Todo lo que no nadie me ha preguntado sobre la inteligencia artificial

Sí, ya sé que llego como diez años tarde para hablar de inteligencia artificial. Pero al menos no vengo a venderos que nos va a resolver la vida ni a meteros el miedo a usar hasta el teléfono. Yo lo que quiero es hacer como con el pensadero en Harry Potter: sacarme los pensamientos de la cabeza para poder verlos con más claridad. Y este es un tema con el que paso mucho tiempo entre el trabajo y las noticias, así que escribir también me ayuda sacármelo de la cabeza y hacer espacio para otras cosas.

La idea de que un día habría máquinas con la capacidad de «pensar» como los humanos y hacer las mismas cosas que nosotros existe desde la antigüedad. Los Gólem son básicamente robots de barro que cobran vida; es fácil imaginarse a un cantero hace mil quinientos años pensando «es que mira que sería esto más fácil si el cincel cortase la piedra él sólo»; y ahí tenemos todos los libros, películas y series de ciencia ficción con máquinas que hablan y toman decisiones (casi siempre para darnos por saco, todo sea dicho). Pero lo que hoy entendemos como inteligencia artificial no empezó a desarrollarse hasta alrededor de 1940, así que sólo llevamos aprendiendo a vivir con máquinas pensantes en el mundo real unos ochenta. Que sí, que han dado para mucho, pero que en términos de la historia de la humanidad no es nada.

Los primeros ordenadores ocupaban una habitación entera, y durante décadas sólo había unos pocos y se usaban para cosas importantes como ayudar a ganar la mayor guerra de la historia (si no habéis visto The Imitation Game, peliculón) o mandar cohetes a la luna. Menos de cien años después todos tenemos un ordenador en el bolsillo al que le podemos pedir que nos haga en dos minutos una foto hiperreralista al estilo de Wes Anderson donde se vea a un cordero con traje de faralaes yendo en bici por la luna mientras por detrás se ve a Neil Armstrong dando un pequeño paso para el hombre y un salto de gigante para la Humanidad. Estoy seguro de que Alan Turing estaría orgulloso de ver su inventazo siendo utilizado por millones de personas en el mundo entero… aunque sea para perder el tiempo mientras llega el autobús.

foto hiperreralista al estilo de Wes Anderson donde se vea a un cordero con traje de faralaes yendo en bici por la luna mientras por detrás se ve a Neil Armstrong dando un pequeño paso para el hombre y un salto de gigante para la Humanidad.
Dicho (por mí) y hecho (por Gemini de Google).

Porque sí, ya tenemos inteligencia artificial en muchas cosas de nuestra vida diaria que pasan desapercibidas pese a ser muy útiles, como las recomendaciones de ruta de Google Maps, los autocorrectores de ortografía (que además nos regalan unas buenas risas de vez en cuando) o los asistentes como Siri y Alexa. Pero cuando se trata de cosas que hacemos conscientemente en plan «voy a usar inteligencia artificial para esto», un cacho-carne del montón como yo la usa para:

  • Cosas del trabajo. Que en principio me gusta porque me hace la vida más fácil, pero luego hablamos más de esto.
  • Cosas para pasar el rato. Desde hacer preguntas chorra a ver qué contesta a crear imágenes «porque se puede» (como la de arriba), simplemente para echar una carcajada después y pasar en seguida a otra cosa. Y no tengo nada en contra de pasar el rato sin hacer nada productivo, de hecho creo que infravaloramos los tiempos muertos, pero en este caso también pasamos por alto el coste de este entretenimiento (luego me explico).
  • Cosas que directamente me cabrean. Porque mientras los cachos-carne del montón estamos haciendo preguntas chorra, hay gente pasándose de lista y usando la inteligencia artificial para calcular cómo cobrarnos lo más posible por un billete de avión. Que sí, un uso muy lógico e inteligente pero ojalá lo usasen al revés para ahorrarnos dinerillo y que ir a ver a la familia fuese más asequible.

