Mientras la primavera iba alargando los días holandeses y con ello se nos iba acabando el mejor año de nuestra vida (bendita Erasmus), decidimos que nos quedaba tiempo y dinero (mmm bueno, más tiempo que dinero) para hacer un último viaje antes de acabar. Así que pusimos la maquinaria a trabajar para encontrar algo que pudiésemos pagar para irnos a Escocia a bañarnos con Nesi, a Berlín a darle patadas a lo que quede de muro o a tratar de hacernos nuestro propio Viena-Praga-Budapest. Y acabamos en Suecia.
La verdad es que todo empezó con un e-mail que contenía una presentación comparando la fauna nocturna británica con las dulces féminas suecas tomando alegremente unas copas con sus amigas. El e-mail era una coña, porque estábamos bastante decididos en nuestros destinos, pero un día recibí un mensaje que decía: te acabamos de comprar un billete de avión a Suecia. Resulta que, visto el mail, por hacer la gracia, alguien miró cuánto costaría el avión a Estocolmo, y se encontró una de esas megaofertas brutales. Y en Suecia que nos plantamos un calcetín, tres franceses y ocho españoles.
Para quien sea rematadamente inculto, Suecia es un país que forma parte de la corona nórdica, lo que significa que tiende a hacer frío, que en invierno casi no se ve la luz del sol y en verano prácticamente no hay noche (esto depende de la latitud exacta de donde estés). Para quien sepa eso pero no de política internacional, Suecia es Europa pero no tiene Euro. Su moneda es la Corona y viene a valer como diez veces menos que el Euro, lo que al igual que en Polonia provoca peleas por una moneda que no llega a valer diez céntimos. Como dato que da la experiencia, decir que los billetes suecos se rompen fácilmente, pero que si en las tiendas del aeropuerto les das las dos piezas te los admiten. Son super majetes, los suecos.
Lo primero que hay que destacar de Estocolmo es que la gente es genial. Los holandeses tienen fama de ser muy abiertos y luego son unos racistas que flipas y siguen las normas a rajatabla. En cambio, de los suecos nadie dice nada porque les es realmente indiferente cómo seas y cómo vayas vestido. En el metro se sientan juntos un punky, un ejecutivo, un turista y un señor mayor y nadie mira mínimamente raro a nadie. Es más, lo normal es que se pongan a hablar con el turista de qué le parece la ciudad y de sitios que no puede perderse. Exceptuando a la dueña del hotel en el que estábamos, todos los suecos son sumamente simpáticos, agradables y abiertos. Y en el caso de las mujeres, además están sumamente buenas y en verano llevan unos pantaloncitos sumamente cortos, lo que multiplica la sensación de buenez.
Pero vamos a meternos ya con el viaje. Por desgracia y por exámenes, esta vez la locura sólo pudo durar un fin de semana, así que no fue un viaje tan intenso como otras veces. A cambio, Estocolmo es sin duda la ciudad más bonita de las que este calcetín ha visitado este año, y eso es decir mucho después de la visita a Gante. Además, al estar todo el viaje marcado por el concepto “fin de semana” hicimos un amplio estudio de la vida nocturna estocolmoquesa.
Vida Nocturna Sueca
El mismo viernes que llegamos, tras procurarnos una cena cualquiera en un McDonald’s (tan lento que no se le puede considerar “comida rápida” en absoluto), salimos con el equipo dispuesto a comerse la noche sueca y alguno dispuesto a comerse a alguna de sus agraciadas habitantes (hoy toca humor borrico). A base de preguntar a varios pivones acabamos en la zona pija de Estocolmo entrando en la discoteca más piji guachi de la ciudad. Y en ese momento nos convertimos en protagonistas de una escena digna de las mejores películas de Pajares y Esteso, a los que a partir de ahora consideraré grandes sociólogos y mejores estudiosos de la realidad social española, así como autores fieles a la realidad más absoluta.
Me explico: a nuestro alrededor no dejaban de pasar suecas altas, rubias, de ojos azulísimos y sonrisa encantadora y vestidas de fiesta (tipo “discoteca más pija de la ciudad”, recordemos); mientras los once, franceses incluidos, mirábamos con ojos desorbitados, nos llevábamos las manos a la cabeza, girábamos sobre nosotros mismos, señalábamos, gritábamos cosas como “madre de Dios”, “mira, mira, mira”, “jooooder” o “me encanta Suecia”. Insisto, cualquier que haya visto una película documental de Pajares y Esteso al respecto sabe de lo que hablo. Menos mal que el capitán de nuestro equipo supo sobreponerse a la situación y decir “chicos, así vamos muy mal, eh” y empezamos a contenernos. Ardua tarea ya que lo que Pajares y Esteso se callaron es que un tío moreno, no tan alto y con un poco de barba resulta sumamente exótico y atractivo en esas latitudes. Por lo demás, el sitio, aunque caro y pijo para mi gusto, no estaba mal. El edifico molaba, la música no era demasiado destructiva y en general había muy buen ambiente. Tanto que al final, aunque intentamos evitarlo, al día siguiente acabamos exactamente en el mismo sitio.
Bueno, otras cosas interesantes a saber de la noche sueca es que en realidad no es de noche, al menos a finales de Mayo. Pongamos por caso, totalmente hipotético, que tú haces un botellón cerca del hotel en el que estás a eso de las 21:00. Pongamos que, por tanto, llegas a la zona de bares-discotecas a eso de las 0:00. Y pongamos que sales del bar-discoteca cuando los suecos, la mar de amables, te dicen que se acabó lo que se daba y que a casa a dormir, que es a eso de las 3:00 o 3:30. Bien, entonces habrás hecho el botellón con total claridad, te habrás metido en el bar-discoteca antes de que anochezca y habrás salido de ahí cuando ya empieza a amanecer. Eso despista un huevo sobre todo porque, gracias a la política antitabaco sueca, la gente que fuma tiene que salirse del local a un corralito que les montan en la acera, con lo que llegas a casa de día y sin apestar a tabaco y te preguntas: ¿yo estaba volviendo de una discoteca o del colegio?
http://youtu.be/eg_UQwx-pfU&hl=es&fs=1
Como último apunte de las noches suecas, mandar un aplauso a sus policías. Son unos tíos y tías enormes y mazadísimos, pero con una paciencia y un control de la situación envidiable. Cualquier borrachillo latino habría entendido al quinto “vete” que era el momento de irse, pero un borrachillo sueco seguía insistiendo en defender su postura a gritos en la cara del policía. Entonces se produjo una divertida escena en la que un compañero policía se acercaba un paso, el borrachillo huía cinco metros, se daba la vuelta y seguía gritándoles, los dos policías daban otro paso, el borrachillo huía, se daba la vuelta y seguía gritándoles… hasta que tras veinte minutos los policías le metieron en una furgoneta, educada y merecidamente.
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