Que me gusta Tarantino (eh… sus pelis) es algo bien sabido por todos los que me conocen. Incluso por gente que no me conoce de nada pero lleva tiempo leyendo este blog. Para todos ellos, aquí está mi comentario sobre Inglorious Bastards, el último regalo al mundo de Quentin y un peliculón como la copa de un pino.
La peli cuenta la historia de un grupo especial del ejército estadounidense destinado a Europa para cargarse a cuantos nazis puedan. La gracia es que todos los del grupo son judíos y tienen mucho (pero que mucho) resquemor a los nazis, y eso es lo que le da pie a Quentin para meter sus conocidas escenas sangrientas y desagradables que a gente con problemas mentales como yo nos gustan tanto cuando las hace él.
Básicamente este es el argumento de la peli, al que se añaden un trauma infantil y un plan para acabar con la jerarquía fascista al completo. Lo que convierte la peli en un peliculón es, aparte de que el guión resulta mucho más maduro que otros de Quentin, lo bien construidos que están los personajes. De la cabeza a los pies cada uno de ellos está trabajado a la perfección, desde la forma de andar hasta cómo reaccionan a cada situación. Y sobre todo se hace imprescindible ver la peli en versión original, ya que una gran parte de la caracterización se consigue a través de los idiomas que habla cada personaje. De hecho, nunca me ha gustado tanto Brad Pitt como al oír el buon giorno del teniente Aldo Raine. Esa escena sería mi favorita si Quentin no se hubiese currado la de la taberna llena de alemanes, donde sale a la luz el mejor Tarantino dirigiendo unos minutos de tensión interminable que terminan de la única manera que podían terminar.
Lo único que me sorprende es que siendo una película de Tarantino no tenga nada que decir sobre la banda sonora. Normalmente es una de las cosas que más destacan en sus películas, y en cambio ahora mismo no soy capaz de recordar ningún tema de Inglorious Bastards. Seguramente eso significa que yo le exijo ya mucho a Quentin, y que la música se integra perfectamente en la peli pero no resulta memorable como el baile de Pulp Fiction ni te taladra la cabeza de por vida como el silbidito de Kill Bill.
Como dijo Aldo Raine: ¡Arrivederci!
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