Ahora mismo también hay una tendencia general a usar la inteligencia artificial para cosas creativas en el campo y la forma que sea. Por un lado, muy bien y muy interesante que hayamos desarrollado una tecnología que puede escribir, dibujar, componer música y hasta hacer películas enteras. Pero estamos dedicando un montón de tiempo y recursos a reemplazar una parte divertida de la vida, cuando sería mucho mejor seguir investigando cómo reemplazar lo anodino y dejar el arte a los artistas. Por ejemplo, esta semana he estado escribiendo esta entrada para el blog, y también he puesto cinco lavadoras. Me parece fantástico que una IA pueda escribir esta entrada por mí mientras yo hago las lavadoras, pero me parecería muchísimo mejor poder encargarle las lavadoras a la IA mientras yo gano tiempo para escribir, jugar con el cachito-carne o mirarme el ombligo. Espero que estemos todos de acuerdo en que es preferible un mundo en el que los artistas tienen más tiempo para el arte y los padres más tiempo para jugar con sus hijos, que un mundo en el que artistas y padres tenemos que seguir sacando tiempo para fregar mientras los robots están haciendo música y entreteniendo a nuestros hijos.

calcetin con cerebro de inteligencia artificial
Por si acaso, este calcetín se va preparando para el futuro híbrido. Imagen creada con ChatGPT.

Eso es algo que al menos en el trabajo sí creo que estamos haciendo bien, poniéndo a la IA a trabajar en las cosas aburridas y dando a los cerebros humanos más tiempo para dedicarse a las partes creativas y sociales. Por ejemplo, la usamos para que nos revise cantidades extravagantes de datos y nos resuma qué ha pasado y recomiende qué hacer (en vez de tener a alguien tomando decisiones «porque a mi me parece mejor esta opción»), de ayudante para escribir correos electrónicos, como experto de Excel para sacar la fórmula perfecta, o como traductor automático. Y es fácil imaginar, viendo lo bien que funciona de momento, muchas más cosas que podríamos automatizar, haciendo a nuestro equipo cada vez más efectivo… o hasta innecesario (había que decirlo y lo he dicho). Pero entonces como currito la pregunta que te haces es: ¿dónde va a parar todo ese beneficio? Si gracias a la inteligencia artificial un empleado puede hacer más en menos tiempo, ¿le subimos el sueldo, o se queda la empresa esa plusvalía? Y si cada empleado puede hacer más en menos tiempo y entonces necesitamos menos empleados, ¿qué hacemos con la gente que no tiene trabajo?

Es cierto que algo se puede solucionar con aprender trabajos nuevos y todo eso, pero si cada vez hacen falta menos trabajadores y somos más personas en el mundo llega un punto en que simplemente no hay más trabajos nuevos que aprender para todos. Y seamos sinceros, al sistema le da igual que la gente no tenga trabajo. Pero (y este es un «pero» muy grande) lo que no le da igual al sistema es que no tengamos dinero para comprar cositas. Si tenemos robots fabricando todos los coches, camas, ollas de cocina y hasta la música, ¿cómo vamos a ganar dinero las personas para comprar todas esas cosas y que las empresas ganen dinero? Esto podría ser el empujón final para dividir a la humanidad entre los cuatro mega millonarios que pueden pasarse el fin de semana bebiendo champán en Marte y «el montón de cachos-carne». Pero, si lo hacemos bien, lo mismo lo que estamos viviendo es la oportunidad perfecta para darle la vuelta a la tortilla: podemos usar todo el potencial de esta nueva tecnología para montar un chiringuito completamente nuevo con alguna forma de redistribución de la riqueza donde estemos todos felices y contentos y de vacaciones permanentes. Que estaría muy bien.

Pero no se trata solo de que la inteligencia artificial nos haga más productivos, si no de que tiene el potencial de cambiar absolutamente todo. Incluído cómo pensamos y cómo nos relacionamos con otros, estemos de vacaciones permanentes o siendo productivos en el trabajo. Si los algoritmos deciden qué noticias llegamos a ver, dependemos completamente de los ordenadores para entender lo que pasa a nuestro alrededor, para saber quienes son «los buenos» y quienes «los malos» de cada historia, para decidir quién tiene razón sobre el aborto o el matrimonio homosexual. Hoy dejamos a Google Maps decidir qué camino coger para ir de un sitio a otro, pero en poco tiempo podríamos dejar a un Google Politics votar al alcalde. Si lo sabe todo sobre lo que realmente queremos y puede precedir mejor que nosotros qué va a pasar según cada decisión que tomemos, ¿por qué no?

