles están en holandés y francés (y en el caso de Bruselas muchas veces también en inglés, lo que hace que los carteles sean enormes), la gente habla holandés y, como veis, hasta el paisaje es holandés. De hecho hasta llegar a Brujas yo no sabía que en Bélgica también había canales, pero o los hay o tienen doscientos millones de ríos muy bien organizaditos.
Pero si hay una ciudad que me ha sorprendido en Bélgica ha sido Gante. De hecho no tengo muy claro de quién fue la idea de parar allí ni por qué narices lo hicimos, pero me alegro mucho de haberlo hecho. Gante es una ciudad un punto más moderna que Brujas, pero no mucho. Simplemente han puesto tranvía y los edificios son un poco menos “vivo-talmente-en-la-edad-media”, pero por lo demás es una ciudad tan bonita como Brujas y con muchos menos turistas pateándola.
Además también tuvimos la suerte (como no, y gracias a la pulsera) de encontrar sitio para dormir sin tenernos que matar demasiado. De hecho nos dividimos en tres grupos: dos llegamos al mismo lugar a la vez y el tercero llamaba en ese momento desde otro bar para reservar. Lo más gracioso es que en el momento de hacer el registro el recepcionista dijo que de hecho teníamos una reserva hecha tres días antes, cosa de la que ninguno de nosotros teníamos constancia. Es decir, uno de nosotros mandó un correo con todos los datos y recibió la confirmación, y ni se acuerda ni se lo dijo a nadie, cosas ambas poco probables, así que aquí la pulsera pasa de ser mágica a dar un miedo de cojones. Pero si luego para salir de marcha el recepcionista te recomienda un bar de ambiente decorado con imágenes religiosas sobre paredes rosa-chillón la cosa de la reserva no te parece tan llamativa como una pareja homosexual besándose debajo de un Cristo en su cruz mientras tú te tomas una cervecilla.
Lo más llamativo de Gante es su cantidad de Iglesias. Yo he estado en muchas ciudades, e incluso pueblos enanos y perdidos, que tienen varias Iglesias y capillas. Pero no por ello veo lógico que desde un mismo punto (la esquina de una plaza) pueda ver 4 iglesias distintas. Y no iglesucas, sino señoras iglesias con sus torres y sus vidrieras en plan quiero-ser-la-catedral-de-gante-y-no-puedo-porque-hay-siete-como-yo. Eso sí, los domingos al llamar a misa debe ser muy malo para los resacosos vivir por esa zona.
Además, si durante todo el viaje a Bélgica comentamos que todos los monumentos y estatuas hacían referencia de algún modo a la insigne figura de William Wallace, no podía haber mejor forma de acabar el tour que visitando un castillo. Lo malo es que la entrada al castillo (que tenía dentro un museo de la tortura) eran 6 eurazos. Lo bueno es que llevábamos las pulseras mágicas y por ser menores de 26 se quedó en 1’20 (eso sí es un descuento). Dentro, en el museo, encontramos cosas como una espada más alta que una persona de 1’80, lo que es mucho para un palo afilado. Vale que si endiñas a alguien con semejante espadoco le escamochas, pero tendría mérito ser capaz de mantenerte de pié, sobre todo cuando la armadura de al lado no pasaba del 1’60…
Epílogo: Resumen y conclusión
Bueno, pues casi 4000 palabras después ya está. Nunca había escrito tanto sobre el mismo tema, pero espero que viendo las fotos se entienda por qué hacía falta contar todo esto. Además, no olvidemos que han sido 700 kilómetros (calculamos que 500 de haber tenido un GPS) en cuatro días, y que eso corresponde a medio país de estos enanos. Además, durante todo el viaje hemos llevado una copa en el coche (recuerdo del bar de Bruselas) que ha aguantado estoicamente.
Yo tenía la idea de que Bélgica era un país ahí en medio que no pintaba mucho, un poco simplón y que sólo servía para estar entre Francia y Holanda o tener instituciones europeas por pillar bien en medio. Y lo que he descubierto es que es un país precioso, donde cada calle parece salida de una película sobre el siglo XIII perfectamente ambientada.
Sobre los belgas no tengo ninguna queja. Incluso su marca de cerveza típica (Jupiler) es estupenda, por mucha fama que tenga su chocolate. Igual que los holandeses, los belgas tienen ahora algunos problemillas de racismo, pero la mayor parte es en plan “guerra civil” entre francófonos y flamencos. A tal punto se caen mal que el fin de semana que pasamos allí se cumplían 130 días si formar Gobierno tras las elecciones. Y la gente por la calle tan tranquila… claro, porque estábamos en la zona Dutch y ni un francófono asomaba la cabeza.
En cualquier caso, igual que dije que los franceses sabían todos hacer croissants tengo que decir que no hay belga que no sepa hacer un gofre (waffel). Es imposible recorrer cualquier ciudad sin encontrar una cafetería, tienda quiosquillo o furgoneta (talmente) que los venda, con el agravante para la gente a dieta de que están la mar de buenos todos ellos.
Total: Bélgica es muy chachi y ya estás tardando en ir a conocerla. Y si no hiciese el frío polar que hace sería aún mejor.
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