En primer lugar, tengo que reconocer que estoy abrumado por la cantidad de visitas que ha tenido el Blog en su primera semana de vida. Y que por eso mismo tengo algo de miedo (llamadlo pavor y sudores fríos por la noche). Pero bueno, el caso es que llega un momento en la vida de todo calcetín en que uno se plantea si tiene más sentido la concepción lineal del tiempo o si por el contrario deberíamos asumir la teoría cíclica en la que el tiempo es una cinta unida por sus extremos de forma infinita. Y de eso va esta entrada.
Ese momento puede ser perfectamente cuando ves aquel capítulo raro de Sea Quest (mítica serie con protagonismo de un delfín. ¡¡¡DE UN DELFÍN!!!) en el que un ordenador del futuro abducía al submarino en cuestión y los llevaba al futuro para que se encargasen de arrejuntar a los dos únicos seres humanos que quedan (por suerte eran un chico y una chica de la misma edad. Eso sí, una especie de medio hermanos. Lo que hace pensar que la humanidad futura sería potencialmente tonta…).
Hablemos primero de la teoría lineal. Es la cómoda, la fácil de entender, esto empieza aquí y acaba allí y no hay nada más que decir. Sería como ir en coche del punto A al punto B: a no ser que sea realmente malo usando un G.P.S., no paso otra vez por el punto A. Pues lo mismo pasa con el tiempo: yo tengo dos años, luego diez, luego veinte y así hasta que me llega la hora. Todo empieza y se acaba, pasa el día y viene la noche, pasa enero y viene febrero; y déjate de comerte la cabeza de que si los extremos del tiempo se tocan y que como se rompa la cinta el tiempo se autoconsume o vaya usted a saber.
Pero la cosa está en que todas las series molonas hablan de la teoría cíclica: Sea Quest que ya la he dicho, Star Trek, Héroes… Y si te fijas, hay ciclos por todas partes: es cierto que el día se acaba y llega la noche, pero es que después viene otra vez el día. Y después de enero viene febrero, pero es que un año después viene otra vez enero. Y si nos ponemos estrictos, eso se debe a que la Tierra da vueltas, y al dar vueltas está haciendo el dibujo de una elipse que, al repetirlo, es un ciclo.
Y si os acordáis de cuando ibais al colegio, en alguno de los ratos entre jugar en el patio os explicaron que en la naturaleza hay una cosa que se llama el ciclo de la vida: nacer, crecer, nos reproducirse y morir.
Ahora estás pensando “¡Ja! Te he pillado. Eso si que es lineal, uno nace y la espicha y no renace, luego no es un ciclo”. Pues no, pequeñuelo, no. Para empezar si fueses budista no dirías eso de que no renacemos, pero de todas formas es que eso en realidad es parte del ciclo de la vida, donde la muerte de uno se convierte en el alimento de otro para que crezca y se reproduzca y así las especies se perpetúan. Por decir lo mismo de otra forma: el calcetín se perpetúa como especie a base de ciclos de calcetinitos individuales como tú y yo que nacemos, crecemos, nos reproducimos (al menos lo intentamos fervientemente) y la espichamos.
Por tanto, parece que como tantas cosas en esta vida la teoría de que el tiempo es una cinta gana, aunque sólo sea porque es la que sale en las series del SciFi. Eso nos hace replantearnos cosas como que si vives eternamente llegará un momento en que te encuentres correteando con los dinosaurios y veas la evolución de las especies, o hasta que tengas que convertirte en el primer organismo unicelular para no chafarle la idea a Darwin. Una ventaja que tiene aquí un creyente es que sabría que se llamaría Adán y que no tendría que preocuparse por el ligoteo, cosa que realmente al organismo celular tampoco le preocuparía (pero Adán se divierte más, hasta el punto de que les tienen que echar del Paraíso).
Y hasta aquí la chapa sobre las teorías del tiempo. Ahora os toca opinar cuál os parece más molona y haceros camisetas que demuestren de qué lado estáis.
Deja una respuesta