Pues porque la inteligencia artificial no es infalible, y necesitamos tener la habilidad de corregir las cosas según vemos los resultados y cambiar de opinión si vemos que la cosa pinta mal. Por ejemplo, la hipótesis del maximizador de clips dice que si queremos optimizar nuestra producción de clips y lo dejamos en manos de una IA sin supervisión, lo mismo la IA acaba decidiendo que para seguir haciendo más clips lo que necesita es acabar con la raza humana y se pone a ello. Es una idea extrema, pero sirve para recordar que no podemos confiar en que el robot piense más allá de las instrucciones que le hemos dado, y que lo mismo encuentra formas de hacer lo que hemos pedido que tienen consecuencias que no se nos habían ocurrido porque para un cerebro humano destruir el mundo para hacer clips es simplemente iconcebible.

Pero volviendo al hoy y a cómo usamos la inteligencia artificial en nuestro día a día para pasar el rato, es importante que miremos bien el coste de su uso. Uno de los problemas que acarreamos desde hace décadas con internet es la percepción de que las cosas son gratis. Por ejemplo, antes la gente pagaba un eurillo al día por el periódico de papel, pero hoy se rebela contra los muros de pago… ¿cómo vamos a convencer a nadie de pagar por Tiktok? Y lo malo no es que prefiramos lo gratis (que tiene sentido), sino la cantidad de gente que no se da cuenta de que en realidad pagamos con otra moneda: datos y atención. Google, Facebook, Twitter, Reddit, los sitios de noticias… nada de eso existiría si no generase beneficio suficiente para pagar los sueldos de quienes lo mantienen y crean el contenido que consumimos. Y como no nos cobran a los usuarios, generan el beneficio vendiendo a los anunciantes nuestra atención (el tiempo que pasamos mirando su web y haciendo click en sus enlaces) y utilizando los datos que obtienen de nuestra actividad para mejorar los resultados de los anuncios que venden, entrenar sus modelos de inteligencia artificial, encontrar nuevas oportunidades de negocio o incluso directamente vender los propios datos. Este blog no, ojo, que el único beneficio que saco es la alegría que me da cuando alguien me deja un comentario.

fotograma de la pelicula wall-e con un humano viendo una pantalla
Lo mismo lo que está más cerca es el futuro humano que aparece en Wall-E

El caso, que no nos cuesta dinero hacerle preguntas al chatbot. Y además del problema de pagar con atención y datos, el que sea gratis hace que no pensemos en los recursos que gastan y el impacto que tienen estas herramientas en el planeta. Aunque lo mismo la inteligencia artificial no es tan horrible para el medio ambiente como hemos estado oyendo (éste es un buen artículo al respecto, con estadísticas como que diez búsquedas al día en ChatGPT representarían un 0.2% del consumo anual de electricidad del ciudadano medio en Reino Unido, que no es mucho comparado con el beneficio que podemos sacarle o con otras cosas que hacemos en el día a día), sí es cierto que hacer que el silicio piense por nosotros requiere mucha energía… y por desgracia en 2025 la mayor parte de la energía que consumimos viene de quemar cosas, que no es precisamente bueno para el medio ambiente. Cuando veo la tendencia de la semana de pedirle a una inteligencia artificial que cree tu imagen en forma de muñequito pienso lo mismo que cuando veo a docenas de personas salir de una cafetería con sus bebidas en vasitos para llevar: damos prioridad absoluta a la comodidad y la gracia del momento sin pensar en el derroche de recursos.

Pero a ver, que esto de que la última tecnología contamine más que la anterior no es nuevo tampoco: el tren de vapor contamina más que ir a caballo, el coche más que el tren, el avión está a otro nivel, y de los cohetes para los recién inaugurados viajes espaciales por turisteo mejor ni hablamos. Si nos ponemos tiquismiquis, es que hasta hacer un fuego para cocinar contamina más que comerse la carne cruda. Pero es innegable que todas estas cosas nos han traído un montón de beneficios, y no habría tenido sentido negarse en rotundo a usarlas. Así que con la inteligencia artificial hay que pensar lo mismo: usarlas y aprovechar sus ventajas pero sin olvidarnos de que dependemos de recursos finitos. Igual que mantenemos apagadas las bombillas cuando no nos hacen falta porque no queremos pagar a final de mes un pastón en la factura de la luz, tenemos que evitar malgastar energía para que los chatbots nos entretengan un rato. Pero poniendo las cosas en contexto: si vas a coger un avión para ir a Nueva Zelanda de vacaciones, pídele a la inteligencia artificial que te organize el viaje y la lista de cosas que meter en la maleta sin preocuparte porque comparado con el queroseno del vuelo las preguntas que hagas van a tener un impacto ambiental irrisorio.

