Hoy toca otra guía de viajes. El turno es para el viaje a Túnez que hizo cierto grupo de amigos de cierta facultad como “viaje del ecuador” (que es una excusa para irse de viaje en mitad de la carrera), al que me adobé como calcetín-polizón y del que, pese a los numerosos intentos de atentar contra mi vida, logré volver sano y salvo.
Al ser un viaje organizadito, pudimos ver muchas cosas típicas de Túnez. Yo prefiero los viajes a tu bola, pero esto tiene la ventaja de que no tienes nada que pensar ni que decidir y no te pierdes monumentos y así al volver nadie te dice «¿No fuiste a ver nose qué? ¡Pues si lo conoce todo el mundo y es impresionante!». Tampoco voy a hablar mucho de esto, porque es algo que con ir a las guías de viajes ya te dicen qué hay que ver: ruinas de Cartago, Mezquita de Qayrawan (una de las más grandes del mundo), pueblo de Sidi Abu Said (que es famosete por ser todo blanco y azul), circo romano de Hammamet, el bazar de la capital… y vamos, que no tiene mucha historia que contar, porque hay que ir y verlo. Y sí, la mayor parte de las cosas merecen la pena, no son del tipo “y se supone que aquí estaba…” sino que realmente están las cosas y las puedes patear.
Así que prefiero centrarme en las cosas que sí me llamaron mucho la atención. Para meteros en situación: en nuestro viaje la mayor parte del tiempo íbamos de un lado a otro en 4×4, lo que obviamente mola más que un autobús porque se mete por sitios con más botes, terraplenes y esas cosas. Además los conductores eran muy salaos y se picaban entre ellos, echaban carreras, te hacían unos cuantos kilómetros de noche en paralelo por el carril contrario… vamos, que era un viaje muy aventura.
Empezaré por lo más impresionante de todo: el desierto. Ahora todos estáis pensando “pues mira, el desierto, todos sabemos cómo es: grande y desierto”. Pues sí, eso yo ya lo sabía, lo que no me esperaba es que fuese TAN grande y TAN desierto. Cuando subimos al camello pensé que iba a ser un poco caca, como meterse en una playa grande. Pero al cabo de media hora nos encontramos en mitad de la nada, sin ver nada de nada ni a nadie, así que busqué con la mirada a mi camello y a los camelleros, no fuera que dejasen tirado. En serio, es que es MUY grande y MUY desierto.
Además, perderse en el desierto es muy fácil. Dado que no hay carreteras vas todo recto, así que un pequeño cambio en el ángulo de entrada al desierto hace que en vez de acabar donde debes acabes a sopotocientos kilómetros. Un día nuestro conductor tomó otro ángulo, así que fuimos viendo que poco a poco la fila de coches se iba perdiendo y nos quedábamos solos, sin nada alrededor y sin cobertura. Sólo podíamos fiarnos de que el conductor realmente supiese lo que hacía y de que si sigues recto durante mucho tiempo por narices se tiene que acabar el desierto. Por suerte, lo que buscaba el conductor era el típico chiringuito que está en mitad de la nada. Y lo encontró. En un coche lleno de gente que estudia marketing nadie supo dar respuesta a porqué leches alguien puso un chiringuito en mitad del desierto, y cómo el conductor es capaz de llegar otra vez hasta él, pero ahí estaba.
Aprovechando que ya estoy metido en el tema del desierto: es totalmente cierto, por la noche hace un frío del carajo. No me preguntes porqué, pero totalmente vestido debajo de seis mantas dentro de la Haima (tienda de campaña) te pelas de frío. Para compensar el sol pega con tanta fuerza durante el día que se está mejor con la sudadera puesta (e incluso el forro polar que tenías puesto para dormir) que en manga corta. La razón es simple: si dejas la piel al descubierto te achicharras en dos minutos, y con la sudadera estás más protegido y aunque hace un calor del demonio conservas la piel.
El otro tema que choca, muy relacionado con el desierto, es la concepción del agua. En el desierto no hay. Nada, cero, ni gota. Para nosotros lo normal es que haya agua en todas partes, que si quieres en un restaurante agüita te ponen una jarra y ni te la cobran, y que si te da la sed buscas un grifo y bebes. Pues bien, en Túnez (y supongo que por lo general en los desiertos) el agua es un bien muy escaso, lo que en términos de marketing se traduce en difícil de encontrar (el agua corriente tiende a no ser potable) y caro.
Esto deriva en otro apunte no menos importante: tío, el hielo se hace con agua. Así que no esperes encontrarlo por ningún lado, y no esperes que la copa que te pongan en el bar/discoteca tenga más de dos cubitos. Sí, aquí en España te ponen los que pidas, y si se deshacen y se te está calentando la copa te ponen más. Aunque toda la situación me pareció exagerada e intrasladable a nuestra cultura, creo que todo el mundo debería pasarse una semanita en el desierto para valorar más el agua y poner de su parte para que no se acabe, que la vida sin ella es muy chunga.
Aprovechando que ha salido el tema de los bares y discotecas, cuando estás en un país islámico hay que recordar que en su cultura no está bien visto el alcohol. Por eso está muy caro (60€ una botella de 75cl.). Además, en las discotecas tienen un “medidor” para poner una cantidad de alcohol establecida en las copas. En resumen: ponen poco alcohol, caro y sin hielo. Si quieres mantener la misma relación con el alcohol que tienes en España, más te vale comprarlo en el dutyfree del aeropuerto, aunque al calcular las cantidades recuerda que beber sin hielo es más duro. Si te da igual el vicio te recomiendo buscar una terracita con vistas y pedir una cachimba (de sustancias legales, olvida esa idea que tienes de los países norteafricanos y las drogas) y un té de piñones.
Ahora por fin viene el remanso que todo buen friki estará esperando: sí, en Túnez se rodaron varias escenas de Star Wars y quedan decorados. Quiero decir, que aparte del trozo de desierto están algunas de las construcciones, así que si eres una persona medio normal no tardarás en tener unos trescientos millones de fotos haciendo que la fuerza de tus compañeros sientes (papá, no está mal redactado, es tipo Yoda). Están el pueblito de Anakin (que lo estaban convirtiendo en un hotel, y eso sí que tiene que molar) y Mos Eisley.
Para terminar tendré que comentar algo de la gente. La verdad es que por el tipo de viaje no tuvimos mucho contacto, salvo para regatear y comprar cositas. Recuerda que el regateo no se puede hacer en todas partes pero sí en la mayor parte de “tiendas típicas”, sobre todo en el bazar, y que el precio inicial que te dan es brutal y se puede bajar muchísimo; pero tampoco quieras pasarte de listo y limítate a sacar un precio que te convenga y disfrutar del juego. También te encontrarás con la gente que, en mitad del desierto, aparece para venderte collarcitos, piedras, rosas del desierto… A veces se hacen un poco cansinos, pero no debes olvidar que eres un turista occidental en un país donde la mayor parte de la gente es bastante pobre. Además, no pienses que cuando alguien te pide algo sólo le interesa el dinero. Si llevas bolis o mecheros (o ese tipo de cosas que, como el agua, a ti te parecen la mar de normales y para ellos no lo son tanto) estarán más que encantados de demostrarte que el trueque existe todavía.
Así que Túnez es un sitio muy interesante, y el desierto es una de las cosas más impresionantes que puedes ver en tu vida. Y personalmente, yo me lo pase de muerte.
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