Una de las primeras cosas que ves cuando vas a Ciudad del Cabo desde el aeropuerto, y básicamente desde cualquier lado, es la montaña gigantesca que domina toda la ciudad. Además es imposible confundirla, porque como la susodicha montaña es plana como una mesa por la parte de arriba se llama «Table Mountain», y para más cachondeo se le suelen quedar las nubes enganchadas formando lo que los capetonians llaman «el mantel de la mesa». Pero lo más importante de esta montaña es que da nombre a todo un parque nacional, el Table Mountain National Park, que tiene de todo lo que un amante de la naturaleza puede querer: montaña, playa, animales únicos, flores endémicas, pingüinos, focas, monos… sin duda fue mi parte favorita de Ciudad del Cabo.
Table Mountain es también una de las Nuevas Siete Maravillas de la Naturaleza, no por la gracia de la mesa y el mantel sino por lo de la riqueza natural. Resulta que, de los seis reinos florales que hay en el mundo, Table Mountain tiene el suyo propio con plantas que no se encuentran en ningún otro sitio. Por si eso fuera poco para petarlo, este reino floral (el Reino Capense, para los frikis) es el más pequeño y variado de todos: en Table Mountain puedes contar hasta 2200 especies de plantas, que es más de las que hay en todo el Reino Unido. La fauna, que está más esparcida por el parque (en la montaña en medio de la ciudad no hay leones y elefantes) también es de lo más variada y también tiene animales endémicos de la región, pero claro, no es comparable a lo del Reino Capense.
A la montaña puedes subir haciendo senderismo en unas tres horas cuesta arriba (y ojo con el calor), pero lo mismo llegas desfondado y no puedes disfrutar de los senderos planos y las vistas de la parte de arriba. Así que si estás de visita y sólo tienes un día lo mejor es coger el teleférico, que además tiene el suelo giratorio para que nadie se quede sin su momento de vértigo brutal. Una vez arriba puedes disfrutar de las vistas impresionantes, andar entre flores que no has visto ni volverás a ver en la vida, y mirar a ver si te encuentras con algún bicho.
Nosotros vimos lagartos y un damán roquero, un animalillo tan poco espectacular que la Wikipedia lo descubre como un cruce entre marmota y conejo de indias pero que (geneticamente hablando) es el pariente más cercano al elefante. En cualquier caso hay que dedicarle al menos medio día a la montaña, y fácilmente el día entero si quieres ver la puesta de sol. Que vaya pedazo de puesta de sol, ojo.
Aparte de la montaña, y sin salir del parque nacional, no se puede ir a Ciudad del Cabo y no ir a ver el cabo en sí mismo: el Cabo de Buena Esperanza. Aunque el punto más al sur de toda África es el Cabo de las Agujas (Cabo Agulhas), que es también donde se juntan los océanos Índico y Atlántico, por alguna razón toda la fama se la lleva toda el Cabo de Buena Esperanza. Quitando la decepción geográfica que me llevé al enterarme, la verdad es que el sitio mola bastante, tanto el cabo en cuestión como la subida al faro. Hay hasta monos que intentan robarte la comida y, si en vez de un bocata te pillan la cámara, pues la rompen y que te den. Nosotros no vimos ninguno y nos dolió bastante, pero al parecer es buena cosa porque saben hasta colarse en los coches y son violentos a rabiar.
Otra cosa importente a tener en cuenta es que el Cabo de Buena Esperanza es una de las joyas del turismo en Sudáfrica, y hay riadas de gente que llegan hasta allí en coche, bicicleta y autobús. El aparcamiento es rematadamente pequeño y cuando llegas te cagas porque lo ves imposible, pero la mayor parte de la gente lo único que quiere es hacerse la foto con el cartel así que en seguida se queda un hueco libre para aparcar. De hecho, hacerse la foto con el cartel es bastante más complicado que aparcar porque las cola es eterna… menos mal el cartel en Africaans es bastante menos popular y conseguimos convencer a la novia de mi cacho-carne para hacer esa cola porque a) somos españoles y nos va ese rollo y b) la cola era bastante más corta.
Visto el Cabo de Buena Esperanza, quedan al menos tres cosas que ver en el parque de Table Mountain: focas, pingüinos y la carretera de Chapmans Peak. Lo suyo es organizarse el día para ver una cosa de camino al Cabo y otra cosa a la vuelta, pasando por la carretera en algún momento.
Nosotros empezamos por la isla de las focas en Hout Bay, un pueblo que personalmente no sé si tiene otra cosa que el puerto y cientos de barcos que te llevan a ver las focas. El caso es que en un viajecillo de diez minutos te acercan a una roca de lo más vulgar salvo porque hay cientos de focas ahí pasando el rato: tomando el sol, saltando en el agua o rascándose la oreja como un perrillo. Y repito, son cientos de focas, así que mola. Lo que no mola tanto es el olor de cien focas, eso también hay que decirlo.
De Hout Bay nos fuimos al Cabo de Buena Esperanza cogiendo Chapmans Peak Drive, una autopista con vistas impresionantes y que por lo que nos han dicho si la pillas al atardecer es orgásmica del todo… pero como podéis ver en la galería de fotos a la una de la tarde de un día nubladete también mola un taco. Aunque a la vuelta podíamos haber vuelto a pasar cogimos otro camino para ir directamente a Boulder’s Beach, también conocida como «la playa de los pingüinos de Simon’s Town», que es como la isla de las focas pero en playa y con pingüinos. Y si las focas son graciosas los pingüinos no lo son menos, y además huelen bastante mejor.
Así que ya lo sabéis, si váis a Ciudad del Cabo y no véis plantas únicas, paisajes impresionantes y animales graciosos por todas partes, os han tomado el pelo. Aquí van fotos de todo.
Deja una respuesta