La Haya es fundamentalmente plana. Eso hace, por un lado, que “haya” un viento de narices porque no hay ningún accidente geográfico de aquí a las Montañas Rocosas que pare el aire; y por otro que sea una ciudad estupenda para ir en bici de un lado a otro. Por eso, es totalmente cierto que aquí no eres nadie si no tienes una bici, salvo quizá alguien que a) paga una pasta por ir en tranvía o que b) tarda un huevo en ir a todas partes porque va andando arriesgándose además a morir ahogado en un canal por intentar esquivar de un solo movimiento una bici, un coche y un tranvía. Pues bien, yo quería tener mi bici no sólo para ahorrarme lo caro que es el tranvía, sino para sentirme más holandés. Así que os puedo contar cómo se compra una bici en este país.
Para comprar una bici en Madrid tú vas a una tienda de bicis, escoges cuál quieres según lo que mole y el dinero que te quieras gastar y sales de la tienda con tu bici nuevecita, brillante, lustrosa y funcional. Pues bien, en Holanda tienes esa opción, pero hay que contar con que también te puedes comprar la bici de segunda mano por unos cincuenta euros, que va a ser igual que la que te podías haber comprado en España salvo porque no va a estar nueva y quizá te pases una semana volviendo a la tienda para que el tío te arregle las cosas que no funcionan bien (como te la acaba de vender lo hace gratis… faltaría más).
Pero si no quieres gastarte tanto dinero y quieres meterte de lleno en la tradición estudiantil holandesa tienes una tercera opción, que es por la que yo opté: comprarle la bici a un yonki, preferentemente tu yonki de confianza que sabes que no te engaña. En este caso la bici te sale por unos quince o treinta euros, según el estado de la misma, lo que sepas regatear y la necesidad del yonki. Este nuevo agente comercial tiene una misión encomiable: te evita la carga de conciencia de reventar un candado y robar una bici. Es una de esas paradojas humanas que tan bien representa el espíritu P2P, porque por cómo se produce la transacción, por cómo el vendedor sale corriendo en cuanto tiene los billetes en la mano y por el precio de las bicis sabes que es más robada que nada, pero te aferras al hecho de haber pagado para que nadie pueda decirte nada.
Así que el día en que nos asaltó la oportunidad de comprar una bici por esta tercera vía y me convertí en el único que volvía a casa andando decidí hablar con amigos de confianza para ponerme en contacto con su yonki de confianza. Fue sencillo, ya que en una de las residencias tienen un servicio de yonki estupendo al que puedes incluso encargarle la bici según tipo de freno, tamaño… y esa misma noche me compré mi bici por veinticinco euros, con la gracia añadida de que estaba guardada en el propio parking de la residencia desde el día anterior.
Quizá a los españoles esta bici os resulte un poco extraña, pero es porque no vivís aquí. Este es el estilo holandés (aunque el holandés puro tiene la barra de en medio hacia abajo para que sea más cómodo subir y bajar). Yo no quería una mountain-bike, yo quería una bici que me hiciese sentir más integrado en la cultura holandesa. Es cierto que la luz no funciona por el hecho de faltar todo menos la dinamo, y que los frenos no funcionaban (inciso: el freno de atrás sí funcionaba porque las bicis holandesas de verdad frenan pedaleando hacia atrás. No funcionaba el freno de delante, pero mi yonki me dijo que eso no estaba de moda) pero tiene porta cargas que se usa para portar personas y es muy muy holandesa. Además, por el tema de los frenos mi yonki de confianza me bajó cinco euros (y cuando le intenté regatear más me dijo “ahora le voy a vender a tu amiga una bici mucho peor por veinte, así que ésta tiene que ser por veinticinco”) y al día siguiente un amiguete lo reparó en dos minutos.
El siguiente paso, una vez tienes tu bici, es asegurarte de que no se convierta en la bici de otro. Es decir, que tu yonki de confianza no sea también el yonki de confianza de otra persona y te quedes sin bici, teniendo que comprarle otra. De hecho, puede incluso darse el caso de que tengas que comprarte tu propia bici otra vez, lo que si bien es una putada tiene que ser deliciosamente irónico. La cosa es que para intentar evitar esta situación vas a la tienda de bicis y te compras un candado modelo “se me ha vuelto a escapar el T-Rex, dame una cadena bien gorda”. Y se produce la graciosa paradoja de que puedes comprarte un candado por el mismo precio que la bici, sólo por ahorrarte el engorro de comprarte una bici nueva cada día. Obviamente reparar la bici es tonto, ya que resulta mucho más caro que hablar con tu yonki de confianza y comprarte una nueva.
Así que si alguna vez os encontráis en la tesitura ya sabéis todo lo necesario sobre el mercado de bicis en La Haya. Yo ahora os dejo que tengo que ir a la facultad… andando, porque vivo demasiado cerca como para coger la bici.
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