Y bueno, creo que esto todo lo que quería sacarme de la cabeza. No tengo una conclusión con la que cerrar esto y ayudar a mejorar el mundo, pero si tengo una especie de plan para sobrevivir de la mejor manera posible a lo que venga:

  1. Aprender cómo sacarle partido a las nuevas herramientas que surjan. En lo personal porque si algo puede mejorar nuestra calidad de vida deberíamos aprovecharlo, y en lo profesional porque me parece que quien no sepa usar la IA va a estar en desventaja.
  2. Apostar por el pensamiento crítico. Tenemos que fomentar que la gente use el cerebro para decidir qué está bien y qué está mal, y para distinguir cuándo algo tiene sentido y cuándo nos están vendiendo una milonga. Que si viene una IA y dice una tontería como la compa de un pino seamos capaces de reconocerlo y llevarle la contraria. Por ejemplo, si Google Maps dice que gires a la derecha, antes de girar tienes que mirar y si a la derecha hay un barranco, pues no giras por mucho que diga Google Maps. Y al mismo tiempo ser capaces de diferenciar si realmente somos buenos en algo (matemáticas, historia, ingeniería…) o si simplemente somos buenos creando prompts para las inteligencias artificiales. Ya he leído que lo mismo hay que pensar en que el conocimiento va a dejar de ser importante (porque la IA lo sabe todo y le puedes preguntar) y que la sabiduría va a ganar peso, el entender de verdad los porqués y las consecuencias a la hora de tomar decisiones.
  3. Fomentar la interacción personal. Los robots nos pueden hacer la vida mucho más fácil, pero a la hora de crear una relación tenemos que acordarnos de que no podemos crear el mismo tipo de conexión emocional con un algoritmo que con una persona. Ojo, que esto va a ser muy difícil porque un algoritmo que lo sabe todo sobre tí, que está desarrollado con las instrucciones de hacerte feliz y que está disponible a todas horas lo tiene todo para engancharnos. Pero ese es el problema, que nos engancha y acaba teniendo un poder monstruoso sobre nosotros (por ejemplo, influyendo en decisiones de compra o política). Así que no hay que olvidarse de lo bien que sientan una charla con un amigo real, incluso con un perro.

¿Alguna otra idea?

¡No esperes a que los algoritmos te enseñen este blog!
Activa tu suscripción para recibir las nuevas entradas por RSS o en tu correo:


Comentarios

5 respuestas a «Todo lo que no nadie me ha preguntado sobre la inteligencia artificial»

  1. Ciertamente, quiero un robot que cocine, planche y friegue, pero soy consciente de que eso elimina el trabajo de alguien y quizá pasado mañana la IA sea capaz de hacer mi trabajo y la eliminada soy yo. Y ese es el gran tema que tarde o temprano tendremos que resolver.

  2. Avatar de Pah-put-xee
    Pah-put-xee

    Solo por darte una alegría: Si usamos la IA para darle la vuelta a la tortilla y aún así se nos cae ¿de quien es la culpa? ¡Y el que quiera entender, que entienda!

    1. En ese caso lo importante no es de quién es la culpa, sino quién tiene otra tortilla que comerse y quién no…

  3. Avatar de Belén Bailo
    Belén Bailo

    Pues lo único que se me ocurre a bote pronto, respondiendo a tu pregunta final de «¨¿alguna otra idea?», es que ojalá escribieses más a menudo.
    Eres joven pero tienes la sabiduría de una persona mayor y que ha sabido aprovechar la experiencia de los años.
    Soy ya entradica en años, 68, pero para mí quisiera yo esos enfoques que le das a las cosas, esos puntos de vista. Me alegro por tu hijo…tiene un padre que sabrá cómo ayudarle a vivir en este mundo cada vez más caótico o no sé si incomprensible para mi, o qué, pero que siento que se me escapa.

    Gracias por tu blog.

    1. Muchas gracias, Belén 🙂

      No sé si merezco tantos halagos (aunque los acepto encantado, eh), pero en lo que seguro que exageras es en lo de que soy joven.

      En lo de ayuadr al cachito-carne haremos lo que podamos. Hoy todavía entendemos lo que está pasando, pero las cosas avanzan muy rápido. Igual que no me imagino a mi abuelo explicándome el peligro del «doomscrolling» en TikTok tendremos que ver qué mundo le toca y cómo de perdidos estamos nosotros.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *