Entre las decoraciones de Navidad de este año hemos decidido hacer una cosa que en España no se ve mucho pero que es muy típica de los hogares guiris: una casa de jengibre. Como la de la historia de Hansel y Gretel, pero sin una bruja caníbal dentro. Al parecer es una tradición bastante antigua que nace de la leyenda de (atención porque esto es muy fuerte y en este blog si lo dice la Wikipedia aceptamos barco) un cuarto Rey Mago que llevaba jengibre como regalo para Jesús pero que no llegó a Belén.
La verdad es que la idea se parece bastante a la de montar el Belén, porque gran parte de la gracia está en echar una tarde de principios de Diciembre construyendo la propia casa. Los materiales de construcción son bastante básicos: pan de jengibre (que perdonad que me ponga técnico, pero más que pan es como una galleta), glaseado y caramelos. Lo puedes incluso hacer en casa, pero en cualquier tienda encuentras kits con todo lo necesario y hasta con diferentes formas. Este año he visto hasta un Halcón Milenario, pero como ya somos casi canadienses nos ha gustado más el Zamboni.
Pero para empezar respetando a los clásicos, nos trajimos a casa el kit para hacer una casa con sus cuatro paredes de jengibre y el glaseado para pegarlo todo junto. Y la verdad es que resulta sorprendente lo bien pensadas que están estas casas arquitectónicamente hablando, porque no me esperaba yo que con unos materiales tan fáciles de romper a mordiscos pudieses hacer construcciones tan elaboradas y resistentes. Si Gaudí hubiese pillado esta técnica más de moda seguramente hoy nos podríamos comer la Sagrada Familia y medio Parc Güell.
Como con tantas otras cosas guiris que no hemos hecho nunca, la cacho-novia lideró el proyecto haciendo de arquitecta, aparejadora, albañil y decoradora de interior para que la casa aguantase de pie y molase por fuera. Y como podéis ver en las fotos la verdad es que no se nos dió nada mal, aunque tengo que reconocer que las fotos no capturan lo frustrante que puede ser el proceso en algunos casos: cuando te das cuenta de que el tejado está del revés, cuando el glaseado no se endurece suficientemente rápido y las cosas se caen, cuando echas un puñado de virutas y en vez de pegarse al glaseado se esparcen por toda la habitación…
Lo que más me chocó es enterarme de que el plan no era comerse la casa. Una parte de mí en seguida sacó el argumentario de que estando como está el mundo no se puede ir por la vida desperdiciando comida. Y ojo, esa parte tiene toda la razón, pero también es verdad que el desperdicio sería mucho mayor si la casa fuese de plástico o cartón, porque para tenerla de decoración un par de semanas mejor que sea biodegradable y esas cosas. Además, que si lo piensas lo de comerte una galleta que han manoseado no sé cuántas personas (todos los que hayan participado en la construcción) y que lleva dos semanas encima de la mesa cogiendo polvo y enranciándose pues tampoco suena muy apetecible.
En cualquier caso, yo lo que quería era aprovechar la foto de nuestra casa de jengibre, que al precio que está el real state es la única que podemos comprarnos en Toronto, para desearos a todos lo mejor para estas fechas y todas las cosas buenas y bonitas para el 2018.
Feliz Navidad – Merry Christmas – Joyeux Noël
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